Retrato de María Galiana en un teatro de Madrid. Óscar González

«Tengo entusiasmo, pero el escepticismo va por delante»

María Galiana | Actriz ·

Recibida en los hogares españoles como una más de la familia -lleva 19 años dando vida a Herminia en 'Cuéntame' (TVE)- María Galiana, 85 años, estrena el 19 de agosto en Mérida una 'Penélope' rompedora

ANTONIO ARCO

Domingo, 12 de julio 2020, 00:53

Hubo un tiempo, a raíz del inesperado y rotundo éxito de 'Solas', la película de Benito Zambrano por la que en 2000 logró el Goya a Mejor actriz de reparto, en el que María Galiana (Sevilla, 1935), se enfrentó a algo nuevo: llegaban mujeres, llegaban ... hombres, mayores y jóvenes, y la besaban. Le daban besos, la abrazaban, le pedían consejos, le contaban sus vidas. «Fue un tiempo en el que alguna vez tuve que decir, '¡hija mía, que no soy la Virgen de Fátima, no hago milagros!'», cuenta la popular intérprete, amante de los zapatos rojos y de la cerveza, no sé si en ese orden. Cumple diecinueve años dando vida a Herminia en 'Cuéntame' (TVE), y a sus 85 años, el 19 de agosto estrena en el Festival de Mérida, junto a Belén Rueda y a las órdenes de Magüi Mira, 'Penélope'. Ha pasado el confinamiento «encantada», en su casa sevillana, donde al igual que Machado tiene un patio del que disfruta de la paz y la sombra.

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- ¿Qué tiene usted muy claro?

- Que somos animales capaces de todo, y también que es muchísima la gente que tendría que estar dándole gracias a Dios por la situación privilegiada que tiene, y yo me incluyo, porque muchas veces nos quejamos de vicio en comparación a tanto sufrimiento como hay por el mundo. Personas que son como trapos, gente que ya no sabe si merece la pena luchar... Esos éxodos terribles que vemos, con tantísimos muertos en el mar. Hay tanta miseria en el mundo.

- ¿Cómo está?

- En cuanto a mi vida personal, en un momento magnífico porque he llegado a la vejez, a la madurez, a la tercera edad o como quiera llamarse, en una situación privilegiada respecto a otras personas con mis años. De todas formas, no dejo de pensar que, en fin, tengo poco tiempo por delante; esa es la verdad, que me queda poco tiempo. Estoy en un momento agridulce. Por un lado, alegría, y por otro reflexión en el sentido de que la vida es una cosa bastante transitoria, efímera. Pero yo, ahora, a mis 85 años, presumo de tener mucha edad y seguir al pie del cañón.

Vitalista militante

María Galiana, profesora de Historia en un instituto sevillano hasta su jubilación a los 65 años, madre de familia numerosa y actriz vocacional desprovista del pánico escénico, pero de carrera tardía y sigilosa, ama el cine: del 'Ladrón de bicicletas' a los dramones de Bergman y las películas del Oeste -'Centauros del desierto', de John Ford, por ejemplo-. De fuerte carácter, se transforma si quiere en el ser más insignificante del mundo; es vitalista militante y come de todo, con gozo y sin rechinar de dientes, pero utiliza sacarina para el café «muy cortito» que suele pedir.

- ¿Qué suele procurar?

-No darme importancia, aunque tampoco quiero pecar de falsa modestia. Yo he trabajado muy duramente en la vida.

- ¿Y cómo es?

