«Canto a Lorca y a las mujeres que cantaban a sus niños»

– ¿Ha madurado el espectáculo desde su estreno?

– Lo hemos ido haciendo cada vez más nuestro y dejamos que fluya más aún. Se nos va apoderando la palabra y la música de Lorca.

– Entonces, ¿tus canciones son ahora aún más lorquianas?

– Lorca decía que era difícil llevar al papel las canciones del pueblo y yo he tenido que hacer el proceso inverso: volver a cantar del modo más popular posible lo que Lorca escribió. He tratado de entender a Lorca para que el resultado no sean simples cancioncillas y lo he hecho, primero, investigando y, después, sintiéndome muy libre para interpretarlas a mi manera.

– Es una pequeña obra de arte.

– Nuestra apuesta desde el principio fue hacer algo muy sobrio, yendo a la esencia de las cosas. No pretender grandes artificios, sino cosas sencillas que lleguen.

– ¿Esa esencia es la poesía?

– Hemos prescindido de algunas cosas circunstanciales del texto original y nos hemos quedado con lo más poético. Ese es siempre el estilo de Ultramarinos de Lucas. En mi caso, yo he querido cantar de la forma más desnuda posible, como cantaría una madre. Canto a Lorca pensando que represento a aquellas mujeres que cantaban a sus niños, fueran hijos suyos o no. Este espectáculo es un homenaje a Lorca, pero también a tantas mujeres anónimas y a sus cantos de tradición.

– De hecho, hay nanas que tienen mucha carga social.

– Hay una nana asturiana, por ejemplo, que realmente habla de maltrato. Y, en general, son las nanas de las mujeres pobres que cantan a los niños ricos que cuidaban.

– ¿A ti te cantaban nanas?

– Recuerdo al menos una de un gato que me cantaba mi abuela.

– ¿Y tú a tus hijos?

– Claro, yo no concibo la vida sin música y así se lo transmito.

– Si la música es importante en el teatro aún más lo es en la vida.

– En el teatro es fundamental, aunque no siempre, para crear la atmósfera de lo que está sucediendo. Y en la vida, para mí, es vital. Todos tenemos un programa sonoro en nuestra vida: las canciones de la infancia, las del coche de tu padre o de tu madre, las canciones de Silvio Rodríguez en la adolescencia... La música es lo más evocador.