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Puede que este no haya sido el mejor concierto de Tulsa y, aún así, ha sido un caramelo de esos que permanecen largo tiempo en el paladar, aún después de haber sido digerido. Apenas 50 minutos de actuación y una docena de canciones, alguna de ... ellas accidentada, pero todas de una calidad y una intensidad, sobre todo emocional, bárbara. Tulsa, que es Miren Iza, ha actuado en principio en solitario con su guitarra y, después, en la segunda parte del directo, junto al batería Álex Moreno, quien también ha disparado algunos 'samplers'. El repertorio elegido ha presentado una mayoría de canciones de los dos últimos discos de Tulsa, dejando fuera algunos temas más crudos y fuertes.
Logroño sufre de un mal endémico y es que el público habla, y mucho, en los conciertos. Demasiado. Y en locales como un bar restaurante como el Wine Fandango, y en el horario del ciclo 'Matinales con Estrella', más. Y en directos de pequeño formato, íntimos, eso casa igual que el agua y el aceite. La propia artista se ha preguntado: «¿Se puede sonorizar eso?», en referencia a la parte del local que, más centrada en la barra y el vermú que en la música, imprimía un incómodo murmullo. Pero la protagonista debe ser Tulsa, una compositora valiente, que expone sentimientos que pocas veces se han visto en boca de una mujer en el panorama musical nacional. Cualquier hombre se derretiría porque le dedicaran una canción como las suyas, tan ásperas y, a la vez, tan delicadas, llenas de verdad, verdaderas.
También hay que reconocer que tiene cierto atractivo que detrás del artista funcione la cocina del restaurante, donde los cocineros trabajan en pulcro silencio despiezando un pescado o preparando el picadillo. Hay cierta contraposición entre esos dos trabajos, los entresillos y el resultado. Tulsa ha ofrecido, en principio, quizá un plato frío, aunque después, sobre todo en compañía de Álex Moreno, el guisado ha ganado con el calor. Canciones como 'Bilbao' y 'Centauros' son algunas de las mejores composiciones de la guipuzcoana, aunque en el segundo tuviera que comenzar de nuevo al equivocarse en la entrada («¡Malditas máquinas!», exclamó) y finalizara con el teclado de Álex Moreno en el suelo al resbalar con el traqueteo del ritmo.
Hay una parte del arte, el popular, que es pienso para perros, que no alimenta. Son esos artistas (escritores, pintores, músicos) que a menudo salen mucho en televisión. Hay otros, mucho más desconocidos, más preocupados por hacer algo que valga la pena, como Tulsa. Sus canciones pinchan, sacuden, hacen pensar. No es la única, por supuesto, hay más. Pero, por ejemplo, uno de los músicos de Vetusta Morla, en anonimato, siguió su concierto y les ayudó a recoger. Y siguiendo a Vetusta Morla hubo 4.000 espectadores en el Palacio de los Deportes de La Rioja. Hay cosas que significan mucho aunque parezcan poco. Y Tulsa, su concierto, aunque no fuera perfecto, ha significado mucho para el Wine Fandango y para el festival Actual 2019.
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