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Como todos los buenos coleccionistas de arte, Óscar Alzaga mantiene una relación familiar con sus cuadros. «Son como unos nietos, y si los nietos están felices, el abuelo está feliz», comentaba ayer, risueño, el abogado, catedrático de Derecho Constitucional y expolítico. Y seguía con la ... metáfora: «A mí me gusta dialogar con mis cuadros y hace tiempo que me decían: '¿Qué será de nosotros cuando tú no estés? Queremos que nos lleves al paraíso'. Y claro, el paraíso es el Prado».
Así que el Prado es, desde ayer, la nueva casa de seis cuadros de la colección privada de Alzaga: la 'Inmaculada Concepción' de Antonio del Castillo (hacia 1650); un 'San Jerónimo' de Francisco de Herrera el Viejo (h. 1640-1645); 'Alegoría de la Redención', de Jacopo Ligozzi (h. 1587); 'La imposición de la casulla a san Ildefonso' (h. 1600); 'San Juan Bautista joven en el desierto' (h. 1753-54); y un paisaje romántico de Eugenio Lucas Vázquez. Son seis de las 33 obras que componen la colección del abogado, y a ellos se une 'Manuela Isidra Téllez-Girón, futura duquesa de Abrantes', de Agustín Esteve, adquirida con fondos donados por Alzaga. Todos los cuadros fueron pintados en España, salvo el de Ligozzi, y se compraron en subasta, cuatro de ellos en el extranjero.
Los responsables del Museo del Prado recibieron con alborozo los cuadros, que colgarán en una estancia propia y se encuentran, según los conservadores del Prado, en perfecto estado. «En nuestros dos siglos de historia, si el Prado es lo que es se lo debemos a muchos Óscar Alzaga», subrayó el director del museo, Miguel Falomir.
El presidente del Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez-Llorca, destacó la generosidad del abogado y de su mujer, Isabel Ruiz Alcaín, que, según explicó, lo introdujo en el mundo del arte hace tres décadas. «Queremos que el ejemplo de ambos se convierta en un acicate para otras muchas personas», señaló Pérez-Llorca.
Alzaga explicó que hasta ahora, los cuadros estaban colgados en su casa. «Aunque los teníamos en muy buenas condiciones de luz y temperatura, nunca es igual que en el propio museo», aseveró. «Le dijimos al Prado que cogiera los que quisiera de los que había en casa. Hay de otros pintores de nivel, pero por las características del cuadro o el tamaño eran menos importantes que los qu ehan seleccionado», apuntó el abogado. «Un propietario de obras de arte es un cuidador. Cuando compramos una obra, en lo último que pensamos es en venderla. No vemos los cuadros como objeto de consumo», precisó.
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