Cara a cara

Brühl también interviene como actor principal dando vida a un astro del cine teutón que, de camino al aeropuerto para viajar a Londres con motivo de una importante audición para su lanzamiento como estrella internacional, se detiene en su bar de rutina a tomar un café. Aquí se encuentra a un lugareño que le interpela por cuestiones baladís que progresan hacia diálogos ásperos y los dos hombres chocan de manera violenta.

La acción del largometraje se desarrolla prácticamente en el interior de la cafetería y la tensión del drama se mantiene alerta gracias a la erizada pugna dialéctica que sostienen las dos figuras enconadas. Justo es destacar el paso adelante que da Daniel Brühl al desarrollar su personaje desde un tono sarcástico que acierta a caricaturizar a un divo que en el esplendor de su carrera revela inquietantes claroscuros que rebajan su endiosada figura.

El local de copas se convierte en un ring con el enfrentamiento de dos tipos que no se conocen de nada y uno de ellos inicia un hilo de comunicación para provocar a su rival, llevarlo al rincón, zarandearle y sonsacarle verdades arteramente ocultas.

Con apenas cinco actores, Brühl monta una incisiva comedia negra que va de menos a más y su fuerza radica en el desenmascaramiento de un sujeto que esconde detrás de su rol de hombre famoso y reconocido un puñado de maniobras en las que las apariencias engañan.

El tema de la apariencia como fachada reputacional se mezcla con alusiones al descrédito a la celebridad y apuntes como el compadreo de las dos Alemanias, la desigualdad social, el desorden sentimental y la angustia por la vejez.