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César Coca
Domingo, 20 de noviembre 2022, 00:59
Dolores Redondo está posando para la fotógrafa cuando tres mexicanos, de turismo por Bilbao, se detienen ante ella, la reconocen y se lanzan a pedirle un selfie. Es la prueba del nueve de la popularidad adquirida a base de éxitos. El lanzamiento de su nueva ... novela, 'Esperando al diluvio' (Ed. Destino), ya en las librerías, es uno de los mayores despliegues editoriales en mucho tiempo. Lo que cuenta en ella es la historia de un asesino que ha matado al menos a tres mujeres jóvenes en Glasgow y llega a Bilbao en los días previos a las inundaciones de 1983. Tras él va un policía gravemente enfermo, que estuvo a punto de detenerlo tiempo atrás, y que ahora se guía por una corazonada. La escritora donostiarra ha hecho una verdadera inmersión en la vida de la capital vizcaína en esos días cruciales para ambientar una acción protagonizada por un criminal marcado por algo ocurrido en su pasado y un detective que empeña su vida en una persecución que nadie le ha encargado.
–De todos los asesinos en serie que no han sido detenidos, ¿por qué este?
–No sé muy bien cómo llegué al personaje y la información sobre él. Es cierto que me llamó la atención la parafernalia policial que se montó tras los crímenes. La Policía llegó a extender carnés que acreditaban que quien lo llevaba no era John Biblia, para evitar linchamientos de gente que físicamente podía confundirse con el retrato robot que se difundió.
–Ese retrato se hizo a partir de la descripción de la hermana de la tercera víctima, que también estuvo con ellos en la discoteca y luego compartieron taxi durante unas manzanas.
–Sí. Ella recordaba muchos detalles físicos, la marca de tabaco que fumaba y otras cosas. Hay libros que explican incluso por qué su figura no ha desaparecido del imaginario colectivo de Glasgow, y al paso de los años fue cambiando la visión que se tenía de él y sus crímenes. Eso me llevó también a un primer planteamiento del personaje diferente del que luego está en la novela.
–¿En qué sentido?
–He hecho lo primero que haría la Policía hoy con un caso así: un perfil del asesino. Lo pedí a un especialista. Luego, mientras escribía sentí lástima por los abusos que según el especialista sufrió en la niñez. Y hay otra circunstancia especial: en aquella época no había apenas comunicación entre policías, de manera que el asesino podía irse a cualquier lugar sin temor a que lo persiguieran.
–¿Barajó otro personaje para esta novela?
–No, fue este desde el principio. Porque además, en los ochenta, que es cuando transcurre la parte central de la novela, hubo varios crímenes en Gales y en otras zonas del Reino Unido que podrían encajar en su perfil. Aunque hasta el año 2000 y más adelante no hubo un seguimiento más científico y se hicieron pruebas de ADN. Hasta se llegó a desenterrar a un hombre para una comprobación de ese tipo. Pero no se halló nada. Aún hoy sigue siendo una mancha en la reputación de la Policía escocesa. Y en enero de este año la BBC hizo un documental sobre el caso. Ese asesino podría estar vivo aún.
–¿Por qué lo trae a Bilbao en su novela?
–Hay muchas razones para ello. Me crié en Pasajes, que tiene un ferry con el Reino Unido; mi padre faenó en la costa escocesa y cuando el puerto de Pasajes se hundió se fue tres años a la costa africana y estuvo sin volver a casa, y más tarde faenó de nuevo en Reino Unido. Podía haber traído al personaje a Sestao, Lesaka y otros lugares.
–Pero opta por Bilbao en un momento histórico muy dramático: las inundaciones de 1983.
–A mí la riada me dejó marcada, como cuento en el prólogo. Volvía de viaje y desde el tren vi el espanto de lo que había sucedido. Mi imaginación lo hace todavía más grave porque eso pasaba en el Gran Bilbao.
–En la trilogía del Baztán, usted conoce el escenario y el tiempo es el actual. Lo mismo sucede en 'Todo esto te daré'. En 'La cara norte del corazón' se fue a Nueva Orleans casi 20 años atrás y ahora retrocede casi 40. ¿Eso introduce mucha complejidad en el relato?
–Pone en el camino muchas dificultades. Esta es la novela que más me ha obligado a documentarme. Nueva Orleans está en otro país pero no había en esa novela tantos elementos históricos relevantes. Y luego, tenía que comprender al asesino y la enfermedad que fragiliza al policía y le hace pasar por un calvario, con un tratamiento casi a base de veneno que debe administrarse. Por eso he tenido que documentarme también sobre fármacos.
–Porque su enfermedad de corazón lo condiciona todo.
– Noah, el policía, no es un personaje literariamente atractivo al principio. No es emocionalmente interesante. Es la enfermedad la que lo hace así. Lo que lo trae a Bilbao tras el asesino es una fijación.
–Amaia Salazar carga con un grave problema familiar y Noah con una enfermedad muy severa. ¿Sus policías están siempre en inferioridad de condiciones?
–En mis novelas hay tormentas, por fuera y por dentro. Son tormentas que sacuden a los personajes. En la anterior ya dije que en las siguientes llevaría a mis protagonistas a situaciones extremas. Ni Amaia ni Noah pueden detenerse pese a sus muchos problemas.
–No sé si quiere darle carácter simbólico, pero en sus novelas parece que el bien se enfrenta al mal en inferioridad de condiciones.
–No es casual, por supuesto. Aunque aquí también me he visto obligada a contar las debilidades de John Biblia. En novelas anteriores, la secta que mataba niños no me produjo ninguna piedad. Pero lo que hace John me ha obligado a asumir el dolor de su pasado. Mis héroes están debilitados y eso es lo que les da interés. Como le decía, antes de su enfermedad, Noah no tenía interés emocional.
–Asusta la posibilidad de encontrarse con un John Biblia. No hay más que pensar en la mala suerte que tuvieron esas chicas al relacionarse con él en la discoteca.
–Esas chicas, como las de hoy, están entrenadas para encontrarse con un sinvergüenza, pero no para hallar a alguien cortés, con buenas maneras, educado, que luego te mata. Sabemos que el mal existe, el problema es cuando se oculta, cuando se mezcla con otras personas gracias a su aspecto inocente. Él incluso parecía más fiable que el resto de las personas que estaban en esa sala.
–¿Eso es lo que genera un temor aún mayor?
–Sí, y llama la atención que pudiera contener su ira. Hay gente que la libera de inmediato. Pero John es alguien capaz de contenerse durante horas y luego desarrollar esa brutalidad con una fuerza enorme, porque sabemos que ellas se defendieron. Es muy llamativo todo eso.
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