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Una plataforma sobre el escenario ejerce de diorama, si no de jaula, donde se produce toda la acción a modo de habitación en la que dos mujeres se han citado. Todo se desenvuelve en torno a uno de los enigmas de la Esfinge de la ... obra 'Edipo Rey' de Sófocles: «Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por esta». La obra es un cara a cara entre las actrices Luisa Martín y Olivia Molina, casi se diría que un duelo interpretativo.
El envoltorio de la pieza, con una historia extrema, inesperada, trágica, realmente es un espejismo sobre una obra insulsa que deriva rápido en el drama sin haber realizado un andamiaje necesario que sostenga la trama, que parece tener prisa en llegar al clímax. De hecho, hay unos súbitos cambios de humor en los personajes y una irregularidad en la tensión que los hacen inverosímiles. Y es que el guion es excesivamente ambicioso y presenta el final pasando de puntillas por el principio.
Cabe destacar una pantalla que propicia una iluminación cenital que cambia de color conforme el desarrollo de la obra, algo que, más que ayudar, roba naturalidad e imprime artificio a la historia. Realmente se trata de una hija en busca de la madre que la dio en adopción. «Una cosa es que yo sea su hija y otra que usted sea mi madre», reprocha una a otra sin una lágrima, un grito o un exabrupto. Y aunque esconde un giro de guion que regresa al enigma de 'Edipo Rey', más que un reencuentro familiar parece que se dirime el relevo generacional de una multinacional.
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