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La Corona tiene este jueves una cita con la República. El rey Felipe VI inaugura, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la muestra dedicada Manuel Azaña que acoge la Biblioteca Nacional de España (BNE) hasta el próximo 4 de abril. El último y controvertido presidente de la II República Española, fallecido en el exilio hace 80 años, fue un gran intelectual y la muestra revisa este perfil. Pero también su lado humano y su labor como político y estadista, cargada de prejuicios, bulos y tópicos.
«Ofrece un retrato completo de Manuel Azaña en su triple dimensión, humana intelectual y política», confirma Ángeles Egido, biógrafa de Azaña, catedrática de Historia Contemporánea y comisaria junto al investigador Jesús Cañete de la muestra organizada por la BNE, Acción Cultural Española (ACE) y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática.
La presencia de Felipe VI en la inauguración es para Egido un momento «histórico y simbólico». «El rey quiere subrayar el nexo entre una democracia y otra. El proyecto azañista era equiparar a España con las democracias occidentales. 'La República será democrática o no será', dijo en 1930. Así que la presencia de Felipe VI subraya ese nexo entre una democracia que se fue y la que vino 40 años después». «Supone retomar la historia de España en el punto en el que se dejó», resume la comisaria.
«Poliédrica y no hagiográfica», según Cañete, la muestra recorre la labor de Azaña como ministro, jefe del Gobierno y presidente la República, su condición de prestigioso intelectual y las duras condiciones de su exilio, hasta su fallecimiento en la villa francesa de Montauban el 3 de noviembre de 1940. Sigue una secuencia cronológica desde su infancia y juventud en Alcalá de Henares, donde nació el 10 de enero de 1880, su traslado a Madrid y su papel en las etapas cruciales de nuestra reciente historia.
Entre las casi 500 piezas expuestas, procedentes de la BNE y de otras instituciones, destacan los 'cuadernos robados' de Azaña y la primera y la última bandera republicana. Por primera vez salen del Archivo Histórico Nacional los tres volúmenes de los diarios políticos y de guerra de Azaña sustraídos a Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña, en el consulado de España en Ginebra y que Carmen Franco Polo devolvió a Estado en 1996. Unos manuscritos con los que el franquismo alimentó la leyenda negra sobre Azaña y que se corresponden con el golpe de Sanjurjo y la visita a España del Jefe de Estado francés Édouard Herriot en 1932 y la masacre de anarquistas en Casas Viejas en 1933.
La primera bandera tricolor que ondeó en España fue la que se izó en el ayuntamiento de Éibar (Guipúzcoa) en la madrugada 14 de abril del 31. La última, la del batallón presidencial que el propio Azaña arrió en La Vajol (Girona) el 2 de enero de 1939. Fue su último acto en tierra española y pidió que le sirviera de mortaja a su muerte. No sería así. La requisaron la Gestapo y la policía española en Pyla sur-Mer y reapareció en 1984 en dependencias policiales de Madrid.
También se exhibe la estilográfica del estadista, la carta autógrafa y el telegrama que dirigió a Diego Martínez Barrio renunciando a su cargo de presidente de la II República, la mesa en la que firmó en el exilio su dimisión en 1939 y primeras ediciones de todas sus obras y traducciones.
Se han rescatado fotografías y grabaciones muy poco conocidas que permiten constatar la convincente oratoria de Azaña en sus mítines en los campos de Mestalla (Valencia), Lasesarre (Baracaldo) y Comillas (Madrid), «donde congregó a un millón de personas que pagaron su entrada para escuchar lo que tenía que decir, en lo que se considera la base de la victoria del Frente Popular en 1936», dice Egido. De «milagrosa» se califica la recuperación del manuscrito de 'Mi rebelión en Barcelona', texto que Azaña escribió durante su encarcelamiento en la Ciudad Condal en 1934 por alentar la declaración de la República catalana, hecho del que seria exculpado. También la propuesta de Salvador de Madariaga, embajador entonces en París, reclamando del Nobel de la Paz en 1933 para las Cortes Republicanas que redactaron la Constitución de 1931, que en su artículo sexto constata la renuncia de España a la guerra como instrumento político.
Quieren los comisarios que las generaciones más jóvenes conozcan el perfil «más amable» de un Azaña «tan admirado como vilipendiado y satirizado» y que «su pensamiento sigue vigente». Que sepan que defendió la causa aliada durante la Gran Guerra. Que conozcan su destacado papel en el Ateneo de Madrid del que fue secretario y presidente. Cómo colaboró en periódicos, dirigió la revista 'España' y fundó 'La pluma' y fue un notable traductor del inglés del francés y recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926 por su libro sobre Juan Valera.
Que en su dimensión política, fue Azña uno de los grandes valedores de la llegada de la República en 1931, con destacadas y controvertidas intervenciones en asuntos como el Estatuto de Cataluña, la Reforma Agraria, la cuestión religiosa o el voto de la mujer. «No en vano, se identificó a España con la República y a la República con Azaña y se le culpó del desenlace de la guerra civil cuando no de su mismo comienzo», concluyen los comisarios.
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