Darío Villanueva
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Darío Villanueva
Catedrático de Teoría de la Literatura, académico, exrector de la Universidad de Santiago y exdirector de la Real Academia Española, Darío Villanueva contempla sin pesimismo los derroteros de los lenguajes llamados 'políticamente correcto' e 'inclusivo'. A su juicio, es patente que se ha ido tan ... lejos, que se ha llegado a tales absurdos, que esa corriente terminará consumida en sí misma. Le preocupa más, en cambio, la incapacidad de los jóvenes, formados con una TV en la que todo es comedia, para percibir los matices del drama. O los efectos colaterales de la batalla dada por los denunciantes de la 'apropiación cultural', que llegan al extremo de retirar a Beethoven de la enseñanza porque «es tan bueno que resulta ofensivo para minorías que no tienen a nadie así y se consideran agredidas por su superioridad». Y para ilustrar cuanto dice acude a su propia experiencia, a las peticiones relativas al diccionario que recibía cada día durante los cuatro años que fue director de la Real Academia Española. De todo eso habla en 'Poderes de la palabra' (Ed. Galaxia Gutenberg) y en esta entrevista, que tiene lugar, antes de la estéril polémica sobre la tilde de 'solo', en una sala de la RAE donde se exponen cartas de Pío Baroja. Un novelista que habría tenido frases poco amables para tanto censor voluntario como hay ahora.
- Ha escrito un libro que se titula 'Poderes de la palabra' pero vivimos en la era de la imagen. ¿Está perdiendo poder la palabra?
- No lo creo. Puede que esté perdiendo algo de fuerza la palabra escrita, pero se fortalece la oral. McLuhan, que en otras cosas no acertó en sus predicciones, ya advirtió en cambio de que se reforzaría la oralidad que la escritura había frenado. Se volvía así a una situación muy antigua, el momento en que la escritura empezó a imponerse. Entonces, Sócrates se mostró enemigo de la escritura.
- ¿Por qué?
- Porque podía mermar la memoria al darse el hecho de que todo estaba escrito. Ahora estamos sin duda ante un reforzamiento de la oralidad. En Google ya han visto que el público joven entra menos a consultar la 'wikipedia' y a cambio visita más tik-tok, donde se verbaliza la información.
- La palabra desencadena ficciones. Y no resulta fácil separar verdad y ficción. Ni en la literatura ni en la vida.
- En los textos bíblicos hay una descripción del mundo mediante el acto de enunciar las cosas. Es una génesis verbal. Enunciar algo significa otorgarle existencia, y de ahí vienen la ficción y la mentira. Luego lo que sucede es que hay una exacerbación de todo esto que es lo que se ha llamado 'postverdad': algo sin comprobar se multiplica y condiciona a todo el mundo. No tenemos más que recordar lo que hizo Trump desde antes incluso de instalarse en la Casa Blanca. El 'Washington Post' llegó a detectar miles de mentiras dichas por él de alguna forma.
- ¿El debate es si fue antes el hecho o la palabra?
- La palabra crea realidades pero no por eso existen. De ahí surge la creencia de que las palabras son culpables de los males. Se dice que lo que no se menciona no existe. Pero no es verdad. Si lo fuera, resultaría muy fácil arreglar el mundo. ¿Desaparecía el cáncer si la palabra fuera eliminada? ¿O el hambre?
- Cuenta en su libro cómo fue a ver una función de 'Historia de una escalera', el drama de Buero Vallejo, y le sorprendió que muchos escolares que estaban en la sala se lo tomaron como una comedia y se reían continuamente. ¿Hemos dejado de entender los mensajes?
- Lo vinculo con la mediatización de la TV. Cuando llegué a la sala me pareció muy interesante ver la obra con jóvenes que habían ido allí como actividad relacionada con su formación. Puede que fuera su primera obra de teatro, pero seguro que antes habían visto miles de horas de TV. En la pantalla, salvo en los telediarios, todo es comedia, todos ríen. No hay espacio ahí para la forma trágica. La TV tuvo un propósito didáctico en sus primeros años y ahora es hilarante. Y eso tiene consecuencias.
- ¿Cambia eso incluso la forma de ver el mundo?
- Hallo descripciones proféticas en las distopías. Ya lo describieron 'Un mundo feliz' y '1984'. Orwell ofrece una distopía trágica; Huxely, una dictadura amable, que es lo que sucede ahora. En su novela hay propaganda, droga, manipulación y dominio absoluto de la TV mediante grandes pantallas que emiten continuamente y son a la vez cámaras que registran todo lo que pasa en los hogares.
- Acaba de citar dos autores relevantes del siglo XX. Pero cada vez se pone más en tela de juicio el canon tanto literario como artístico. Mucha gente se pregunta airada por qué vale más la opinión de un experto que la suya. ¿A dónde nos lleva esa forma de pensar?
- Es un asunto grave. El crítico y teórico literario Harold Bloom hablaba de 'escuela del resentimiento' a propósito de quienes cuestionan el canon. Y eso es el resultado de la consideración de que el canon es fruto de un autoritarismo despótico, una imposición imperialista de europeos varones y blancos. Hay una lucha contra el canon por parte de grupos de mujeres y minorías étnicas.
