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Urdiales volvía a Azpeitia quince años después de su debut en 'La bombonera'. Rompió el paseíllo y la comisión taurina entregó los premios de la feria pasada. El del toro más bravo fue a parar a la ganadería de Ana Romero y el del torero ... triunfador recayó en manos de Daniel Luque. Sonó el clarín y, en lugar de salir el primero de la tarde, la boca de riego del centro del ruedo refrescó el ceniciento redondel.
Diego Urdiales se encontró con un primer toro que en el capote echó las manos por delante y se defendió al salir de cada lance. El riojano lo dejó en el caballo e intentó, acto seguido, un quite por delantales. El animal se quedaba muy por debajo del engaño e incluso acortaba la embestida, algo que también hizo en banderillas. Muleta en mano Urdiales inició el trasteo ante la embestida informal de un toro que también acusó falta de fuerza. El espada firmó los pasajes más importantes al natural. Se puso en el sitio encajado, tragó y citó con mucha suavidad. Se obró el milagro del toreo gracias a la virtud de Urdiales de saber esperar para robar una meritoria serie a un toro que decía entre poco y nada y que nunca humilló. Lo intentó de nuevo por la derecha y el animal no quiso saber nada. Finalmente Urdiales tomó la tizona y pinchó un par de veces en todo lo alto. El toro escuchó pitos en el arrastre y el diestro saludó desde el tercio.
La fortuna de Diego Urdiales cambió en el cuarto de la tarde, un burel que no se dejó mucho en el capote y que tras un puyazo trasero fue a más en la muleta. Urdiales planteó la faena sobre el pitón izquierdo. El de Arnedo se puso en el sitio, abrió el compás, encajó los riñones y citó con mucha suavidad. El espada rubricó naturales muy sentidos de esos que son como un suspiro que deja sin aliento porque vacía el alma. Lo vivido allí fue el toreo en mayúsculas. Volvió al pitón derecho que no ofrecía tanta emoción y Urdiales regresó al pitón izquierdo para finalizar una faena con naturales largos en los que toro y torero fueron uno. El riojano tomó el mandoble e hizo la cruz, marcó los tiempos y dejó una estocada casi entera. El toro fue aplaudido en el arrastre y una parte del público pidió la vuelta al ruedo. Urdiales, feliz y pleno de toreo, paseó las dos orejas.
Plaza de Toros Azpeitia
Toros de Ana Romero
Diego Urdiales, de azul añil y oro, saludos desde el tercio y dos orejas
Daniel Luque, de frambuesa y oro, oreja y vuelta al ruedo
Diego Carretero, de grosella y oro, silencio y silencio
El segundo de la tarde se venía por dentro. A pesar de la embestida desigual Luque pudo estirarse a la verónica. Tras el encuentro con el caballo el diestro intentó un quite por chicuelinas que fue fallido porque el animal perdió las manos. La faena de muleta estuvo basada en el temple y la media altura con la que Luque recetó cada uno de los muletazos. El toro, que no humillaba, no tenia ni una pizca de transmisión. El coletudo se afanó en inventar una faena aprovechando la nobleza del de Ana Romero. Luque remató la faena intentando el toreo en redondo y dejó una estocada traserita que fue suficiente. Su labor fue premiada con una oreja. El quinto de la tarde no acabó de tener mucho recorrido con el capote. Luque brindó el toro al público y armó una faena muy maciza. El astado, que tuvo buen embroque, no tenía finales. El diestro se puso de frente con la muleta en la mano izquierda y facturó muletazos de bella estampa, profundos y encajados. La faena tuvo mucha intensidad y el toro miró a las tablas. Tras unas luquesinas de remate la espada quedó en lo alto pero no agarró. Sonó un aviso y fue necesario el uso del verduguillo.
Mal estilo tuvo el tercero de la tarde. Ya de salida mostró no tener apenas recorrido. El astado no quiso saber nada del caballo y, tras un buen par de banderillas de Andrés Revuelta, Diego Carretero planteó la faena sobre el pitón izquierdo, el que parecía que podía ofrecer alguna opción. El manchego se topó con un animal que no tenía ni fuerza ni recorrido. Carretero estuvo firme ante un toro que presentó una embestida muy informal. Se le atragantó la espada al diestro. Al doblar el tercero de la tarde, como marca la tradición azpeitiarra, el público se puso en pie para escuchar el Zortziko fúnebre en honor del banderillero José Ventura Laca. También fue justo de fuerzas el cierraplaza. A continuación del trasteo inicial Carretero dio sitio y, a media altura, consiguió por momentos la ligazón. Cuando el diestro hizo mención de obligar al astado este miró a las tablas. El espada sacó lo poco que tenía el animal y enterró el acero dejando una estocada tendida. Como el animal tardó en doblar, el palco hizo sonar el primer aviso y Carretero recurrió al estoque de cruceta.
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