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De familia ganadera. Sus antepasados (de los que ya hay constancia en Rabanera en el siglo XVI) encabezaron algunas de las cuadrillas de la Mesta presentes en el Camero Viejo, según señala el estudioso de esta comarca serrana Ernesto Reinares. Sin embargo, la familia ... de Manuel Agustín Heredia tampoco destacaba por poseer una de las grandes ganaderías en la zona. «Eran de tamaño mediano», indica Reinares.
Manuel Agustín Heredia, a quien a su muerte en 1846 un periódico madrileño calificó de 'el primer capitalista español', nació en 1786 en el municipio camerano de Rabanera. Hijo de Manuel de Heredia y María Valvanera Martínez, fue el mayor de cinco hermanos. Ernesto Reinares relata que pronto quedó huérfano de madre y su padre contrajo segundas nupcias con otra mujer, con la que tuvo a sus tres hermanos menores.
Heredia vino al mundo en el mismo valle y casi en la misma época que otros ilustres que, como él, decidieron probar suerte y, finalmente, triunfaron en Málaga. Éste es el caso de Félix Sáenz y el primer Marqués de Larios (Martín), que dejaron otra importante huella en la ciudad. El estudioso del Camero Viejo precisa que Manuel Agustín Heredia puso rumbo a Andalucía, región que resultaba «una segunda casa para los cameranos» tras siglos de trashumancia, a los 14 años. Llegó a Vélez Málaga, donde logró un empleo en un negocio de ultramarinos que le sirvió para aprender los secretos del comercio. Se afanó en ello de tal modo que aquel establecimiento que sólo acumulaba pérdidas, pasó a las ganancias en apenas un año.
Heredia sintió que aquello se le quedaba pequeño, por lo que decidió dar el salto a la capital y en la primera década del siglo XIX comenzó a fraguar su futuro con varios negocios relacionados con los frutos secos y el vino durante la Guerra de la Independencia. Para ellos, Gibraltar se tornó en punto estratégico desde el que realizar las transacciones.
Esos primeros éxitos acompañaron su escalada en el escalafón social, que se certificó con su boda en 1813 con Isabel Livermore Salas, cuñada del marqués de Salamanca e hija de otro ilustre comerciante inglés, Tomás Livermore Page.
Aunque el riojano asistiría a su verdadero ascenso económico y social en la década siguiente. El abastecimiento a las prisiones del norte de África, el suministro de tabaco al Estado o la incorporación a los negocios de fábrica de azúcar que empezaban a poblar la costa malagueña fueron algunas de las empresas que lo catapultaron al olimpo de los negocios. Entre los hitos que se le atribuyen destaca la creación de una línea regular entre Málaga y Nueva York con barcos de su propiedad.
Pero si en una actividad su figura sobresalió de forma preeminente fue en el ámbito industrial. Primero se introdujo en el sector de la siderurgia en la zona de Marbella, donde construyó en 1826 una ferrería llamada La Concepción. Ésta, cuyos restos aún se conservan hoy, llegó a abastecer de hierro a toda España. A su fundación se sumó en 1833 La Constancia, en Málaga capital, que desde mediados de los años 30 registró -junto con la industria de Marbella- una actividad imponente convirtiendo a Heredia en el primer fabricante de hierros de España.
Ambas compañías realizaban un trabajo complementario y sumamente eficaz para el negocio: en Marbella se fundía el hierro y éste se trasladaba por mar hasta Málaga y de ahí a La Constancia, donde se afinaba y se forjaba.
Más allá de estas ferrerías, el camerano participó en otros muchos negocios. Creó la Sociedad de Vapores de Málaga que cubría la línea Cádiz-Marsella, fue uno de los fundadores del Banco de Isabel II -la reina lo nombró senador pocos meses antes de morir- y contribuyó a la creación de la Industria Malagueña, la fábrica de hilados y tejidos que surgió de la asociación con los hermanos Pablo y Martín Larios y que dio empleo a más de 1.400 personas.
Este último proyecto no lo pudo ver materializado, ya que abrió sus puertas en septiembre de 1847 y Heredia falleció un año antes. Antes de morir, el camerano tuvo un gesto con su pueblo natal.
Ernesto Reinares relata que dejó consignada su voluntad de que se cediera la casa en la que vino al mundo al Ayuntamiento de Rabanera para que sirviera de escuela de instrucción primaria y contribuyó con la renta de una vivienda que poseía en Málaga al pago de una parte del sueldo del maestro. La escritura de esta cesión se firmó en 1848. Aquella escuela se mantuvo hasta principios de los 70. Hoy esa vivienda acoge un edificio de usos múltiples, donde se sitúan la consulta médica, el bar de la tercera edad y la sede de la Asociación de Amigos de Rabanera, que ha dispuesto en el inmueble una exposición fotográfica y una recreación del antiguo aulario.
Un tataranieto de su hermano Martín Heredia, al que Manuel Agustín se llevó a Málaga, ha regresado al lugar de las raíces dos siglos después. Tomás Heredia Campos, como se llama el descendiente del ilustre industrial riojano, adquirió hace unos años una vieja casa en Rabanera para construirse otra nueva en el 2008. Comenzó pasando temporadas en esta localidad de la que tanto había oído hablar a los suyos y, ya jubilado, desde hace un año vive en Rabanera «de quieto». «Aquí me siento muy feliz y a gusto», reconoce.
El camerano Manuel Agustín Heredia no sólo fue uno de los hombres de negocios más insignes de la historia de Málaga, sino que también actuó como benefactor en dicha ciudad. Desde el siglo XIX hasta nuestros días ha saltado de generación en generación la afirmación «yo soy pariente de don Manuel Agustín Heredia» entre muchos malagueños gitanos con ese apellido.
Para entender el curioso vínculo familiar que algunos calés insisten en mantener con el industrial riojano hay que retroceder a 1833, cuando Heredia fundó en Málaga capital la fábrica La Constancia, dedicada a la ferrería. En ella encontraron trabajo cientos de malagueños -algunas fuentes hablan de hasta 2.500-, y muchos de ellos pertenecían a la etnia gitana.
El camerano se mostró convencido de que el éxito de la fábrica estribaba en el adiestramiento de sus trabajadores en las técnicas de laminación del hierro, por lo que se propuso enviar a un nutrido grupo de empleados calés para que adquirieran esos conocimientos y posteriormente los aplicaran en La Constancia.
Sin embargo, estos carecían de papeles y, por tanto, no podían viajar. En vista de esto, el empresario les preparó la documentación y les proporcionó a cada uno de ellos su propio apellido. De este modo, cientos de nuevos 'Heredia' viajaron al extranjero para formarse asimilando el apellido del patrón y, con ese gesto, sus hijos y sus descendientes.
Esta razón está documentada, aunque a la afirmación popular la rodean algunas sombras de dudas. No obstante, las crónicas de la época constatan que el industrial prestó su apellido como medio de asentamiento y socialización de sus empleados gitanos necesitados de papeles. De ahí que, aún hoy, muchos digan en la ciudad andaluza que son 'parientes' de don Manuel Agustín.
En cualquier caso, fueron los de su sangre los que recibieron su impresionante legado. Él y su mujer Isabel redactaron el testamento en 1846. Un año más tarde, a la muerte del industrial, se hizo inventario y se descubrió que su fortuna era prodigiosa. Los albaceas anotaron, entre otras muchas propiedades, un capital de más de 60 millones de reales, además de una imponente flota de barcos que superaba la docena. Aquella gran herencia fue a parar a sus hijos, doce aunque cinco murieron en la niñez.
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