«Yo disfruto mucho sobre el escenario y eso es muy importante, porque el público lo recibe»
Giulia Valle | Contrabajista ·
El 'Ensemble' de la contrabajista y compositora Giulia Valle lleva esta tarde el jazz de vanguadia al BretónSecciones
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Giulia Valle | Contrabajista ·
El 'Ensemble' de la contrabajista y compositora Giulia Valle lleva esta tarde el jazz de vanguadia al BretónGiulia Valle, contrabajista, compositora, arreglista y directora musical, es una de las voces más personales del panorama del jazz en España. Al frente de su 'Ensemble' (un septeto de músicos bien contrastados) llevará esta tarde al Bretón su compleja propuesta musical. Vanguardista, pero «muy directa».
– Usted, aunque lleva casi toda la vida en Barcelona, nació en Italia, en San Remo.
– Sí. Llegué a Barcelona porque mis padres decidieron comenzar una nueva vida. Yo era muy pequeña, cuatro años, y vine en contra de mi voluntad. Yo no quería estar aquí, yo quería estar en San Remo, que era donde estaban mis abuelos, donde estaba mi casa, con las gallinas que teníamos... Yo de esa época lo que más recuerdo es el sentimiento de soledad. Soledad mía y de mis padres también, porque ellos no conocían el idioma, era una ciudad nueva... No se puede decir que yo tenga un recuerdo bonito de mi infancia, la verdad. Yo no quería más que volver a la casa de San Remo. De hecho sigo soñando con San Remo y con esa casa muchas noches, aunque esa casa ya ni existe.
– Vaya. Suena triste. ¿Fue la música la que le libró de esa soledad, de ese desarraigo?
– Tal vez. No sé... El caso es que yo siempre he sido una gran escuchadora de música, desde pequeñita. Soy muy melómana desde que yo tengo uso de razón y no sabría decir por qué.
– ¿Y cuándo llega al jazz?
– Cuando tenía 11 años un argentino que era el mejor amigo de mi padre me hizo escuchar mi primer disco de jazz, uno de Dave Brubeck. Me enamoré locamente de esa música. Fue una sensación muy extraña, porque por un lado me parecía una música muy sorprendente pero por otro tenía la sensación de que ya la conocía profundamente.
– ¿Por qué eligió el contrabajo?
– El contrabajo me llamó la atención desde el primer momento. Aunque también podría haber sido pianista. Yo empecé con el contrabajo a los 19 años, y piano había tocado de más jovencita. Lo poco que estudié de piano estuvo muy bien porque tuve una profesora maravillosa, que se inventaba ella el método de estudio, y lo hacía todo muy musical. Dejé el piano por el contrabajo, pero, en cualquier caso, ella me dio una base que luego he podido utilizar como contrabajista.
– Usted elige el contrabajo, elige tocar jazz, y dentro del jazz elige la vanguardia. Parece que siempre va por el camino más difícil.
– Las cosas nunca me han sido fáciles en la vida. Cuando yo empecé, el mundo del jazz era un mundo de tíos. Ser tía, contrabajista y encima ser líder de grupo era dificilísimo en España. Yo recuerdo que había gente que me decía: «El contrabajo es un instrumento de hombres»... Y, bueno, por otro lado tampoco mi familia me apoyó mucho en cuanto a los estudios musicales. Eso tuve que cascármelo yo, haciendo otros trabajos para poder pagarme las clases, consiguiendo becas... Ellos no creían, y lo comprendo, que fuera posible vivir de la música. No creo que haya ningún padre que quiera que su hijo sea músico, a no ser que él también lo sea.
– Parte de su periodo de formación lo pasó en Nueva York. ¿Por qué pese a que el jazz sea ya una música global todos los músicos quieren vivir, aunque sea temporalmente, allí? ¿Qué es lo que se encuentra o se busca en Nueva York?
– Podría haber muchísimas respuestas a esta pregunta, pero ante todo uno va allí a ver a las grandes leyendas de esta música. Yo lo primero que vi, el primer día que llegué a Nueva York, fue un concierto del sexteto de Andrew Hill, imagínese... Y luego enseguida tuve la suerte de poder tocar con gente muy buena, gente que a mí me daba mil vueltas. Con Guillermo Klein, por ejemplo, con el que aprendí mucho en cuestión de polirritmias y amalgamas, y con Jason Lindner... Jason Lindner estaba avanzadísimo el tío, a una distancia sideral de lo que se estaba haciendo en Europa. Ahora tengo dos discos hechos con Jason y es un gran amigo mío. Y Guillermo vino a vivir aquí y estuve en su banda bastante tiempo. Así que ya ve: en Nueva York pasan cosas, cosas que le influyen a una el resto de la vida.
– Hay contrabajistas que parecen serlo por naturaleza, me refiero a gente como Ray Brown o Ron Carter, y luego hay otros, como Mingus o Charlie Haden, que parece que lo suyo, más que el contrabajo, sea la música en el sentido más amplio. Tengo la impresión de que usted pertenece a este segundo grupo.
– Sí, me parece una apreciación interesante, y estoy de acuerdo. Mingus en lugar de contrabajista podía haber sido pianista... o trompetista... y su impacto en la música hubiera sido idéntico. Y respecto a mí... Bueno... A mí los programadores norteamericanos que me llevan a tocar allí me llaman «la Charlie Mingus europea».
– ¿Cómo definiría su música?
– Es una música sofisticada, pero muy directa. Atrapa al oyente y quizá sea porque yo disfruto mucho sobre el escenario y eso es muy importante, porque el público lo recibe.
– ¿En base a qué criterios o preferencias elige a los músicos que forman sus grupos?
– A mí me gusta el músico con personalidad propia, el músico de mente abierta, me gusta el músico que conoce la tradición pero que no se queda estancado en ella. Ese es el tipo de músico que me gusta tener a mi lado. Y lo cierto es que tengo mucho donde elegir, porque creo que en Barcelona se concentra ahora mismo el mejor colectivo de músicos de jazz de toda Europa.
– ¿Qué hay en el origen de sus composiciones? ¿Hay una imagen que le impacta, un sentimiento que por algún lado ha de salir, una historia que contar...?
– Yo creo que hay una historia, sí. Aunque esa historia no sea necesariamente algo que surge desde el primer momento. En el proceso de la composición puedo estar ocho meses desarrollando once compases sin saber muy bien por dónde tirar, y de repente todo se desatasca. Y es porque por fin sabes lo que quieres decir, la historia que hay que contar.
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