Gaditano por los cuatros costados y dos veces Premio Nacional de cante jondo, David Palomar protagoniza esta tarde, acompañado de la guitarra de Rafael Rodríguez, los Jueves Flamencos que patrocina Ontañón. La atmósfera de su tierra impregnará el Teatro Bretón (20 horas) a través de ... un repertorio de seguiriyas, soleás, tanguillos, bulerías y malagueñas del mellizo..., los cantes que le ha dado fama. «Lo haré con mi personalidad y mi impronta...», afirmaba ayer poco antes de emprender viaje a Logroño.
– Se le considera el referente nuevo del cante gaditano, ¿pesa esta responsabilidad?
– Es algo que el público te otorga y para mí es un honor sentirme querido en mi tierra. Lo tomo como una responsabilidad, pero una responsabilidad que no me ata. Yo siempre me he considerado un artista libre en mi conducta y en mi música.
– Se define como artista tradicional, pero transgresor a la vez.
– Sí, siempre. Nunca hay que olvidar las raíces, porque son el cimiento y marca tu arte, pero siempre mirando adelante. Transgresor al máximo.
– ¿Rebeldía?
– No, más bien inquietud, un sentimiento artístico de querer contar cosas. Creo que el flamenco es manipulable y es impuro desde sus inicios, porque es una mezcla cultural. No se le puede atribuir a ninguna raza, ni encuadrar en ninguna corriente. Partiendo de esto, tú tienes que exponer tu verdad y de esta forma estás contando algo verdadero. No vale de nada cantar y no transmitir, y a lo mejor no decir nada.
– Empezó en los carnavales de Cádiz y luego surgió el flamenco.
– Sí, en Cádiz confluyen el flamenco y el carnaval de una manera natural y el niño lo vive así desde pequeño. Luego tú ya eliges lo que te llega al alma o al corazón y sigues tu camino.
– ¿Va a salir el público con una inyección de optimismo?
– Sí, optimismo y alegría. Antes me costaba decirlo por respeto y pudor, pero ya, sin complejo ninguno, afirmo que la escuela gaditana del cante es la mejor por su variedad en el cancionero y porque reúne las dos condiciones: el ritmo y la alegría, pero también los palos rítmicos y toda esa picaresca y, después, los palos hondos con una hondura y una flaminquería que pocos palos tienen.
– Viene de actuar en Cádiz y del Bretón viaja a Vitoria. Da la sensación de que no para.
– No, al revés. Estamos intentando arrancar y la cosa está complicadísima. Está claro que para los dirigentes la cultura no vale nada. No hay duda de que la salud es lo más importante, pero también es importante alimentar la mente. Si no tenemos una mente sana, tendremos una sociedad triste, absurda.
– En sus temas aborda la violencia machista, el cambio climático... ¿el cante tiene que empezar a contar y cantar otras cosas?
– Yo siempre he dicho que en el cante falta compromiso, que la literatura flamenca tiene que avanzar, se tiene que desarrollar y una de sus funciones es contar cosas. Yo utilizo creaciones personales, saliéndome incluso de la estructura clásica del cante. Pero era necesario, hay que utilizar el cante como altavoz. Es una excelente forma de hablar de los problemas reales. Desde la tradición se puede dar un paso más. Esa es mi lectura.
– ¿Qué otros temas sociales le preocupan?
– La inmigración... A finales de año sale mi disco '7 miradas', y en él reflejo mis percepciones sobre la sociedad que me rodea, hay una seguiriya dedicada a la involución humana, cómo hemos llegado hasta lo que hemos llegado, esa frialdad, insociabilidad. También le canto a la locura como concepto poético y de diferencia y como algo imprescindible en la sociedad.+
– Usted busca ser único, no plagiar a otros cantaores, ¿pero a quién admira?
– Yo me enamoré de Camarón, fue mi punto de partid. Luego me di cuenta de que había un abanico de cantaores increíble. De Cádiz me quedo, por ejemplo, con La Perla, Marino Cornejo, Manolo Vargas. Y, de fuera de Cádiz, pues también hay muchos artistas a los que admira como Fernando 'Terremoto', el padre me encanta y el hijo también, 'Agujetas…. Jerez está dentro de Cádiz, pero en el flamenco no tienen nada que ver.
– ¿Qué ha supuesto Cristina Hoyos en su carrera?
– Todo lo que se refiere a la esencia de la escena lo he aprendido trabajando en la Compañía de cristina, con ella he aprendido a respetar el escenario, las pruebas de sonido de luces. Es mi maestra, sin lugar a dudas, en lo escénico.
– Usted viene de una larga saga de cantaores de la tradición gaditana.
– Mis padres son aficionados, muy seguidores del cante, fueron socios fundadores de la primera peña que se le hizo a Camarón, mis hermanas también bailaban... Pero el primero en la familia que ha tomado un camino profesional he sido yo. También es verdad que he tenido tíos y abuelos muy aficionados al cante. Enrique Palomar y luego una abuela, mi bisabuela de Jerez, María. Sí, había afición…. Es verdad que la familia y el entorno del barrio de la Viña, que es donde yo me he criado, ha ayudado a que me guste el flamenco.
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