- Una persona bastante adusta, bastante seca de expresión, brusca de carácter. Mis hijos se reían muchísimo de mí cuando me veían venga a dar abrazos a personas que no conocía de nada, como si fueran de la familia. ¡Pensarían que su madre es el doctor Jekyll y Mr. Hyde! (Risas). Recuerdo que cuando ensayaba con Juan Echanove 'Conversaciones con mamá', una función que él también dirigía, me decía: «¡Mira, María, eres mi madre, no eres Sancho Gracia haciendo 'Los camioneros'». O: «Pareces un puercoespín, chiquilla, ¡cógeme la 'manita' como la coge una madre, que como lo estás haciendo me la vas a destrozar!» (Risas). Quiero a la gente, pero muy difícilmente la beso. Con mis nietos, mis hijos, incluso con mi propio marido cuando vivía, yo no he sido besucona. Bueno, pero tampoco conviene desmitificarme demasiado...; lo que sí es cierto es que poseo una capacidad especial para meterme en otras vidas, para ponerme en el lugar de otros. Tengo una gran capacidad de transformación. Decía un amigo mío que puedo ser una médium estupenda, ponerme fácilmente en trance. También soy tolerante, la verdad; en mi casa no hay tabús para nada y cada uno hace lo que cree que debe de hacer, aunque existen una serie de virtudes, entre comillas burguesas, que parecen estar muy denostadas, pero que para mí son muy auténticas: el sentido del honor y el cumplimiento del deber, por ejemplo; por lo demás, soy una persona liberal que cree que el límite está en no lesionar los derechos de otras personas, en no hacerle una faena a nadie.

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- Cuando se viene abajo, ¿qué hace?

- Meterme en el cuarto de baño y ponerme a llorar a lágrima viva en el filo de la bañera; yo soy de las que me autoanalizo. Eso sí, muy rara vez lloro a lágrima viva, la verdad, porque soy muy dura, más dura que el pedernal. Una de las cosas que más me gustan es conducir. He pasado por momentos muy malos, de verdadera angustia, en los que he cogido el coche y me he ido por ahí a un pueblo, escuchando música y echando mis lagrimitas, y a la vuelta me he dicho: «¡Eh, mariquita, lávate la cara que aquí hay que poner la cena!». Debo de ser muy orgullosa, sí.

- ¿Con qué se emociona?

- Me emocionan muchísimo cantidad de cosas: desde una banda militar pasando por la calle, hasta la cara de un niño o de una persona mayor. Me emociono con mucha facilidad también, por ejemplo, leyendo; me meto dentro de los personajes y vivo lo mismo que ellos. Cuando, siendo jovencita, cayó en mis manos 'Madame Bovary', me quedé patidifusa. La lectura es un refugio fantástico.

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«¿Que si percibo desdén a los ancianos? La verdad, notas un desprecio condescendiente»

sus 85 años

«Decía un amigo mío que puedo ser una médium estupenda, ponerme fácilmente en trance»

su profesión

- ¿De qué huye?

- Procuro no confundir el culo con las témporas, tener las cosas lo más claras posible.

- De está 'Penélope' que propone Magüi Mira, ¿qué le sedujo?

-Por supuesto, la manera en la que está enfocado el personaje de Penélope, porque aquí se ha acabado la Penélope sumisa, que no tiene más horizonte en su vida que esperar la vuelta de Ulises. Por otra parte, mi personaje, la vieja Euriclea, es una aya con mando en plaza, que no es lo habitual tampoco. Tengo mi discurso propio, no soy la sombra de Penélope ni de Ulises, e incluso me enfrento al consejo de los nobles pendiente de que Penélope, de alguna manera, consiga ser la reina de Ítaca y no solo la esposa calladita que está dale que te pego todo el día tejiendo. Es un papelón el que hago (ríe). Lo primero que digo en la función es: «Nobles de Ítaca, jurad lealtad a la reina Penélope». Me enfrento a los nobles y les digo que se dejen ya de tonterías y de esperas. Ahora estoy centrada preparando muy bien el personaje, en plan como si estuviera preparando oposiciones.

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Confinada en Sevilla

- ¿Cómo ha llevado el confinamiento?

- He estado desde el primer día encantada en mi casa, aunque me da cosa decirlo porque la gente se va a creer que soy tonta. Me vine a Sevilla al día siguiente de que cerraran el Teatro Español, donde solo llevábamos cinco funciones de 'Diálogo del amargo', de García Lorca. Y en mi casa he estado todo el tiempo encerrada, no he salido ni a hacer la compra. He visto muchísimo cine, hasta tres películas al día, incluido todo Woody Allen, y me lo he pasado bomba. Yo es que no sé lo que es aburrirse. También es verdad que me puse yo misma en cuarentena, a raíz de una comida que tuve con un médico amigo mío que amaneció un día con el coronavirus. Me informaron de las precauciones que tenía que tener, me dijeron que no me iban a hacer la prueba y que estuviese muy pendiente por si tenía algún síntoma. No tuve miedo, yo sé que me tengo que morir algún día, pero lo que me da pánico es entrar en los hospitales. La verdad, creo que lo he pasado, el coronavirus.

