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Ni siquiera durante la Guerra Civil cerraron los cines en España. Caían las bombas y las salas siguieron abiertas en Madrid y Barcelona cumpliendo una consigna gubernamental, como refugio físico, pero también como escape a una realidad atroz. El viernes 13 de marzo de 2020 ... no hubo estrenos. El coronavirus llevó a que durante ocho semanas todos los cines españoles cesaran su actividad por primera vez en la historia. El año anterior, las 3.395 salas del territorio nacional habían logrado sus mejores resultados de la última década: 105 millones de espectadores que se dejaron en taquilla 615 millones de euros. Netflix ya existía en nuestro país desde 2015, pero nadie tenía mucha confianza en un modelo de negocio que implicaba pagar por contenidos en una industria audiovisual diezmada por la piratería.
Cuando las salas reabrieron nada volvió a ser igual. A la ausencia de estrenos con tirón se unió el miedo del público, que curiosamente no lo experimentó al volver a llenar rápidamente los bares. Las restricciones de aforo, la obligatoriedad de la mascarilla y la prohibición de consumir alimentos y bebidas provocaron una catástrofe en las cuentas de los exhibidores, que calculan unas pérdidas de 446 millones de euros en 2020 respecto al año anterior. Apagar la máquina de las palomitas no es ninguna tontería. El margen de beneficio que obtienen los cines con la comida es incomparable con el de la película contratada con la distribuidora, que se puede llevar más del 60% de la taquilla. 100 gramos de maíz rondan los 40 céntimos, y una caja de palomitas se vende por 3,5 euros. Un beneficio del 900%.
La situación sanitaria fue mejorando y desaparecieron las limitaciones sanitarias, pero algo se había roto. Durante el confinamiento todos nos suscribimos a las plataformas de streaming para consumir audiovisual en casa como si no hubiera un mañana. Quien usaba Amazon se apuntó a Prime Video, las familias recurrieron a Disney Plus, los cinéfilos a Filmin y una inmensa mayoría se encontró de pronto con los inabarcables catálogos de Netflix, Movistar Plus y HBO Max a un clic del mando a distancia. ¿Quién necesitaba ir al cine? La ventana o lapso de tiempo existente entre que una película llegue a las salas y pueda verse en el televisor se acortó dramáticamente. Antes tenían que pasar 100 días, ahora 45. En Francia, la ventana es de 15 meses; en Italia, el Senado ha requerido al Ejecutivo que establezca un plazo de 90 días para ayudar a los cines a salir de la crisis.
El modelo de distribución que ha funcionado durante décadas ha saltado por los aires. Los pelotazos de Disney para llevar a los críos en vacaciones -'Mulan', 'Soul'- se estrenan directamente en su plataforma, sin que haga falta ya la publicidad y el prestigio crítico que tradicionalmente pertenecía a las salas. Habiendo demostrado ser uno de los lugares de ocio más seguros durante la pandemia, los cines siguen sin volver a recibir a un público adulto que hasta hace dos años acudía con asiduidad.
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Oskar Belategui
La Federación de Cines de España (FECE), que agrupa a más del 80% de las salas españolas, establece en un 42% la caída de la recaudación respecto a la media de los años anteriores a la pandemia (2017-2019). Y pide una ventana de 100 días como medida urgente y esencial para garantizar la recuperación de las salas, «piedra angular sobre la que se sostiene la industria cinematográfica en su conjunto».
«Veníamos de una situación buena de un sector que se paró de golpe. Y volverlo a arrancar exige un mayor esfuerzo», explica Luis Gil, director general de FECE. «A los espectadores les está costando regresar porque la pandemia cambió los hábitos. La situación socioeconómica que contrae el consumo tampoco ayuda», añade el portavoz de los cines, que echa en falta más promoción de las películas en un momento en que se multiplica la oferta audiovisual. «A la gente le ha desaparecido de la cabeza que el cine sea una opción, no sabe qué se estrena ni dónde. Hay que despertar el interés del público en una sociedad hiperestimulada, donde todos competimos por atraer la atención». Las plataformas, en su opinión, no son el sustituto de los cines, sino de la televisión. «Debemos convivir. Las plataformas son un agente más que ha sembrado de pantallas el hogar, la tele ya no es el centro de atención».
