Y la de febrero y la de marzo y la de abril. Hoy ya no solo hay una cuesta. Todos los meses son una cuesta. Sobre todo para los 23.000 riojanos que, según el director de Cáritas La Rioja, viven en pobreza severa, bien ... sea por pitos –la guerra de Ucrania, el coronavirus–, bien sea por flautas –la incompetencia de los que mandan–. El hecho es el que es.

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Nuestros medios de comunicación ya nos vienen advirtiendo desde el pasado día 1 que este año 2023 va a ser un año de máxima tensión y no solo en el fútbol, que sería lo de menos, sino en el mundillo o mundazo de la política. Cada mochuelo tratará de llevar lo que pueda a su nido y el que venga detrás que arree.

Los párrocos riojanos, como otra mucha gente estupenda que la hay, no solo están preocupados por las cifras ya más que aterradoras del paro de sus jóvenes, de las pensiones que no alcanzan a sus mayores, de los precios de las cosas más elementales, es que les ponen cara a todas esas personas.

Suelo poner a menudo un ejemplo de lo que es emocionarse con algo. Cuando se inició la guerra en Ucrania comenzaron los medios a ofrecernos datos de muertos, de heridos, de desplazados, de sin techo, de refugiados. Miles y miles. A mí lo que me estremeció de verdad es ver una y otra vez a un chiquillo de no más de cuatro años, solo, llorando, con su muñeca de trapo en la mano, siguiendo a la gente que huía. A ese crío lo tengo yo metido en mi cabeza y no se me va. Con cualquier motivo me viene a la memoria y me llena de tristeza y de congoja. Ya se ve que hace más mella una cara sufriente, un gesto de dolor que las cifras, los números siempre fríos, se muestren como se muestren. Las cifras se manipulan; la cara llorosa de un niño de cuatro años, no.

Con los pobres, con los que lo están pasando mal, pasa igual. En La Rioja, como en todas partes, hay muchos pobres que ya no sé si se llaman vergonzantes. Pero es cierto que los hay y que les da vergüenza manifestar su pobreza. Suelen ser aquellas personas –o familias– de clase media, la normal hasta hace muy poco, que por crisis como la que estamos atravesando les resulta durísimo pedir ayuda. Y no es por soberbia, no. Les resulta imposible acudir a la parroquia, a Cáritas, al Banco de Alimentos, etc.

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«Hay pobres que nunca pedirán, a menudo ni a los de la propia familia. Y a esa gente también hay que ayudarla»

Y así como hay gente que pide por sistema, y no solo en las puertas de las iglesias o en los soportales de la Gran Vía, hay gente que nunca lo hará, a menudo ni a los de la propia familia. Y a esta gente también hay que ayudarla.

Yo no me voy a meter con los dineros públicos destinados al esparcimiento animal, en concreto a los de los perros. No me corresponde. Solamente digo que en Logroño hay personas que no tienen ni para comer y a las que hay que ayudar. Sería bueno escuchar, pero escuchar de verdad, lo que dicen los miles de voluntarios y donantes, así como los directivos, de Cáritas, Cruz Roja o Banco de Alimentos.

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Estamos comenzando el año 2023, un año que todo el mundo ya califica como muy difícil. Lo justo y lo solidario –¿no estamos todo el día piando y cacareando acerca de algo tan progre y posmoderno como es la solidaridad?– es dedicar recursos económicos públicos para ayudar a las personas que tienen que pedir para comer ellos y sus hijos. Si estas ayudas no han entrado o entran en los presupuestos, hagan que entren. A fin de cuentas los ciudadanos ya estamos acostumbrados a algunos tipos de derroches irracionales de nuestros políticos.

Por favor, señores/as responsables, dediquen todos los recursos que hagan falta a la atención urgente de esas 23.000 personas –o las que sean– y merecerán el mejor reconocimiento de todos los riojanos.

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