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Monasterio de las Carmelitas Descalzas de San José de Calahorra, donde vivió y murió sor Ana de la Trinidad. En el detalle, un retrato suyo no identificado. Justo Rodriguez
Diecinueve poemas de dolor y una pasión divina

Diecinueve poemas de dolor y una pasión divina

La editorial Los Aciertos recupera los sonetos que se conservan de la religiosa riojana sor Ana de la Trinidad, poeta mística del siglo XVII apenas conocida pese a ser una de las primeras escritoras en castellano

J. SAINZ

Domingo, 19 de julio 2020, 21:01

Y el tiempo breve pasarás en flores...' Ya solo este verso dice mucho de su autora: habla de la brevedad de la vida y de la fugacidad de la juventud y la belleza, pero lo hace en clave religiosa, con la mirada puesta en la otra vida y quizás en el ansiado encuentro con el amado: '... el mismo por quien vivo y por quien muero; mas temiendo si me ama o aborrece, crece el dolor creciendo la esperanza'.

Hablan estos versos, y los 266 que suman diecinueve sonetos, de 'Dolor humano, pasión divina', título con el que la editorial logroñesa Los aciertos (filial de Pepitas de calabaza) recupera la breve pero extraordinaria obra de sor Ana de la Trinidad, monja carmelita riojana de entre los siglos XVI y XVII, una casi absoluta desconocida de las letras españolas pese a ser de las primeras y mejores escritoras en castellano. Nada más que diecinueve sonetos y toda una historia casi perdida de la que al menos queda el fulgor poético.

«Atribuida la autoría a su 'maestra' y abadesa, Cecilia del Nacimiento, su poesía pasó inadvertida durante años, siendo únicamente conocida en círculos religiosos muy restringidos a pesar de tratarse de composiciones riquísimas tanto en sus aspectos formales como en su contenido místico, además de un inmejorable ejemplo de la literatura de su tiempo». Así lo explica el filólogo Jesús Fernando Cáseda Teresa, autor del más detallado estudio realizado hasta la fecha sobre la obra y la figura de sor Ana, que se publica en el mismo libro.

«Una mujer entregada absolutamente a su pasión divina y envuelta en un dolor físico durante gran parte de su vida»

«Unos sonetos que ella me dio, que compuso en diferentes afectos de su alma, que es lo que me ha quedado suyo»

De este modo, en palabras de Cáseda, 'Dolor humano, pasión divina' hace justicia a este «sorprendente hallazgo: la poesía mística completa de una de las primeras y más destacadas escritoras en lengua castellana, muy influida por la lectura de las obras de fray Luis de León, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz».

Una monja de Alcanadre

Sor Ana de la Trinidad (Ana Ramírez de Arellano, Alcanadre, 1577-Calahorra, 1613), pertenecía a una de las familias más influyentes de su época. Su padre fue señor de Alcanadre, Ausejo y Murillo de Río Leza, y su tío, señor de los Cameros. Pero, llegado el momento, Ana no dudaría en enfrentarse a los suyos para seguir su propio camino «en una época –cuenta Cáseda– en la que los niños jugaban a las guerras y las niñas a los monasterios».

Mujer de grandes inquietudes religiosas, de buena formación y muy aficionada a la lectura, adquirió de manera autodidacta importantes conocimientos de música, latinidad y aritmética. «Indudablemente era una mujer de talento y también debió de ser de gran carácter», señala el experto.

Siendo muy joven estuvo primero en el monasterio de Santa María Herce, pero, al poco de fundarse el convento carmelita de San José de Calahorra según el modelo de Teresa de Jesús y su 'Libro de las fundaciones', quiso ingresar en él siguiendo el ejemplo de la santa de Ávila.

  • Soneto 2 De qué me sirve, triste, que la aurorala oscura sombra de la noche ahuyentey que corriendo el sol al occidente venga la De qué me sirve, triste, que la aurorala oscura sombra de la noche ahuyentey que corriendo el sol al occidente venga la que las cosas descolora, si el dolor de ordinario en mi alma mora y el agua de en mis ojos hay continuamente porque no pudo ver el Sol ardiente que el cielo empíreo alimbra y enamora? Venir tan disfrazado es mal severo cuadno en el Sacramento se me ofrece, aunque la fe asegura es sin mudanza el mismo por quien vivo y por quien muero; mas temiendo si me ama o aborrece, crece el dolor creciendo la esperanza.

  • Soneto 8 A la región do anhemas remontado huya ligero en tu secreto nido, donde estarás seguro y escondido de las tormentas de la mar airado, que siendo el crudo invierno ya pasado cuando el campo de verde esté vestido, podrás entre las olas ir a nado; o te traguen o suban hasta el cielo, quedarás como pluma levantada, y el tiempo breve pasarás en flores vestido del color de tus amores; divisarás tu patria deseada, si altivo permaneces a tu vuelo.

Ana escapó de Herce con la ayuda de un clérigo, pero la capturaron y la obligaron a regresar a casa, posiblemente porque la familia mantenía un pleito con la orden. El clérigo fue encarcelado en Santo Domingo y Ana sufrió fracturas que nunca terminaría de sanar, provocándole grandes dolores hasta su temprana muerte.

