Juan Marín

«La buena literatura no puede renunciar a la ideología»

El escritor Montero Glez ha ganado el premio Bretón & Olarra de este 2019. Recordamos la entrevista que Diario La RIOJA le hizo en 2014, cuando se hizo con el Premio Logroño

j.sainz

Logroño

Jueves, 31 de enero 2019, 13:03

Montero Glez (Madrid, 1965), contador de historias y escritor de pensamiento libertario, ganador ahora del XXV Premio Literario Café Bretón & Bodegas Olarra, fue también VIII Premio Logroño de Novela con «Talco y bronce» hace cuatro años.

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Esta es la entrevista realizada por Diario LA RIOJA ... en diciembre de 2014 al recibir ese otro premio.

«La buena literatura no puede renunciar a la ideología», afirma este madrileño asentado en Cádiz desde hace años y considerado uno de los autores con más genio de los últimos años en España. Un escritor a punta de navaja con el sueño marxista de ser simplemente «un hombre que escribe».

-Se define como contador de historias por encima de todo.

-Esa lucha de escribir una historia es con la que gozo. Estar ahí, peleándome conmigo mismo, escribiendo, tirando a la papelera... Los cenáculos literarios, en cambio, no van mucho conmigo.

-Pero sigue presentándose a premios: ¿por seguir dándose a conocer, por la bolsa...?

-Me presento a todos los premios que puedo: al Nadal me presenté con mis dos primeras novelas, 'Sed de champán' y 'Cuando la noche obliga'; la tercera, 'Manteca colará', la presenté al Premio de Primavera; y ya con la cuarta, 'Pólvora negra', gané el Azorín... Siendo escritor, encuentro lo más natural presentarme a premios literarios. ¿Por la bolsa? Pues también. Y también porque las editoriales que los manejan te dan una distribución que no te dan de otra manera. Yo escribo para ser leído, no para dejarlo en un cajón.

-¿Pero me equivoco si pienso que no termina de sentirse a gusto en estos premios?

-Pues es que en el fondo no estoy de acuerdo con que haya premios literarios. Yo aspiro a una sociedad justa en la que no existan ni los castigos ni su antagónico, los premios. En una sociedad justa yo no sería escritor, sería un hombre que escribe. Lo decía Marx: un hombre, en primer lugar, no un profesional necesariamente sujeto a su oficio. A mí no me gusta la palabra profesional porque es muy calvinista e indica que eres infinito. Yo pienso que la vida es muy corta para ser profesional de nada. En todo caso somos amateur. Yo soy amador de mi oficio.

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«En el fondo no estoy de acuerdo con que haya premios literarios. Yo aspiro a una sociedad justa en la que no existan ni los castigos ni su antagónico, los premios»

-A esos actos acuden autoridades. Y eso tampoco va con usted.

-No tengo ningún respeto a la autoridad, ni política ni económica ni religiosa. En la actualidad hay una autoridad económica que es patrón de todo. Se ha mercantilizado todo: las relaciones humanas, los derechos... Si no tienes dinero, no tienes casa. Llega un momento en que la gente acepta eso, pero no se puede mercantilizar un derecho como la vivienda o la comida. Es inaceptable que si no tienes dinero no comas. La autoridad económica se ha hecho con todo. Yo soy libertario; no tengo ningún respeto a la autoridad. Pero entiendo que en este momento es necesario recuperar la autoridad del Estado como paso previo para desmercantilizar las relaciones. Si los que gobiernan no hacen eso, surge el escepticismo, das la espalda y buscas tus propias reglas del juego. Y eso es malo porque se pierde el espíritu individual como garantía de espíritu colectivo. Recuperar ese papel del Estado como paso previo es lo que me han enseñado los chavales que salieron al 15M a buscar preguntas a esa respuesta que fue el orden establecido por miedo al vacío después de la muerte del dictador Franco, que murió en la cama. A partir de ahí, hay una transición, aunque es una fábula, que ahora mismo la gente estamos pidiendo que haya otro relato, el verdadero relato de la Transición. Y ahí es donde yo aporto mi granito de arena con mis obras.

