En la España de la cartilla de racionamiento se pasaba un hambre canina. Salvo las chicas topolino y unos cuantos privilegiados más, todo el mundo andaba con las tripas vacías. Pese a que la propaganda usaba el calendario de los «años triunfales», faltaba el carbón ... y la gasolina, el país estaba poblado de tísicos y en los suburbios de las ciudades del extrarradio la gente se hacinaba en medio del barro y los detritos.
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Fue en esos tiempos, en 1947, cuando nació Carpanta, un hombre de barba rala y apetito feroz que apareció por primera vez en la revista 'Pulgarcito'. El tipo que sueña con pollos volanderos cumple tres cuartos de siglo y para celebrarlo Ediciones B publica 'Carpanta 75', un volumen que recopila páginas y viñetas que el historietista Josep Escobar (1908-1904) dibujó durante más de tres décadas.
Mucho tiempo ha pasado desde que el hombrecillo salido de la imaginación de Escobar irrumpió en los tebeos de la legendaria editorial Bruguera.
Cuando el personaje vio la luz, entonces todavía sin nombre, se presentó en casa de una baronesa vistiendo harapos en demanda de sobras de comida. La señorona, que había organizado un banquete para 13 personas, ordena al mayordomo que se invente algo a fin de sortear el mal fario del número de la mala suerte, así que el criado sale del paso engalanando al mendigo con frac y chistera. Si alguien le preguntaba, el indigente debía decir que era un marqués búlgaro.
Ya en su presentación, Carpanta da muestras de una gula atroz: se agencia una fuente de canelones, trasiega a morro una botella de vino, trata de ligar con una comensal y se columpia en una lámpara de araña como si fuera Tarzán de los monos.
Carpanta, hijo de la edad dorada del tebeo humorístico de posguerra, nació en el momento más feroz de la censura franquita. Si a los guardianes de la moral se les pasó por alto la crítica acerada que representaba el hambriento es porque siempre vieron en los tebeos una publicación destinada al público infantil y juvenil, al que atribuían una pobre inteligencia y un sentido crítico inane.
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Escobar, un dibujante que fue juzgado y encarcelado en la prisión Modelo de Barcelona al acabar la guerra, aprovechó el despiste de la censura para dar rienda suelta a su vena satírica. El éxito del tragaldabas más encantador del tebeo español fue una especie de justicia poética para Escobar, que había sido depurado de Correos y que estuvo sometido a un régimen de libertad controlada después de salir de prisión por alinearse con la II República.
El padre de Carpanta pertenece a una estirpe de colosos de la historieta: los genios de la llamada Escuela Bruguera, que tiene entre sus señas de identidad las historias de una sola página, coletillas y frases hechas y la acción y violencia en el desarrollo de las tramas. Si Francisco Ibáñez alumbró a 'Mortadelo y Filemón'; Manuel Vázquez hizo lo propio con 'Las hermanas Gilda', Escobar se inventó a Carpanta, un personaje cuya filosofía de vida se basa en el 'ñam, ñam, ñam'.
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Josep Escobar fue autor además de los hermanos Zipi y Zape y de las series 'Blasa, portera de su casa', 'El mago Assieres' y 'El profesor Tenebro', de 1957, y 'Doña Tomasa, con fruición, va y alquila su mansión, aparecida dos años más tarde'.
Los harapos del principio fueron sustituidos por la indumentaria que le hizo eterno: levita, alzacuellos, pajarita y canotier. En el prólogo, Paco Roca asegura que Escobar descolló como un dibujante prodigioso, de «trazo elegante, sintético, dinámico y de una gran ternura». Hombre inquieto y cultivado, impartía clases de dibujo, hizo sus escarceos como dramaturgo y fue un pionero de la animación española.
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El volumen incluye dibujos inéditos de Escobar y reproducciones de páginas originales de Carpanta, cedidos por los herederos del artista.
El personaje era en apariencia inocente, pero en realidad tenía una carga de profundidad tan potente como la goma 2. Conforme la censura se fue recrudeciendo sobre las publicaciones infantiles a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, Escobar tuvo que atenuar su discurso crítico. El hambre insaciable mudó en apetito. No en balde, uno de los epígonos del Movimiento Nacional había proclamado por esos años que «en la España actual nadie pasa hambre». Por añadidura, las trampas y argucias que empleaba Carpanta para procurarse alimentos no eran vistas con buenos ojos por unos censores que predicaban las virtudes católicas a machamartillo.
Carpanta es por lo demás un personaje muy español. Su temperamento se inscribe en la tradición de la picaresca del Siglo de Oro. El comilón del tebeo de posguerra, al igual que sus antecesores en el siglo XVII, lucha por sobrevivir en un país sumido en la pobreza. Y para conseguirlo, todos los medios son válidos.
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