- ¿De dónde viene?
- Surgió tras la Segunda Guerra Mundial en el mundo universitario americano, apoyado por una filosofía importada de Europa, la de la deconstrucción, sobre todo con Derrida y Foucault. Una filosofía que aquí tampoco había tenido demasiado éxito en ese momento. Se trata de socavar los pilares del liberalismo ilustrado, del que por cierto surgen las democracias y el feminismo, sin ir más lejos. La deconstrucción atenta contra la esencia del lenguaje como transmisor de evidencias. Eso está detrás de la deconstrucción del canon, de las identidades sexuales, de reivindicaciones de minorías que suplantan a otras que son transversales. Y eso enlaza con lo que se llama apropiación cultural.
- Otro tema polémico.
- Mire lo que pasó con Amanda Gorman, que se hizo famosa tras leer su poema en la segunda toma de posesión de Obama y luego negó a una mujer blanca la posibilidad de que tradujera sus versos, porque aseguraba que no podría entender lo que siente una mujer negra. Lo veo desde mi propia perspectiva: ¿un gallego varón, yo mismo, no puede decir nada sobre una andaluza? Si es así, estamos destruyendo la cultura. Oxford ha retirado a Beethoven de la enseñanza por considerar que es tan bueno que resulta ofensivo, sobre todo para minorías que no tienen a nadie así y se sienten agredidas por su superioridad.
- El lenguaje está en el centro de las corrientes de pensamiento críticas con esos fundamentos culturales que nos han traído hasta aquí. ¿El lenguaje no es neutral? ¿O no lo es quien lo utiliza?
- Las palabras son inocentes. Nacen por consenso de una comunidad, son el resultado de un pacto. Y nacen después de la realidad, aunque esta necesita ser nombrada. Lo escribe García Márquez al comienzo de 'Cien años de soledad': «El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». El nombre es la referencia de las cosas, pero estas son buenas o malas y la lengua no tiene la culpa de eso.
- ¿Y la intención de quien habla?
- La clave está en la libertad de quien usa las palabras. Nuestra manera de hablar habla también de nosotros mismos. Cuando fui director de la RAE recibía cada día numerosas solicitudes para retirar palabras del diccionario, por motivos diversos. Una señora pidió que se quitara 'mayormente' porque le lloraban los ojos al verla. Otros pedían que se retirara 'racional' porque ofende a los seres irracionales. O la acepción de 'cáncer' como la proliferación de situaciones o hechos destructivos en un grupo social.
- En algunas universidades de EE UU ya está mal visto decir 'campo', 'momia'... incluso cuenta usted que no se dice 'muerto' o 'preso', sino 'persona no viva' o 'cliente del sistema correccional'. ¿Estamos a punto de dejar de entendernos?
- Yo en eso no soy pesimista. Estoy escribiendo un libro que se titulará 'El atropello a la razón'. Se está intentando, pero la razón acabará prevaleciendo. Es patente que se ha ido demasiado lejos y eso lleva al absurdo. Le daré algunos ejemplos. Dentro de la sustitución de lo que se llama lenguaje heteropatriarcal, en inglés se plantea dejar de decir 'woman', porque la segunda sílaba es 'man'. O entre nosotros, hay quienes entienden que la palabra 'mujer' es agresiva hacia las personas en transición. O la palabra 'madre'... Eso se va a devorar a sí mismo, se autodestruirá.
- ¿Olvidamos con frecuencia que las palabras se dicen con cierta entonación, en un contexto concreto, con una mirada...? Y eso las cambia.
- Siempre presto mucha atención a la pragmática, la forma en que el lenguaje interacciona con la situación: quién lo dice, a quién, en qué circunstancia... Y eso en determinados soportes no se ve.
- Es justo lo que pasa en las redes sociales, donde nadie percibe una ironía, por ejemplo.
- En las redes sociales, las palabras son consumidas por un receptor amplio, abierto e incontrolado. De ahí vienen ciertas agresiones. Por eso hay gente que se ha salido al ver que ya no puede decir nada. La gente, en la soledad de su casa, se desnuda más en ese contexto, deja que fluya su pensamiento, y los comentarios de vuelta son terribles.
- ¿Por qué tememos a las palabras?
- Eso nace de una pulsión ideológica que atribuye a las palabras maldad. Hay tabúes o usos rituales de algunas palabras dentro de los conjuros o las maldiciones, pero el problema es de quien cree en ellos. Y creamos muchos tabúes vinculados a causas que se consideran nobles. Es más cómodo aquí luchar por imponer 'niñes' que contra la ablación. Y además te da superioridad moral.
- Luego está la cancelación.
- Ese es un problema vinculado. Los 'safe spaces' acaban con la libertad de cátedra. En EE UU están despidiendo a profesores por eso. Y una universidad irlandesa ha vetado 'El viejo y el mar' porque tiene escenas duras de pesca. La cancelación es el brazo armado, la muerte civil del que se considera réprobo.
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