Algo real, humano

La función es un recital de poemas acompañados magníficamente al piano, a ritmo de tango, y salpicado con pequeñas gracietas de complicidad entre el actor y el músico, Juan Esteban Cuacci, quien prácticamente ejerce de director de escena en vivo. Sobre todo, esta es una obra entrañable que mereció, quizá no por esta en concreto sino por toda la trayectoria artística del protagonista, que el Teatro Bretón al completo le despidiera aplaudiendo de pie, tal y como sucedió.

Por otra parte, y siendo realistas, la dicción, por ejemplo, no fue excelsa y la función resultó estática, como es comprensible dadas las circunstancias. Pero sí que la pieza sirve para descubrir poemas no solo de León Felipe o Borges, también de Catulo Castillo, Piazzolla, Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y Hamlet Lima Quintana, como ese que dice: «Y todo un pueblo nos pobló de paz, de eso no sabe el enemigo». Aunque el propio Alterio también pronunció palabras como dardos: «He visto llorar a mucha gente en este mundo y he aprendido a llorar solo. El lenguaje de las lágrimas lo he sentido siempre a mi medida».

Es inevitable juzgar esta obra con el elemento crucial de su protagonista, su bagaje actoral, su preciosa vejez actual, su capacidad de estar y dirigirse al público pese a su edad, convirtiendo los defectos prácticamente en virtudes, haciendo de su interpretación algo honestamente real, natural, humano, imperfecto, emotivo, personal, emocionante, sensible, delicado, amable, didáctico, hipnótico, especial y único.