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Jorge Barbó
Sábado, 21 de febrero 2015, 07:28
"Un gran pene conlleva una gran responsabilidad". "Llevar pareja a una boda es como llevarse el cadáver del ciervo a una cacería". "Una novia es como una mala gripe, desaparece tras un par de semanas en la cama". El rosario de perlas, que pasan ... de largo esa fina línea de la corrección, cuelga del cuello encorbatado de Barney Stinson, el canalla pervertido en la serie 'Cómo conocí a vuestra madre', aquel personaje que le encumbró. Y, sí, le encasilló de refilón. Ahora Neil Patrick Haris cambia el traje de entrañable depredador sexual por el smoking de maestro de ceremonias del evento más rutilante del 'show business' mundial. Este domingo será el encargado de conducir la gala de los Oscar de 'Boyhood' y 'Birdman' con 'El Francotirador' de Mr. Clint vigilando de cerca. Todo, con sus números musicales y sus inevitables parodias y con la difícil tarea de superar los selfies planetarios de Ellen DeGeneres. Va a ser legendario.
Douglas Fairbanks y William C. deMille fueron los pioneros en ejercer como presentadores en la gala de las galas de todas cuantas se celebran con olor a celuloide. Aquello tuvo lugar en un Hollywood prendado por Gary Cooper y el asunto se resolvió en media hora, en el Hotel Roosevelt, ante un auditorio de poco más de 300 celebrities que apuraban los últimos sorbos de los locos años 20. 86 galas, con su conveniente legión de estatuillas doradas después, será Neil Patrick Harris quien se suba al escenario del Dolby Theatre para ejercer de maestro de ceremonias de una ceremonia que concita el interés de millones de personas. Y de críticas. Harris se enfrenta a todo un papelón, capaz de hacer tambalear sólidas carreras, y sobre el que planean inevitables comparaciones que (casi) siempre gana Billy Cristal y su legado de 'gags' entre soporífero discurso y lacrimógeno agradecimiento.
Pero la tela del smoking del rubísimo showman lampiño está más que curtida en esto de bregar con saraos donde brilla la lentejuela y reluce la vanidad. De 2009 a 2013 pasó a ser presentador, casi en nómina, de los Tony, los galardones que reconocen lo mejor de la escena estadounidense, con cuatro galas que firmó a golpe de caderas y que dejaron momentos como ese duelo de titanes armados de pasos de claqué que se marcó con Hugh Jackman. También ha ejercido con nota de catódico anfitrión de los Emmy, los premios de la academia de televisión norteamericana. Brillante, ácido, irónico, despierto y con un sentido del espectáculo sin parangón, aunque la apuesta por el bueno de Neil parezca tener menos quilates que alguno de sus predecesores, lo cierto es que puede entonar una gran noche. Porque sí, el chico también canta.
A pesar de las pullas endogámicas que el presentador de turno suele lanzar al patio de butacas (este año el chiste recurrente de la soltería de Goorge Clooney ya no sirve), los organizadores de la ceremonia suelen apostar por un humor más o menos blanco, que tampoco desbarre demasiado de los límites que impone la corrección yanqui. Pero con él todo puede ocurrir. "Quiero hacer humor inteligente, que muerda si hace falta", aseguró sin despeinarse como advertencia, aunque los cuchillos afilados no van con él. "No me interesan las bromas que hagan que la gente se sienta mal consigo misma", aclaró. Lo suyo son más los bailes, las piruetas, los brillos y las canciones con doble sentido.
En la pasada edición, la gala fue seguida por 43,7 millones de espectadores, un 8% más que el experimento con gaseosa de Seth Macfarlane. Pero los organizadores quieren más. Hay quien asegura que la primera opción pasaba porque DeGeneres repitiera, pero el movimiento en favor de Patrick Neil Harris ha sido interpretado por muchos como una estrategia para recuperar a la audiencia más joven de los Oscar. Tras su paso por 'Cómo conocí a vuestra madre', esa versión 2.0 de 'Friends', el actor, que este año también se ha dejado ver en la inquietante 'Perdida' de David Fincher, el tirón entre los que no conciben la televisión si no es fragmentada en Youtube, es incuestionable. En su cuenta de Twitter se agolpan 13,4 millones de seguidores y 1,4 millones de fans miran con lupa las fotos que cuelga en su Instagram.
En el álbum social de Harris brillan con luz propia los mellizos Gideon Scott y Harper Grace, rubísimos y monísimos. Son los retoños del actor y su esposo, el también actor David Burtka. Porque sí, es gay. Aunque el personaje que le ha convertido en uno de los actores más famosos de la pequeña norteamericana rezumaba una heterosexualidad desbocada, el flamante presentador número 76 de los Oscar presume de idílica familia homosexual. "Estoy ciertamente orgulloso de decir que soy un hombre gay satisfecho con mi situación y viviendo una vida plena", aclaró en una entrevista para la revista People en 2006 por si quedaba alguna duda de su opción sexual.
Aunque contrajo matrimonio con Burtka el pasado verano, su relación se remonta a casi una década atrás y hace ya cuatro años que anunció, precisamente en el magazín de su antecesora en los Oscar, que iba a ser padre de dos niños. Desde entonces, no ha parado de compartir fotos de familia feliz, con los críos comiendo palomitas mientras ven una peli en el sofá, acurrucados a sus dos papás, en tiernos abrazos y disfrazados. Porque los Burtka-Harris son muy de disfrazarse. El pasado Halloween sorprendieron a sus seguidores de Instagram con su prole a lo Batman con la que los actores quisieron transmitir la imagen de una familia feliz. Normal. Como las demás.
Con 41 años a las costillas, desde que viniera al mundo en Albuquerque entre los platos y pucheros del restaurante familiar hasta ahora, convertido en una de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista 'Time', el polifacético artista (canta, baila y ¡hace números de magia!) ha fraguado una carrera sólida en la que, para ser honestos, tampoco abundan títulos de calidad más allá de sus papeles televisivos. Pero ¡ey!, esto son los Oscar y aquí se viene a hacer reír, a cantar, a bailar claqué, a brillar y a hacer brillar. Sí Barney, va a ser l-e-g-e-n-d-a-r-i-o.
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