Enrique López Lavigne
Productor
'Avatar: El sentido del agua' es el último cartucho este año de los exhibidores, que para colmo sufren el Mundial de fútbol. Disney realizó el pasado 16 de diciembre el mayor lanzamiento de la historia en nuestro país con 1.983 pantallas, el 41,6% del parque de salas. Casi un millón de espectadores la vieron en su primer fin de semana. Según datos de la SGAE, la media de entradas compradas por habitante en 2021 fue de 0,86; solo dos comunidades, Madrid y Barcelona, superan esa mísera asistencia que no llega a una vez al año. El precio medio de la entrada fue de 6,04 euros. No es de extrañar que el 28% de los cines se encuentre en riesgo de impago, según datos de Insight View, que cuantifica en ocho puntos porcentuales el ratio de endeudamiento del sector para reforzar su capacidad financiera ante la caída de facturación por la pandemia.
«El cine sigue siendo la mayor fuente de ingresos en la explotación de una película. Por lo tanto, es difícil que cambie el modelo, sobre todo ahora que casi ha desaparecido el 'home video' y hay pocas televisiones que compren películas. Hay una transformación, pero no hay modelos en los que se haya demostrado que la explotación de una película dé más dinero en otras ventanas que el cine», recuerda Enrique Costa, presidente de Adicine, que agrupa a los distribuidores independientes de nuestro país, los que dieron oxígeno a las salas cuando no había 'blockbusters'.
Luis Gil
Director general de FECE
Al frente de Elástica Films, Enrique Costa reconoce que estamos en cifras «de 2013 y 2014» en cuanto a los resultados en taquilla. «Otra cosa son los gastos, que son los de antes de la pandemia y los resultados no acompañan». En la última Comic-Con de San Diego, certifica, ya no estaban los responsables de las majors que apostaron por las plataformas durante la pandemia y se volvió a hablar solo de estrenos en salas. «Fíjate cómo en los carteles pone 'exclusivamente en cines'. Deberíamos trabajar más conjuntamente distribuidores y exhibidores. Y hay que tomar medidas para atraer al público más joven, por ejemplo, que las películas de animación de los grandes estudios se vean en salas y no en plataformas. El Estado tiene que apoyar para que haya una educación y nuestros hijos tengan la costumbre de que les rompan la entrada en un cine».
La inmensa mayoría del aluvión de estrenos cada viernes no atraen al público. Las películas que han recibido subvención están obligadas a exhibirse en salas, de ahí que en el año que acaba hayamos tenido 700 estrenos. En un mismo viernes, pueden coincidir varias cintas españolas que se hacen la competencia entre sí. Hace dos fines de semana, solo Santiago Segura con 'A todo tren 2' hizo más de 800.000 euros. Hubo 72 largometrajes que recaudaron menos de 1.000 euros, lo que no cubre ni el coste de las copias.
«Es muy difícil profetizar hacia dónde vamos», constata el productor Enrique López Lavigne, que este año ha estrenado con éxito en salas 'La abuela' y 'Voy a pasármelo bien'. «Estamos intentando descubrir en esta apasionante hibridación del consumo en salas y casa cuáles son las películas que satisfacen a esos dos espectadores». Se trata de generar eventos que hagan salir al público de su hogar, ya sea porque hay que ver la película de la que todo el mundo habla -como ocurre con 'Avatar 2'- o porque el director asiste al coloquio. «El cine ha cambiado tras la pandemia. Seguramente muchas películas diseñadas para el gran público ya no lo son», observa López Lavigne, que aprecia un lento regreso de los espectadores a las salas a partir de octubre. De ahí, por ejemplo, el éxito de 'As bestas'.
Enrique Costa
Presidente de ADICINE
«En el top ten encontramos 6 ó 7 películas españolas, algo insólito», remarca el productor. «No vamos a volver a la situación prepandemia. El mercado está saturado y los productos se evaporan. No se puede sostener una industria con tantos estrenos semanales en salas y plataformas. Eso no es bueno porque la retención es mínima». López Lavigne vaticina una reordenación de las plataformas, en plena lucha por los suscriptores. «El bufé libre no alimenta. Poco a poco se reordenará el panorama. Y hay una reafirmación de que el evento se construya en la sala, que marca tu recuerdo frente a consumir trozos de series en el salón de tu casa».
Para Luis Gil, al frente de los exhibidores, los altos alquileres y el precio de la luz están detrás del cierre de algunas salas. «Pero el público está empezando a echar de menos los cines de barrio, podemos empezar a ver aperturas en el centro de las ciudades. Y una adaptación de las dimensiones de las salas en los centros comerciales para ser más eficientes». En su opinión, el cortoplacismo de las plataformas para obtener un rendimiento inmediato tiene las horas contadas. «De repente, volvemos a escuchar que el cine es un elemento necesario para explotar una película y después seguir haciéndolo en el resto de ventanas».
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