p. l. g.
Lunes, 3 de abril 2017, 15:31
El ático, la casa de Antonio Banderas, es, en expresión malaquí, para chillarle. Con un gusto cuidado al mínimo detalle, con una sobria y bien elegida colección de obras de arte, muebles muy cómodos y modernos, la casa tiene todos los detalles que ustedes puedan ... imaginar como homenaje a Málaga: las cinco bolas de calle San Juan están en el pasillo que va al dormitorio de Banderas, en el eje de la escalera de caracol, numerosas pequeñas esculturas de Chema Lumbreras. Arriba, en la maravillosa terraza, única posiblemente, que divisa Málaga en sus cuatro puntos cardinales, la Alcazaba, Gibralfaro, el Teatro Romano, el Museo Picasso, la catedral, la torre de San Juan, calle Alcazabilla... Al sur, el mar Mediterráneo, con el puerto; al norte, calle de la Victoria, el Monte de las tres Letras.
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El obelisco de la plaza de la Merced resurge en alguna que otra esquina. Sobre un pequeño estanque con agua, versos de Manuel Alcántara con los que el actor se emocionó al anunciar en el Albéniz que había sufrido un infarto, un extracto del poema Por la mar chica del puerto, grabada en la pared blanca con la misma grafía del poeta y articulista de Vocento: A la sombra de una barca/ me quiero tumbar un día;/ echarme todo a la espalda/ y soñar con alegría.
El cubo del Pompidou también aparece representado, con los colores que adornan el original del puerto, que permite la entrada y/o salida de la terraza. A la derecha, la pérgola del Palmeral de las Sorpresas, a la izquierda un guiño al Málaga Cinema, y en un mostrador que simula una barra, escrito en tiza, como en la Antigua Casa del Guardia (típico bar de vinos de Málaga): el total, 36, corresponde a la suma del día, el mes y el año en el que adquirió ese ático. King Kong se cuelga de La Equitativa (torre malagueña) y revolotea la paloma de Pablo Picasso.
La cocina no es muy grande, pero con una funcionalidad que abruma. Tiene en su estudio un rincón cofrade, y un gimnasio, y un estudio de grabación. Han sido dos horas de entrevista. Antonio, relajado como pocas veces, comienza a pelar pistachos: «Me tengo que cuidar, y los pistachos y las nueces son buenos para lo mío». Lo suyo es un corazón más grande que su propia terraza, que ya es decir.
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