Los duendes y los troles
CON LOS SIETE SENTIDOS ·
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Recientemente trabajamos en el aula un cuento de Pablo Sacristán: 'Los duendes malvados'. Refería la historia de unos duendes que vivían en un idílico bosque. Tomaron por costumbre mofarse e insultar al duende más viejo del lugar, sin otro motivo que su torpeza devenida de ... la edad. Llegaron hasta tal extremo estas conductas que el jefe de los duendes les hizo un hechizo mediante el cual cada improperio que le destinaban al anciano se convertía en un achaque para el que lo hacía. Un día, por la casualidad de una fiesta, se encontraron todos en el estanque del bosque y allí pudieron comprobar tanto el aspecto de sus compañeros como el suyo propio. Evidentemente quienes habían vituperado al anciano eran los que presentaban un aspecto tan repugnante que se habían convertido en troles.
Como supones, querido lector, este relato contado al alumnado de Educación Infantil, venía a ponerles en relieve el valor del respeto a los demás. Debo decir que la dinámica resultó estupendamente y que pasado el tiempo cuando les recordamos a los pequeños si van a ser duendes o troles aplican las pautas que se les dimos y son capaces de sujetar su lengua y mejorar sus conductas.
Seguramente te preguntarás como yo, ¿Por qué pueden gestionar sus amígdalas los niños de 5 años y ser capaces de cambiar unas actitudes incorrectas por otras positivas, y personas, supuestamente hechas y derechas no? Además del maltrato que con ello nos dan a los ciudadanos educados y respetuosos.
Tengo que decirlo, por favor señores y señoras encargados de la supuesta gobernabilidad del país, de las comunidades, de las administraciones, sean cuales sean sus colores, no nos saquen los colores a la ciudadanía. Dejen de hacer el paripé con leyes y decretos sobre las mujeres, la igualdad, la convivencia, la salud mental, las mejoras sociales, la educación; con celebraciones especiales, por ejemplo el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, o el 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, y háganselo mirar.
No pueden funcionar las normativas sacadas de las chisteras de humo, y no pueden funcionar si quienes dicen a adultos, a jóvenes y niños lo que deben hacer para mejorar la sociedad no lo hacen, y muestran su incongruencia con sus pésimos ejemplos. Podríamos hablar de la hipocresía, de lo inflamables que son las amígdalas de esas personas, de la necesidad que tienen de formarse en habilidades sociales y gestión de emociones antes de querer gestionar partidos, comunidades, o un país. También podemos recomendarles que coloquen un cartel en cada rincón de sus casas y lugares de trabajo con las palabras de Humberto Maturana: «Lo fundamental de la convivencia es la honestidad y el mutuo respeto». Esto no arreglará el problema pero tal vez, algunos, no lleguen a troles.
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