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El sol es fundamental para la vida. Debemos saber disfrutar de él y aprovechar sus efectos beneficiosos para nuestro cuerpo y nuestra salud. Entre otros efectos positivos, favorece la formación de vitamina D, que es esencial para nuestros huesos y tiene una acción antidepresiva.
El sol mejora enfermedades de la piel como, por ejemplo, la psoriasis. Pero el sol tiene también sus efectos nocivos secundarios, favorece el envejecimiento de la piel, el cáncer de piel y, con más frecuencia de lo deseable, produce quemaduras solares.
Sepamos disfrutar del sol positivamente. No hagamos exposiciones prolongadas de sol y siempre con las medidas correctas de una buena fotoprotección.
Todos los años vemos los dermatólogos y médicos de familia más quemaduras solares de lo que desearíamos en nuestras consultas, sobre todo en adolescentes.
Las tasas de quemaduras solar más elevadas van asociadas a las peores conductas en fotoprotección y no por desconocimiento de los riesgos de no protegerse del sol, sino por el deseo de un bronceado rápido. El bronceado es un canon estético de belleza en la sociedad actual y los adolescentes piensan que les merece la pena el riesgo, porque no piensan en las consecuencias a largo plazo, en la repercusión que puede tener una quemadura solar en su vida.
Las quemaduras solares no son un problema transitorio agudo que no vaya a tener más repercusión. La quemadura solar puede dejar una huella indeleble en la piel, sobre todo en edades precoces de la vida, y de hecho las quemaduras solares en la infancia y en la adolescencia son el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel en la edad adulta.
De ahí que le demos tanta importancia a la quemadura solar e insistamos todos los años en que se deben de poner todos los medios de protección solar para prevenir y saber que es importante conocer la respuesta de la piel ante la exposición solar, que no es uniforme en todos los individuos. Hay que conocer nuestra «tolerancia al sol» o fototipo.
Dentro de las medidas de fotoprotección, además de la aplicación del fotoprotector adecuado y de forma correcta y renovada, me gustaría insistir en otras medidas importantes, incidiendo en los adolescentes.
Por ejemplo, la ropa es un medio de protección seguro, simple, práctico, poco costoso y bien «aceptado» en los jóvenes. La fotoprotección que se consigue con la ropa es eficaz contra los rayos ultravioleta B, pero también lo es contra los ultravioleta A y las radiaciones visibles.
Su función protectora varía mucho, en función de la técnica del tejido y de la materia de la que están constituidas las fibras. Cuanto más tupida es la textura del tejido, mejor, y los tejidos más oscuros protegen más que los claros. El lino o el algodón protegen más que las fibras sintéticas. Los tejidos húmedos o mojados transmiten más los rayos UV que los secos. Una camiseta es útil ya que es mas cómoda y fácil de ponerse que el fotoprotector solar, sobre todo para los adolescentes. Hay que tener en cuenta que la protección será mayor si el tejido es tupido, de color oscuro y está seco.
También es importante llevar la cabeza cubierta. Los jóvenes aceptan bien llevar la típica gorra de béisbol americana, que no es la mejor, y sobre todo es que muchas veces se ponen la gorra pero con la visera hacia atrás.
Lo mejor y correcto es llevar la cabeza cubierta, ropa adecuada, gafas de sol y aplicarse el fotoprotector. Pero con los jóvenes debemos seguir trabajando en nuestras campañas de fotoprotección.
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