El Manuscrito Voynich es el único libro del mundo que hasta la fecha no ha podido ser descifrado. Ni los criptógrafos ni los ordenadores más potentes del mundo han logrado desentrañar sus secretos y, desde su redescubrimiento en 1912, trae de cabeza a lingüistas de ... todo el orbe. De autor desconocido y escrito en el siglo XV, el enigmático ejemplar se conserva en la biblioteca Beinecke de la prestigiosa Universidad de Yale, en Estados Unidos, donde se guardan algunos de los libros más raros.
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Su misterioso texto, escrito sin puntos ni comas en un alfabeto desconocido, va acompañado de ilustraciones de mujeres desnudas, coloridas plantas que los botánicos no han podido catalogar y constelaciones astrales que los astrónomos tampoco han logrado identificar.
La fascinación por la alquimia y la magia que desprende el Voynich sigue intacta 600 años después. Considerado el libro imposible, las interpretaciones sobre su contenido desbordan la imaginación... y se ha especulado con que su autor sea desde Leonardo Da Vinci al mismísimo Nostradamus, el de las profecías, quien sumaba a su afición por la astrología, la criptografía y la botánica. Los más friquis han llegado incluso a considerar el libro como un legado extraterrestre y ante la aparente incoherencia del Voynich se ha sugerido incluso que se trata de una broma. El caso es que su contenido se sigue intentando descifrar sin éxito.
Su último propietario, antes de la llegada a Yale, fue el polaco Wilfrid Michael Voynich (de ahí el nombre del códice), un próspero librero afincado en Nueva York y siempre a la caza de rarezas literarias. Se cree que Voynich adquirió el manuscrito en la biblioteca de un colegio jesuita en la Toscana italiana, previo paso del original por la biblioteca secreta del Vaticano.
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En 2016 una pequeña editorial burgalesa, Siloé, especializada en facsímiles medievales, logró que la universidad guardiana del libro la escogiera entre aspirantes de todo el mundo para clonar el Voynich. Tras sellar su acuerdo, Siloé realizó una edición de 898 ejemplares únicos, con un coste que se acercaba a los ocho mil euros por pieza. La clave de su éxito la sitúan en la «exactitud milimétrica» de sus reproducciones. Copiaron hasta las irregularidades de las páginas de papiro o las rugosidades y dobleces de las encuadernaciones. Una veintena de profesionales y artesanos trabajó durante dos años en la reproducción exacta del Voynich y sus 252 páginas, con folios desplegables a todo color.
Pues bien, la editorial Siloé, ha presentado este jueves una curiosa carta original y manuscrita en papel de hilo, dirigida en febrero de 1931 por la esposa de Voynich, la novelista irlandesa Ethel Lilian Voynich (1864-1960), a Eleanor Marquand, que era toda un autoridad en el ámbito de la representación y simbolismo de las flores y los árboles en el arte.
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Los editores de Siloé, Pablo Molinero y Juan José García, hallaron la carta en el interior de un libro que habían adquirido para su museo Voynich de Burgos. Se trata de una obra del profesor William Romaine Newbold, uno de los investigadores que trataron de descifrar el manuscrito. «En el interior del ejemplar -además de interesantes recortes de prensa antiguos relacionados con el códice- apareció una importante carta original y manuscrita dirigida por Ethel Lilian Voynich a Eleanor Marquand, una experta investigadora de botánica medieval», cuenta Juan José García.
En la carta, Ethel Lilian Voynich muestra su vivo interés por los dibujos de plantas del códice. «Es una carta personal de la esposa de Voynich que muestra cómo ésta se implicó, una vez fallecido él, en la investigación sobre el manuscrito», señala García.
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A su juicio, es un hallazgo de gran importancia para el seguimiento de la historia moderna del manuscrito «que va a dar la vuelta a la comunidad Voynich internacional». García añade que el museo se enriquece así de forma muy especial con una «relevante» pieza de valor histórico y documental, y que, al decir de los expertos, es uno de los escasísimos documentos que pueden encontrarse sobre el tema al margen de la biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale, que conserva el libro original. Posiblemente, la carta no ayudará a desentrañar los enigmas del Voynich, pero seguro que da alas al más misterioso de los libros del mundo.
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