«Claro que tengo ideología»

-Pensamiento crítico, inquietud utópica por un mundo mejor, justo e igualitario y una clara ideología marxista. Todo eso está en su obra.

-En toda mi obra. La ideología es el estado intermedio entre filosofía y acción. La única ideología que se ha demostrado capaz de pasar a la acción es el marxismo. Cuando me dicen como reproche literario: «Es que tienes ideología...» ¡Claro que tengo ideología! El marxismo es la herramienta más eficaz contra el capitalismo. Y ahí donde llegue el capitalismo, que es a todo el mundo, ahí habrá ideología, el marxismo, como antagónico. La ideología no acabará mientras haya capitalismo.

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-Y ese es su compromiso como escritor.

-Claro. El tema de mi obra es siempre la relación del hombre con la propiedad. A partir de ahí, a partir de la dialéctica marxista, yo construyo. Eisenstein aseguraba que el origen de la novela policiaca es la relación del hombre con la propiedad. Lo que pasa es que aquí desde los años ochenta la novela ha estado vacía de ideología. Pero la buena literatura no puede renunciar a la ideología ni a la política. Lo que no es buena literatura está despolitizado y vacío de conflicto. Donde hay conflicto hay literatura y una solución política.

«Cuando me dicen como reproche literario: «Es que tienes ideología...» ¡Claro que tengo ideología!»

-Con tantas referencias marxistas, llegamos al lumpemproletariado y los personajes de «Talco y bronce» [ganadora del Ciudad de Logroño de Novela en 2014]

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-La condición social no tiene significado político hasta que no forma parte de un relato, de una relación de hechos. Eso es lo que hizo Eloy de la Iglesia con aquellas películas, que son de estudio marxista, 'Navajeros' [1980] y sobre todo 'Colegas' [1982]. Para mí la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y a partir de ahí yo construyo. En este caso, en los años ochenta. Pero ese sistema de clases lo puedes ambientar en cualquier época y lugar porque es la historia de la humanidad.

-Pero muchos lectores no van a ver todo este trasfondo ideológico, como muchos espectadores no lo veían en las películas de Eloy de la Iglesia; veían a unos chavales marginales, con drogas, con pistolas y perseguidos por la policía...

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-Claro. Mis novelas están para que las lea todo el mundo y al nivel de lectura que quiera cada uno. No hace falta saber quién era Karl Marx, pero si lo conocen seguro que le sacan más partido. Hombre, yo creo que hace falta en la vida, porque todos aspiraríamos a una sociedad justa. Y yo lo que hago es utilizar mi soporte literario para expresar lo que pienso.

-Víctor Hugo se lamentaba de que los personajes que le inspiraron 'Los miserables' nunca leerían su novela. ¿Le ocurre a usted?

-La gente del lumpen no lee, claro. Pero 'Manteca colorá', que es una novela sobre narcotraficantes, es el libro más leído en la cárcel del Puerto de Santa María.

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«No me gusta la palabra intelectual. Si yo no tuviera ideología sería inofensivo, sería otro más que hace novelas»

-El lenguaje de esos personajes define su estilo. ¿Cómo es?

-Es que el estilo viene determinado por el fondo. Yo no puedo desvincular mi forma de contar una historia de la propia historia y sus personajes. Pero eso ya lo hacía Quevedo.

-¿Escribir le ha salvado la vida?

-A Sherezade le salvaba la vida contar historias y a mí me la salva, sobre todo, leer. Y escribir me ha salvado, no una, sino varias vidas.

-¿Entraría usted en política?

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-Yo hago política cuando escribo. No me gusta la palabra intelectual. Si yo no tuviera ideología sería inofensivo, sería otro más que hace novelas. ¿Cómo puedo participar y formar parte de esto? Escribiendo con ideología; ese es mi grano de arena en esta situación.

-¿Ruptura o reforma del sistema?

-Yo estoy por la ruptura, pero sin excluir al antagónico. Yo considero que los cielos también se pueden ganar por asedio, no solo por asalto.

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