«¿Que si percibo desdén a los ancianos? La verdad, notas un desprecio condescendiente»

Sus 85 años

«Creo que he pasado el coronavirus. No tuve miedo; sé que tengo que morir algún día»

la cuarentena

- Woody Allen, ¿qué piensa de quienes proponer no ver sus películas?

-Que no cuenten conmigo. Yo no juzgo, no sé si es verdad o no lo que dicen, ni siquiera entro. ¿Ha visto lo que ha pasado con la estatua de Fray Junípero Serra, pobrecito mío, que la han tirado? ¡Por favor! ¿Y qué hacemos con Velázquez, que tenía su esclavo negro? No se pueden juzgar las cosas pasadas con la mentalidad de hoy. ¿Quién le iba a decir a nuestros bisabuelos que, por ejemplo, íbamos a conocer el matrimonio homosexual? Tampoco es que me fíe mucho de lo que pueda decir Mia Farrow, fíjese. Ni tampoco digo yo que no haya podido estar Woody Allen muy perdido en una época de su vida, como lo pudieron estar Truman Capote y tantos otros. Y eso no quiere decir que si en un momento determinado tienen que purgar algunas de sus acciones, que lo hagan ante la Justicia, por supuesto. Que cualquier artista, a lo largo de su vida, haya cometido un delito de cualquier índole no quiere decir que yo tenga que abominar de su obra. La gente no es blanca ni negra, somos todos grises, y capaces de lo mejor y de lo peor. Mi intolerancia no llega a la censura, yo abomino de la Inquisición. No abomino de nadie, y desde luego no de las obras de arte.

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- ¿Una descreída total, dice?

- Ahora mismo sí, una descreída total. No me creo nada. Es que, por ejemplo, el nivel de la política en España es ínfimo. Son políticos de colegio, pero de colegio básico, muy básico. No hay altura, no hay pensamiento político de ningún tipo, todo es a ver quién se lleva el gato al agua, a ver cómo podemos decir cosas lo más denigrantes posible del contrario; y eso pasa tanto por un lado como por otro, lo cual, francamente, a mí me parece una barbaridad.

«Conduzco todavía»

- ¿De qué se está dando cuenta?

- De que tengo que luchar para sobreponerme a la vejez. Gracias a Dios, no he perdido reflejos, conduzco todavía y voy con el coche a todas partes. La pérdida de facultades propias de mi edad, en mí son muy cortas; pero ya me están entrando, porque antes no los tenía, unos leves miedos de no dar la talla, eso sí. No oigo bien, pero uso audífono, y veo estupendamente. He perdido la confianza ciega en mí misma; todavía la tengo, pero ya no ciega (risas)]. ¡Con 85 años ya está bien tener los primeros síntomas!

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- ¿Percibe cierto desdén contra los ancianos?

- Tú notas un leve desprecio condescendiente, ésa es la verdad. Yo he sido siempre muy torpe para los papeleos, para la burocracia; pues bien, si ahora tengo alguna torpeza en ese sentido, ya parece que no es por mi forma de ser, sino por la edad que tengo. Una mañana me quedé durmiendo más de la cuenta, frita totalmente, y no vea usted mi hija la mayor lo preocupadísima la pobre que llegó a mi casa, pensaba que me iba a encontrar muerta en la cama. ¡Y yo durmiendo como una bendita!

- Y España, cuénteme.

- Ay, no sé qué decirle. Hubo una época en la que pensé: «Me he equivocado de país, yo tenía que haber nacido en Alemania». Soy muy organizada, muy seria, muy puntual, amo muchísimo la disciplina...; me gusta la fiesta, pero muy bien organizada, y me molesta muchísimo, como le decía antes, esta política a base de insultarse, sin verdadero debate, sin propuestas y sin, como decía Anguita 'programa, programa, programa'. Pero ahora estoy viendo que todo el mundo deja muchísimo que desear. Mire a Putin, al presidente Trump, que es Chiquito de la Calzada, y así... Yo sigo teniendo entusiasmo por muchas cosas, pero el escepticismo está por delante.

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