José María Guenbelzu | Escritor
«Soy muy caballero, siempre he estado del lado de las mujeres»José María Guenbelzu | Escritor
«Soy muy caballero, siempre he estado del lado de las mujeres»Luce señorial con sombrero y bastón, y anda estos días de rehabilitación y reposo tras una operación de cadera. Nacido en Madrid en 1944, escritor y crítico literario, en su tiempo fue respetado director de las editoriales Taurus y Alfaguara y está en posesión de ... premios como el Internacional de novela Plaza&Janés. Siruela acaba de publicar 'Mediodía en el tiempo', una novela generacional que cierra una suerte de crónica moral sobre la reciente historia española. Tiene un punto guasón bien servido, y no práctica la nostalgia pero sí la costumbre de no dar ninguna certeza por eterna. Le gusta contemplar a un gato dormido, le resultan inspiradores los espejos, se refugia cómodo en la imaginación y presume de tener muy buenos amigos.
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- ¿De qué tiene la sensación?
- Pues, en estos momentos, de que ya estoy amortizado [sonríe].
- ¿Suele caer en la nostalgia?
- No, para nada, a mí la nostalgia no me gusta porque me parece una actitud blanda y tonta; yo creo en la memoria, no en la nostalgia. La nostalgia es, sencillamente, el desear algo que ya has tenido y que no puede volver, y la memoria es recordar lo que hiciste, bien o mal, pero conscientemente.
- ¿Tiene usted buena memoria?
- Bueno, no está mal, aunque ya voy perdiéndola.
- ¿Cómo recuerda su infancia?
- Me he olvidado casi de cuando era niño; pasé una infancia muy metido en mí mismo, era muy sensible, un blanco estupendo para el 'bullying', que entonces no se llamaba así. No es que fuese terrible, pero te afecta eso de ser víctima propiciatoria. Era un niño tranquilo, retirado, más apocado que los otros.
- ¿Y cómo reaccionaba?
- Aguantando, que es una cosa muy buena porque te curte; o eso te mata o te hace más fuerte. A mí me hizo fuerte y, además, yo tenía siempre la sensación de que algún día sería alguien y se iban a enterar los compañeros [risas].
- ¿Y qué papel jugaron ya entonces la imaginación y los libros?
- Un papel enorme, porque eran los años 50 y no había ni televisión, ni nada. Jugabas con un taco de zapato y un clavo y con eso te imaginabas el mundo y disfrutabas enormemente ...; y leías, yo empecé muy pronto a leer libros de aventuras, y una de las cosas buenas que tiene la lectura es que se lee con la imaginación, que termina desarrollándose mucho.
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- ¿Cuándo se dijo que quería ser escritor?
- Cuando leí 'El hombre que fue jueves', de Chesterton, me dije que no solo quería leer, que también quería ser escritor y, además, escribir así de bien [risas]. Recuerdo perfectamente ese momento. 'El hombre que fue jueves' me impresionó enormemente.
- ¿De qué se alegra?
- Estoy satisfecho con la vida que he llevado, y contento de haber durado todos estos años. Ahora contemplo mi vida con cierta distancia y la verdad es que no creo que la haya desperdiciado.
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- ¿Ha sido feliz?
- Lo he sido trabajando en el mundo editorial, como escritor y en mi vida personal, para qué nos vamos a engañar.
- ¿Y cuáles son las claves?
- Una muy importante, tener muy buenos amigos, contar con su afecto y su lealtad. Y otra clave, en mi caso, fue encontrar a la mujer de mi vida. La persona en la que más confianza tienes, y a la que admiras y notas que ella te admira también. Esa relación te aporta solidez y resistencia para caminar por la vida.
- ¿Cómo se maneja en soledad?
- He vivido solo bastante tiempo...; soy un buen cocinero, puedo hacerme cargo de las funciones de una casa, sé limpiar y, excepto planchar, hacer de todo.
- ¿Con gusto?
- Pues sí, porque esto de ser autosuficiente también produce satisfacción, dependes de ti mismo pero sabes que tienes recursos.
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- ¿A qué lectores se dirige?
- Cuando me decidí a escribir, porque antes no sabía si iba a ser director de cine o qué, sólo que quería ser artista, '¡mamá, quiero ser artista!' [risas], ya había dos escritores que me marcaron, Julio Cortázar y James Joyce; fueron los que me abrieron los ojos a lo que supone arriesgarse en la escritura.
- ¿Y cómo está hoy el ciudadano?
- Bastante fastidiado, la verdad. Hombre, me alegro mucho de vivir en un país democrático, pero está inquina que hay, esta inquina que está por encima de toda capacidad de entendimiento, me molesta profundamente.
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- ¿Qué ha pasado?
- Bueno, si hemos llegado hasta esta situación es, sinceramente le diría, porque creo que en estos momentos tenemos una derecha más bien cortijera y antigua -o sea, muy propietaria-, y una izquierda medio tonta, tonta del todo, más simple que una mata de habas.
- ¿Y los votantes?
- Bueno, yo creo que España sigue siendo básicamente un país de buena gente. Cabrones los hay en todas partes, gente con mala leche, gente mal encarada, pero en conjunto este es un país muy grato. Yo, en general, me encuentro muy a gusto con la gente que trato.
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- ¿Se rompe España?
- No, imposible. Para romperse tendría que haber, entre otras cosas y como ocurrió en el 36, dos ejércitos enfrentados. No hay nada más lejano que eso.
- ¿Qué sigue defendiendo?
