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El arte rupestre empezó a mostrarse en los museos hace apenas un siglo. Y del viaje milenario de las primitivas expresiones artísticas de las cavernas a las salas museísticas trata la exposición 'Arte prehistórico. De la roca al museo' que acoge hasta el 31 de ... julio el Museo Arqueológico Nacional (MAN). Recorre casi 20.000 años, del Paleolítico Superior a la Edad del Bronce. Salta luego al siglo XX y al XXI para conmemorar el centenario de la exposición 'Arte prehistórico español' de 1921, un hito para el conocimiento y la difusión del arte prehistórico y la toma de conciencia sobre su importancia.
Inspirándose en aquella pionera muestra que la Sociedad Española de Amigos del Arte dedicó al arte rupestre español «se reflexiona sobre la contextualización del arte de la prehistoria en el ámbito museístico a través del ejemplo del propio MAN» según el criterio de los tres comisarios de la muestra: Eduardo Galán, Ruth Maicas y Juan Antonio Martos.
La exposición de 1921 llevaría el arte prehistórico a los museos, «primero a través de representaciones pictóricas que, con el tiempo, evolucionarían a fórmulas más complejas, mostrando el ambiente en el que este arte fue creado», explican los expertos. Aquella muestra «constituye el hito fundacional de un camino que aún recorremos: la musealización del arte rupestre». «Supuso el inicio de la difusión a gran escala del arte más antiguo creado por los seres humanos, reuniendo dos décadas de trabajo de documentación y estudio de investigadores españoles franceses y alemanes gracias a quienes reconocemos hoy el arte rupestre como uno de los más indiscutibles patrimonios de la humanidad», destacan los comisarios.
Han reunido más de 250 piezas procedentes de las colecciones del MAN y de instituciones como los museos del Traje y de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander. Entre todas, destacan los lienzos que reproducen los animales de Altamira, las imágenes más representativas del arte rupestre español, realizadas por Juan Cabré y Francisco Benítez Mellado pocos años después de la difusión del descubrimiento de Marcelino Sanz de Santuola, y que se exponen por primera vez en 70 años. También el original para el cartel de la histórica muestra de 1921 en el que Benítez Mellado jugó ya con el icono del bisonte de Altamira y los cazadores paleolíticos. Hay también herramientas, ídolos, objetos cerámicos y estelas grabadas halladas en las cuevas y sus entornos.
Recorriendo sus cinco secciones la muestra desvela los orígenes del estudio del arte prehistórico, surgido por el interés que suscitaron los hallazgos de Altamira. «A principios del siglo XX el arte rupestre, con la excepción de Altamira, estaba reservado a los iniciados y los estudiosos, hasta que la exposición de 1921 lo cambia todo con la innovadora reproducción de las pinturas a tamaño real y con sus colores que ahora exhibimos», dice Eduardo Galán.
Además de explicar la musealización del arte prehistórico, la exposición analiza la importancia de su conservación en su contexto original. Recorre un siglo en el que se pasó de presentaciones estáticas de piezas y reproducciones a dinámicos montajes audiovisuales y a sistemas de reproducción y conservación de alta tecnología que salvaguardan a unas pinturas fragilísimas que han sobrevivido durante milenios.
«Hoy disfrutamos de una museografía inmersiva, de maravillas como la reproducción de los techos de Altamira en el MAN o la neocueva de Cantabria, junto a la original. De las réplicas de cuevas francesas como Lascaux y hasta de parques temáticos como el de Teverga, en Asturias, para ver réplicas prehistóricas» se felicita Eduardo Galán.
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