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El jerezano Manuel Garrido Luceño será una de las jóvenes estrellas de la danza que el próximo domingo participen en la IV Gala Biloba, en el Auditorio de Riojafórum a partir de las 12.00 horas. Son bailarines españoles que triunfan fuera de nuestras fronteras, ... en su caso en el Ballet de la Ópera de París, y que actuarán en homenaje a Rose Muñoz y Joan Boix, directores del Centro de Danza de Cataluña –este año destinatarios del Galardón Biloba–. El caso de Garrido es el de numerosos talentos de nuestra danza que han tenido que salir de España para triunfar.
– Lleva seis años en el Ballet de la Ópera de París, y desde 2022 con contrato fijo en su cuerpo de baile. Supongo que su meta es ser primer bailarín o, puestos a soñar, a bailarín estrella.
– Exactamente, me encantaría, pero bueno… poco a poco.
– ¿Qué nos trae a Logroño?
– Junto a la brasileña Luciana Sagioro voy a interpretar el paso a dos 'Delibes Suite', coreografiado por José Carlos Martínez, actual director de la Ópera de París.
– ¿Por qué esta elección?
– Es una pieza que se interpreta en galas porque, como es un paso a dos y no un ballet completo, no entra en el repertorio de ninguna compañía. Es una pieza muy bonita, me gusta el vestuario, la música y la coreografía, así que me he dicho: 'vamos a intentarlo'.
– ¿Conoce a los otros bailarines que participan en la gala?
– Solo conozco a Daniel Lozano, que estuvo un tiempo en la Ópera de París y ahora está en la Compañía Nacional. Desafortunadamente en España los bailarines buenos se van porque no se apoya la danza clásica. Puede gustar y hay un público que la aprecia, pero no se valora tanto como en países como en Francia, Rusia, Italia… o en Japón, de donde acabo de venir y donde hay fans que te esperan tras las actuaciones, imprimen tus fotos para que se las firmes, te dan regalos... Es una pena porque en España hay gente muy buena, pero aquí no hay futuro.
– Empezó en el ballet clásico con 11 años. ¿Ya entonces tenía claro que quería bailar?
– Empecé un poco tarde. Antes había hecho gimnasia rítmica y muchos deportes y tenía ganas de bailar, y fue gracias a mi madre que me propuso probar con el ballet clásico. Pensé que me aburriría, pero en cuanto lo probé supe que quería ser bailarín. Fue también gracias a mi primera profesora, Belén Fernández, que me transmitió esa pasión, me abrió los ojos y me dio ese amor por la danza; para mí es mi segunda madre.
– Su periplo de formación y como bailarín le ha llevado por todo el mundo, desde su Jerez natal hasta París.
– Empecé con Belén Fernández en Jerez, luego mi familia se mudó a Ecuador y estuve bailando un año con el cubano Rolando Sarabia. Después visioné para el The School of American Ballet de Nueva York, a donde me fui con 16 año. Mi formación continuó en el Canada's National Ballet School (Toronto) y en la Vaganova Ballet (San Petersburgo), y mis primeros trabajos fueron en Praga con el Czech National Ballet y, un año después, en el Teatro alla Scala de Milán. Cuando me vi preparado me presenté para el Ballet de la Ópera de París, que siempre había sido mi sueño imposible, y allí estuve cuatro años con contratos puntuales hasta que me cogieron fijo.
– ¿Sus principales virtudes y fortalezas como bailarín?
– Soy muy crítico conmigo mismo, muy perfeccionista. Físicamente mis virtudes son la elasticidad, la fuerza, el control, los giros, el paso a dos, y me caracteriza mucho la imaginación, el lado creativo, de hecho algún día me gustaría ser coreógrafo y crear ballets nuevos de clásico o neoclásico. Me gusta la pintura, compongo algo de música, hago un cursillo de moda para crear vestuario de ballet… todo ese mundo creativo me gusta.
– ¿Algún referente de la danza?
– Nunca he querido ser como nadie, pero obviamente diría que Rudolf Nuréyev y, en este momento, Roberto Bolle y Mathieu Ganio.
– ¿Lo más duro y lo más gratificante de la vida de un bailarín?
– Lo más duro es el trabajo mental. Tenemos que ser personas muy fuertes porque cada día es diferente y nosotros queremos hacer siempre lo mismo y mejor, y mejor, y hay momentos que te hundes. Lo más gratificante son los aplausos finales.
– ¿Qué aplausos le han sabido mejor?
– Hace poco bailé en Jerez, en el teatro Villamarta, y hacerlo delante de toda mi familia fue muy emocionante porque no me ven mucho, sobre todo mi abuela y mis tías, que no pueden viajar.
– ¿Qué le diría a los niños o jóvenes que quieran bailar?
– Que sean valientes y tengan mucha fuerza porque es muy duro y, sobre todo, que nunca pierdan el placer de bailar.
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