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Si por algo es popular Juan de Mongastón, además de por su fama como magnífico impresor, es por editar en enero de 1611 la 'Relación de las personas que salieron al Auto de la Fe que celebraron en la ciudad de Logroño, en siete ... y en ocho días del mes de noviembre de 1610 años, y de las cosas y delitos porque fueron castigados...». Gracias a esta crónica periodística tan pormenorizada, la quema de las brujas de Zugarramurdi es hoy mundialmente conocida.
Once años antes, el impresor francés afincado en Logroño ya dio muestras de su olfato empresarial y de su talento publicando la sabrosísima 'Relación de lo sucedido con la enfermedad de la peste, que en la Noble y Leal Ciudad de Logroño ha habido'. Puro humor negro español, contado como poesía y con una brevedad y una riqueza expresiva más que notables.
Escrita en verso y editada en cuatro hojas de cuartilla, la 'Relación' narra cómo, por sorpresa, irrumpe la peste en la ciudad, mientras se están festejando unas animadas celebraciones en honor al Papa, con festejos taurinos, otras diversiones y un buen número de forasteros llegados para la ocasión.
Explica Sagrario López Poza, profesora de la Universidade da Coruña, que el relato de Mongastón prosigue con el anuncio de las campanas tocando a muerto y de cómo los ciudadanos comienzan a recelar de la enfermedad: «Cuando van 14 muertos en muy poco tiempo, se asustan y salen despavoridos los forasteros, y los de la ciudad que pueden huyen al campo, pues recuerdan otra peste semejante hacía 34 años que fue devastadora. A pesar de ello, cuando llega el día de San Juan Bautista (24 de junio), han visto morir ya a muchos cientos de personas. Con inusitada gracia y dramatismo cuenta el narrador la carestía que se produce por la escasez de productos»:
Por el pueblo iban bramando
Buscando pan, otros huevos
Otros aves, y no hallando,
Era el lamentar al cielo.
Una gallina, ocho reales;
Diez maravedís un huevo,
Y faltaban para muchos
Según había de enfermos.
El 22 de julio, la epidemia comienza a remitir gracias a la intercesión de la Magdalena, de Santiago, de Santa Ana... Pero como en la ciudad no se ponen de acuerdo, debe el Ayuntamiento llevar a cabo un sorteo para decidir a qué santo agradecer el milagro. Al final, la afortunada es Santa Ana.
A la ciudad comienzan a regresar quienes habían huido al campo y la autoridad permite de nuevo que el vecindario pasee por las calles. También vuelven al debate algunos asuntos mundanos, como los nuevos matrimonios, ya que mucha gente había enviudado a causa de la enfermedad:
Ya no hay memoria de peste
Todo es tratar casamientos
Y tratar de los tres sanctos
A cuál celebrar de nuevo.
Y para la santa agraciada de curar la pestilencia, también hay rima:
Viendo la felice suerte
¡Viva Anna! Grita el pueblo
¡Viva la abuela de Christo,
contra la peste remedio!
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