- Yo he defendido básicamente toda mi vida la redistribución de la renta, que es un tema que me hizo sentir simpatía por los socialismos, por un socialismo moderno, no agresivo; esa redistribución de la renta me parece lo justo, lo que permite a la gente tener una libertad de acción, de vida, de comercio y de todo. Es decir, usted, señor 'millonetis', puede ganar mucho dinero, pero no se quede con todo, deje un poquito por ahí para que se reparta entre gente que tiene necesidad, ¿no le parece?
- 'Los poderosos lo quieren todo', se titula una de sus novelas.
- Y siguen sin saciarse. Mientras haya algo que rebañar en el plato, ellos no paran; no hay generosidad entre los poderosos, y la razón más probable para que así sea es que los poderosos, o los ricos, lo son porque son unos tacaños de narices; y, mientras, el mundo sigue suscitando muchos interrogantes, y también alarma, porque donde no está ocurriendo una desgracia está teniendo lugar otra. Tampoco por ahora da la sensación, aunque vaya usted a saber, de que suceda una catástrofe del calibre de una guerra mundial, pero en muchas partes, y a todas horas, hay gente que está sufriendo las consecuencias de la injusticia, que siempre padecen quienes son los menos culpables. Esta realidad me sigue disgustando, no me acostumbro a ella.
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- ¿Y el futuro del planeta?
- Siempre he creído que la gente tampoco es tonta, incluidos los poderosos, y no creo que finalmente queramos cavarnos nuestra propia fosa. Fíjese, peor que estuvimos en el siglo XX, con la posibilidad cierta de un conflicto atómico, no hemos estado nunca. Ni tampoco hemos vuelto a tener un Hitler o un Stalin. La extrema derecha de ahora, más que una amenaza, es un fastidio muy desagradable.
- ¿Fundamental qué es?
- Todo se puede hablar sin perder la buena educación. Los buenos modales y el respeto por los demás no deberían faltar nunca.
- Recuerdo que cuando publicó usted 'En la cama con el hombre inapropiado' hubo quién preguntó si se trataba de una novela basada en su propia experiencia.
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- [Ríe] No, no, mis experiencias en ese sentido son las de cualquier persona normal; no he tenido yo las experiencias de, por ejemplo, Fernando Sánchez Dragó, ni nada de eso. Ni tampoco he sido yo el mejor amante del planeta [risas]. Lo que ocurre es que a mí el comportamiento del macho chulesco me ha molestado toda la vida. No es que yo sea feminista, porque como no soy mujer lo que sí puedo ser es simpatizante del feminismo, no feminista, pero ya le digo que el machismo, la figura del macho dominante, la he detestado siempre. Yo siempre he sido muy caballero y he estado del lado de las mujeres. Esa novela fue una posibilidad de chotearme de todos ellos.
- Que no se dan por vencidos.
- No, no, no; es que hay que pensar que ese machismo viene del fondo de los tiempos, de cuando al hombre se le encargó la caza, y a la mujer el hogar. Y eso va ya en los genes, no desaparecerá nunca del ADN, aunque sí se puede matizar.
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- ¿Con qué finalidad escribió 'Mediodía en el tiempo'?
- Creo que todos los autores escribimos siempre sobre lo mismo; como decía Juan García Hortelano, escribimos sobre lo mismo porque, como siempre nos sale mal, volvemos a intentarlo otra vez. Yo siempre he escrito sobre lo que conocía, es decir, sobre la gente universitaria de mi generación. Es que yo nunca he estado en el Amazonas, ni he luchado en guerras importantísimas, ni he sido aventurero en África. Con 'Mediodía en el tiempo' cierro una suerte de crónica moral, desarrollada en títulos anteriores, de la generación que conocí, a la que le tocó vivir y afrontar el radical cambio social experimentado en España en los últimos años de vida del franquismo, que conduciría de manera decisiva a la incorporación de nuestro país al mundo libre. Mire, yo no puedo compartir que se intente minusvalorar la enorme importancia, y el esfuerzo que supuso y el buen trabajo que se llevó a cabo para hacer posible la transición de una dolorosa dictadura a la democracia. En esta novela, cuatro protagonistas coinciden en el mismo período histórico, el que corresponde al decenio de 1960, el tiempo en que eran universitarios, y se extiende hasta principios de este siglo. Son cuatro historias de resistencia, muy distintas entre sí, y en las que las enormes expectativas y sentimientos que generaba un tiempo nuevo se entreveran con los amores, deseos, humores y decepciones que todos vivimos en algún momento. Ellos van cumpliendo años, el país va progresando y se tienen que ir enfrentando a una realidad cambiante, nueva y vieja a la vez.
- ¿Ha leído usted la última novela de Mario Vargas Llosa?
- Todavía no, pero tengo que decirle que el Vargas Llosa que me interesa, el que yo valoro, es el de obras que llegan hasta 'Conversaciones en la catedral'.
- ¿Qué función tiene la literatura?
- No creo que la de resolver la vida de nadie, eso sería pedirle demasiado. Me gusta creer que puede ayudar a que nos hagamos preguntas lo más acertadas posibles, y eso ya sería mucho, e intentemos contestarlas.
- ¿Se imagina sin sentido del humor?
- No. El humor crítico, incluso la sátira bien planteada, pueden plantear cosas serias sin que eso esté reñido con la diversión. El humor hace más llevadera la vida diaria, y por supuesto la propia literatura.
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- ¿Quién no es usted?
- Desde luego, no soy Leonardo da Vinci.
- ¿Qué ha frecuentado?
- La amistad de las mujeres, lo cual ha sido para mí una suerte.
- ¿Y de qué no quiere perder la costumbre?
- Espero no perder la de intentar ponerme en el lugar de los demás.
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