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'Lo que la primavera hace con los cerezos' alberga en sus páginas a casi un centenar de grandes artistas con sus respectivas historias de amor, desamor o abandono. Su autora, Marta Robles, los clasifica en donjuanes, atormentados, los más negros, más promiscuos o más liberales, en mujeres fatales, maltratadores... Su intención con este ensayo era saber dónde está ese milagro extraño que convierte un buen trabajo en una obra de arte. Y ha dado con la respuesta. «Siempre lo había intuido, pero ahora estoy convencida de que ese milagro tiene que ver con la emoción», asegura. Este lunes es la protagonista del Aula de Cultura de LA RIOJA, a las 19.30 horas en el Centro Ibercaja (en directo a través del canal YouTube de UNIR y larioja.com)
– Para ilustrar la portada del libro ha elegido 'El beso' de Toulouse-Lautrec y para titularlo, un verso de Neruda.
– 'Lo que la primavera hace con los cerezos' es el último verso del poema 14 de 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' de Neruda, que completo dice: «quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos». Es muy difícil amar bien; los amores son posesivos, egoístas, oscuros, atrapadores... y, sin embargo, amar bien, que significa sacar lo mejor del otro, al igual que la primavera hace con los cerezos, es algo muy extraordinario. Quería plasmar en el título lo que para mí es el mejor amor, hacer florecer al otro. En cuanto al cuadro de 'El beso', tiene mucho que ver conmigo. Toulouse-Lautrec es uno de mis personajes 'atormentados', con una historia tremenda. Era enano, la sociedad lo rechazó y las prostitutas parisinas eran sus amigas, y ese cuadro es un reflejo del cariño de dos mujeres. Y me llama la atención que en el siglo XIX, cuando la homosexualidad estaba prohibida en Inglaterra y muy mal vista en Francia, el lesbianismo no se contemplaba ni existía, salvo que los clientes lo pidieran en los prostíbulos. Es una simbología de esa sexualidad diferente.
– La elección de los artistas que desfilan por su libro ¿a qué responde?
– Es absolutamente aleatoria, y no lo podría haber hecho sin haber leído sobre todos ellos a lo largo de mi vida. Es una mirada muy personal, pero quería poner los que me han tocado el corazón y la tripa.
– ¿Qué conclusión ha sacado sobre la relación entre amor y arte?
– La diferencia entre un buen trabajo y una obra de arte es la emoción, y la emoción emerge del sentimiento, y el sentimiento más poderoso del ser humano es el amor. Y en el caso de los artistas, que viven en permanente estado de zozobra, requieren de esa emoción e intensifican más sus amores y sus desamores para poder dotar a sus creaciones de ese sentimiento. Si te fijas en algunas de sus biografías, ellos echan aún más leña al fuego propio del amor.
– Como creadora, ¿en qué categoría de las que establece en su libro incluiría su forma de amar?
– En la de las 'mujeres fatales', sin ningún tipo de duda. En ella aparecen personajes como Salomé, Alma Mahler, Colette y Lilia Brik. Los hombres han determinado que las mujeres somos malas malísimas desde Eva y las mujeres fatales únicamente eran mujeres que no han aceptado las normas sociales establecidas por los varones y lo único que han hecho es amar a quien les ha dado la gana, cuando y como les ha dado la gana. Yo me incluyo en el grupo de las mujeres fatales y como creadora soy muy intensa. Tengo la suerte de tener una vida emocional muy equilibrada, pero eso no quita para mis sube y bajas de emoción e intensidad, y de una manera inconsciente creo que también le echo leña al fuego de la emoción.
– Entre sus personajes figura la riojana María Lejárraga, cuya capacidad intelectual y su feminismo se vieron solapados por su marido.
– La conocí por Vanessa Montfort, a través de sus ojos. Hay cosas que, como a ti, me resultan muy contradictorias, pero algunas las entiendo. Ella explicaba que hacía eso porque a través de su marido su discurso feminista llegaba a donde, de otro modo, no hubiera llegado. Pero hay trampas en las que cayó también. De hecho, cuando Gregorio Martínez Sierra la deja por otra y María firma ya con su nombre, contra quien primero se mete es contra la otra mujer, y es curioso que cayera en eso siendo tan inteligente y feminista. Pero bueno, las faltas que me inspiran más indulgencia son las del amor y creo que ella estaba locamente enamorada de su marido.
– Leyendo sus historias uno se reafirma en que la calidad humana y la artística no tienen por qué ir de la mano.
– No, desde luego, y la mayor de las pruebas está en el propio Neruda, para mí uno de los más grandes poetas en lengua castellana, pero que no solo abandonó a su mujer y su hija enferma sino que en sus memorias confiesa que violó a una menor. En este sentido, al final de libro hago un alegato en contra de la cultura de la cancelación. Primero, porque nos podemos equivocar en muchas cosas y segundo, porque si hay que castigar a alguien, que vaya a la cárcel o le retiren los derechos de su obra, pero su talento pertenece a la Humanidad. Es más, si mañana descubriéramos que Fleming era un asesino en serie no dejaríamos de utilizar los antibióticos.
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