Sea como fuere, tras una estancia en Alcanadre, los padres terminaron consintiendo merced a la mediación de fray Juan de San Alberto, superior de lo carmelitas de Corella, y en 1601, con 24 años, Ana ingresó finalmente en Calahorra. Allí permanecería el resto de sus días, doce años en los que coincidió con alguien que sería trascendental para ella y para que su obra, al menos esta breve muestra, haya llegado a nuestros días, la abadesa Cecilia del Nacimiento.

El Día del Libro en el Museo Würth, con recital y flamenco

Aunque ya está en las librerías, 'Dolor humano, pasión divina' será presentado el próximo jueves 23 en un acto de celebración del Día del Libro en el Museo Würth (a las 20 h. con reserva previa a través del 941 010 410). El evento, organizado por la editorial Pepitas de calabaza en colaboración con la Universidad Popular de Logroño, contará con una charla de Jesús Fernando Cáseda, un recital a cargo de Esther Pascual y un concierto flamenco con Álex López y Rafael Gutiérrez.

Si el ejemplo de santa Teresa (1515-1582) «es fundamental para entender el nacimiento de las escritoras en nuestro país», la madre Cecilia (Cecilia Sobrino Morillas, Valladolid, 1570-1646) está considerada «la mejor escritora de la orden carmelita, con la salvedad de su fundadora». Ella, siete años mayor, fue su maestra de novicias y también de poeta, quien la orientó y le enseñó las formas de la literatura mística.

La superiora destaca de su alumna aventajada las «graves tentaciones» que tuvo que superar, su espíritu de pobreza y «las continuas mortificaciones». «De constitución frágil y enfermiza –añade Cáseda–, padeció muchos problemas físicos, al punto de quedar tísica, descomponiéndosele varios huesos que le provocaban enormes dolores que soportaba orando constantemente».

Posiblemente la poesía fue uno de los escasos placeres de una mujer que murió a los 36 años, después de una vida de padecimiento y gozo místico. La madre Cecilia consideraba santa a sor Ana, que, según ella, levitaba al orar, y cuyo cuerpo se encontró incorrupto a los cuatro años de su muerte, la cual pronosticó. Incluso hubo un proceso de beatificación que no prosperó. En todo caso, la mística está presente en su vida: «Una mujer entregada absolutamente a su pasión divina y envuelta en un dolor físico que la persiguió durante gran parte de su vida».

Un cuadernito de despedida

Esa mística también marca innegablemente su obra conocida. Se dice que mandó quemar todos sus textos. Y si se conservan estos sonetos es porque dos años antes los entregó en un cuadernito como despedida a Cecilia del Nacimiento, cuando en 1611 enviaron a la superiora de vuelta a Valladolid y ambas tuvieron que separarse.

«Unos sonetos que ella me dio –dejó escrito la priora–, que compuso en diferentes afectos de su alma, que es lo que me ha quedado suyo...» También es todo lo que hoy nos queda a nosotros de sor Ana de la Trinidad: diecinueve poemas de dolor humano y una divina pasión desesperada. Suficiente para enamorarnos.

Jesús Fernando Cáseda | Filólogo

«Sor Ana es mejor poeta que Teresa de Jesús y más profunda»

Jesús Fernándo Cáseda Irene Cáseda

«Sor Ana de la Trinidad es una gran desconocida de nuestras letras pese a tratarse de una de nuestras mejores escritoras», afirma Jesús Fernando Cáseda Teresa (Calahorra, 1962). Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y profesor de Lengua y Literatura del I.E.S. Valle del Cidacos de Calahorra, Cáseda es experto en varias épocas de la literatura antigua. Con su trabajo sobre sor Ana de la Trinidad contribuye a divulgar una figura crucial hasta ahora solo conocida en círculos muy reducidos.

De hecho, sus diecinueve sonetos ahora recogidos en 'Dolor humano, pasión divina' ya fueron publicados en 1971, pero atribuidos a Cecilia del Nacimiento. «Al parecer –explica– ella misma los transcribió de su puño y letra del cuadernito que sor Ana le obsequió y durante años se creyó erróneamente que eran parte de la obra de la poeta vallisoletana».

Para Cáseda, «los textos de sor Ana transmiten pasión, sentimiento e incluso una clase de sensualidad profundamente humana, transida de dolor y de goce». Es fácil sucumbir a la tentación de llamarla 'la santa Teresa riojana', pero, en su opinión, «sor Ana es mejor poeta y más profunda». «Es tal el despliegue de sentimientos en su obra que se llena de una expresión entre desbordada y acallada, entre el grito y la rebeldía o la sumisión más absoluta en abandono místico a la voluntad divina. Es precisamente este estilo literario, llevado al límite, el que habla de la modernidad de su poesía. Por primera vez el dolor y la pasión alcanzan dimensiones nunca antes contempladas».

Y añade: «Quizás el mejor paralelismo que podríamos hacer sería con Rosalía de Castro, cuya poesía muestra su dolor corporal y personal. Yla argentina Alfonsina Storni, autora de bellísimos poemas sobre el dolor y el sufrimiento. Poetas profundamente humanas, las tres escribieron en grave soledad, arrinconadas por los poetas varones de su tiempo, alejadas del centro del poder intelectual, olvidadas y menos leídas que sus famosos contemporáneas, y casi nunca fueron reconocidas».

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