Decadencia en la costa

Parte de la controvertida filmografía de Seidl se ha visto en España y quien lo desconozca este es un buen momento para adentrarse en su correoso magma. Provocador, escandaloso y propenso al debate, el cine del realizador de 'Safari' (2016) es único e intransferible. En la actualidad es un autor como la copa de un pino que genera filias y fobias a partes iguales. La opinión generalizada es que su toque produce malestar.

Sus piezas, rodadas en un estilo seco y árido, sacan a relucir las aberraciones y perversiones más desopilantes del ser humano. Las películas de Seidl se podrían definir como una exposición de vicios privados y virtudes (pocas) públicas.

Dicho esto, Rimini, en comparación con el título de la semana próxima, 'Sparta', y del grueso de su trayectoria, narra una historia menos agreste e infernal. Cuenta las andanzas de un cantante que ofrece espectáculos en directo a excursionistas de jubilados. Su área de actuación es la ciudad costera de Rimini, en el nordeste de Italia, fotografiada en permanente neblina. La acción se desarrolla en el frío y crudo invierno.

El personaje central es Richie Bravo (Michel Thomas), una figura en los márgenes, típica de Seidl. Presentado como un ser xenófobo, viste trazas ridículas, ejerce de trabajador sexual para mujeres maduras y trata de mantenerse a flote en un ambiente opaco y gélido.

En este paraje cerrado por temporada Richie no espera otra novedad que resistir. Seidl lo humaniza y le confiere un barniz de respetabilidad cuando un giro inesperado en la trama lo sitúa entre la espada y la pared. Es entonces cuando surge la ironía y vemos un perfil nuevo en sus contrastes.