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Óscar Bellot
Sábado, 24 de octubre 2015, 18:50
La actriz Maureen O'Hara, ganadora del Oscar honorífico en 2015, en reconocimiento al conjunto de su brillante carrera, ha fallecido a los 95 años, según ha confirmado su familia a través de un comunicado. "Con nuestro corazón lleno de dolor os compartimos la noticia ... de que Maureen O'Hara ha fallecido hoy mientras dormía por causas naturales", reza el texto publicado en el periódico 'The Iris Times'.
La pelirroja O'Hara se hizo con un lugar destacado en la historia del séptimo arte merced a títulos como '¡Qué verde era mi valle!', 'Simbad el marino' o 'El hombre tranquilo', entre otros.
Nacida en Ranelagh (Irlanda) el 17 de agosto de 1920, O'Hara, que andando el tiempo se ganaría el apodo de 'la reina del technicolor', dio muy pronto sus primeros pasos en el mundo de la actuación, pasando por programas de radio y teatros infantiles. Fue a finales de los años treinta cuando hizo su primera incursión en la gran pantalla con un musical de Walter Forde titulado 'Kicking the moon around'. Un año después era Alfred Hitchcock el que la reclutaba para 'La posada de Jamaica', adaptación de una novela de Daphne Du Maurier cuyo cabeza de cartel era Charles Laughton. Fue este último quien, arrebatado por la belleza y el talento de la joven, le pondría el nombre con el que se convertiría en una leyenda de Hollywood.
La intervención del protagonista de 'La vida privada de Enrique VIII' (Alexander Korda, 1933) resultaría también capital para que la irlandesa entrase en la nómina de Mayflower Pictures. Por entonces las compañías cinematográficas atrapaban a las incipientes estrellas ofreciéndoles contratos por años, como ocurre hoy con las promesas del deporte. O'Hara firmó por siete y selló su destino.
El debut en la meca del cine llegó de la mano de la RKO. Fue con 'Esmeralda la Zíngara', versión del relato de Víctor Hugo 'El jorobado de Notre Dame' que firmó el alemán William Dieterle y el que Laughton adoptaba el rol de Quasimodo. Aquella película le abriría definitivamente las puertas.
La 'reina del technicolor'
Se convirtió en una de las grandes estrellas del cine de los cuarenta y los cincuenta. John Ford le brindó numerosas oportunidades, muchas de ellas junto a su actor fetiche, John Wayne. Junto a este se dejaría ver en largometrajes como 'Río Grande' (1950), 'El hombre tranquilo' (1952), 'Escrito bajo el sol' (1957), 'El gran MacLintock' (1963) y 'El gran Jack' (1971). Cinco colaboraciones que cimentarían una de las parejas cinematográficas más populares de mediados del siglo XX. Ambos tejerían una de las escenas más románticas que se recuerdan, aquella que se desarrollaba durante una noche de tormenta en 'El hombre tranquilo'.
Dejó su impronta en clásicos como '¡Qué verde era mi valle!' (John Ford, 1941), 'Esta tierra es mía' (Jean Renoir, 1943) o 'Simbad el marino' (Richard Wallace, 1947). Sin olvidar 'La isla de los corsarios' (George Sherman, 1952), 'Lady Godiva' (Arthur Lubin, 1955) o 'Tú a Boston y yo a California' (David Swift, 1961).
Los estudios la adoraban, al igual que un público subyugado por su espectacular cabello pelirrojo. Pero a mediados de los sesenta optó por alejarse de la gran pantalla. Volvería más tarde, pero ya con papeles secundarios, muy alejados de aquellos roles estelares que le valieron un hueco en el corazón de los cinéfilos. Su último trabajo llegó en el año 2000. 'El último baile', una película para televisión en la que ponía rostro a una mujer llamada Helen Parker.
Casada en tres ocasiones, tuvo una única hija, fruto de su matrimonio con Will Price. Siempre se le resistió la estatuilla, hasta que en 2015 la Academia de Hollywood decidió recompensarla con un Oscar honorífico que vino a restañar la herida. Se hacía justicia por fin con una mujer que ni siquiera había disfrutado de una nominación. Una ausencia demasiado notable en la historia unos galardones pródigos en grandes olvidados y que no siempre reparan a tiempo su error. Por unos pocos meses no fue esta la suerte de O'Hara, una mujer que dejó honda huella en la retina de los espectadores, y por mucho más que su magnífica cabellera.
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