La variedad de Cómicos viaja de los aeropuertos a la chistera

Define la Real Academia de la Lengua al cómico como 'dicho de un actor'. El uso popular ha derivado su vinculación hacia y con la comedia, con papeles que divierten y hacen reír. Pero su espectro es más amplio y alcanza a todo aquel que sube a un escenario a representar un papel. A buscar compartir y provocar emociones. Es lo que defiende el colectivo Quatre Cats desde sus inicios hace más de dos décadas para su Muestra Nacional de Teatro Cómicos. Y esa variedad es lo que se puso en escena este fin de semana con doble cartel en la sala Florida de Alfaro: el humor hilarante, absurdo y gestual marca de la casa de Yllana con su última producción, 'Passport', y la suma de magia y humor que presentó el televisivo Jandro.

Fue el segundo fin de semana de este Cómicos 2023. Y transcurrió con dos obras diferentes en tres funciones: una de 'Passport' en la noche del viernes y doble función de 'La magia de Jandro' en la tarde del sábado. Y con magnífica respuesta del público hasta el lleno en ambas propuestas. Un público que, rompiendo la cuarta pared desde el inicio, fue protagonista también sobre el tablado del desarrollo de las dos obras.

El espectáculo 'Passport' empezó por el cierre de una obra. Con la escena final y los aplausos para 'Zoo', ese montaje de Yllana de hace tres lustros. Se echaba el telón y la compañía seguía la gira por todo el mundo. Actuando en cientos de escenarios, noche tras noche. Por supuesto, 'Zoo' también pasó por Cómicos, como casi todas las de Yllana, la compañía fetiche de la Muestra. De ese estar en gira, de las mil anécdotas, situaciones de incómodas a absurdas, surge 'Passport', en la que Yllana refleja las peripecias, desventuras y vivencias de una compañía en gira.

Lo hizo con sus códigos habituales, familiares para el público de Cómicos, que entró al juego en una ocasión más, entendiendo ese lenguaje ya establecido entre intérpretes y espectadores para, con una economía total de medios, contar la historia sin palabras... Eso sí, con mil gestos, onomatopeyas, efectos sonoros y lumínicos y la llamada a la imaginación desde lo absurdo. Los quebraderos de cabeza ante el control de aduanas, los devaneos para entender la carta de un restaurante en otro idioma o lo difícil de dormir en cama ajena, cada noche en un hotel. Situaciones llevadas al extremo con las que se identifica cualquier viajado y con las que el público disfrutó.

Tres cuartos en la primera función y lleno en la segunda fueron el ejemplo de las ganas de disfrutar de Jandro. «No hay argumento, solo magia y humor», advirtió desde el primer momento. Sencillo, pero muy bien hecho. Y efectivo. Contando con público de todas las edades para los distintos trucos, improvisando, sabiendo llevar la batuta de cada momento, atrapó a cada espectador, le hizo soñar, imaginar, preguntarse... Y disfrutar. Y aplaudir en pie.

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