El novelista sueco Jonas Jonasson, famoso por sus textos con fuerte carga humorística. Dani Pozo

Jonas Jonasson | Novelista

«Una bomba atómica y el 'apartheid' son lo más absurdo, pero existen»

La entrevista ·

«Siempre me han atraído las personalidades raras y las situaciones extrañas», dice el autor que vendió 15 millones de libros con su primera obra; ahora lanza 'La pitonisa y el idiota'

Sábado, 17 de agosto 2024

Hace unas semanas, el escritor Jonas Jonasson (Växjö, 1961) recibió la llamada de un periodista sueco mientras trabajaba en su casa. «Dígame». «¿Eres Jonas?» fue la pregunta disfrazada de contestación que le lanzó el informador. «Sí». «¿Jonas Jonasson?» «Sí». Y, entonces, el autor que consiguió ... una fama planetaria con 'El abuelo que saltó por la venta y se largó', de la que ha vendido 15 millones de ejemplares, escuchó al otro lado de la línea un grito dirigido a toda la Redacción del periódico: «¡Está vivo!» Jonasson ignoraba que a esa hora un magacín de una importante cadena de televisión y uno de los mayores diarios de Estocolmo estaban anunciando su muerte. Habían sido engañados por alguien que hackeó la web de la editorial en la que publica para dar la 'noticia' de su fallecimiento. El novelista sueco, famoso por sus textos de fuerte carga humorística -una rareza en un país que lleva décadas exportando literatura negra-, lo cuenta con una amplia sonrisa. «No sé si internet es lo mejor de la Historia o lo peor», comenta. La red y los contenidos que en ella se alojan son temas que aparecen en su última obra traducida al castellano, 'La pitonisa y el idiota' (Ed. Salamandra). En ella, un joven que es un genio de la cocina y una nulidad absoluta en todo lo demás se alía con una anciana que se maneja muy bien en el mundo digital y una joven científica que ha calculado cuándo se producirá el fin del mundo y el resultado es desolador: al comienzo de la novela, el 26 de agosto de 2011, solo quedan doce días para el Apocalipsis.

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- Hace unos años escribió una novela que partía de la amenaza de un desastre nuclear y ahora otra que arranca con el inmediato final de todo. ¿Lo suyo es humor apocalíptico?

- No sé qué responderle. Escribí el libro y cuando lo he releído casi me he puesto nervioso: quedan diez días, nueve, ocho… Trabajé mucho para hacer creíble ese personaje y que no pareciera una lunática aunque lo sea. Tengo tendencia a sentirme atraído por personalidades raras también en la vida real y por las situaciones extrañas. Creo que además tengo talento para observar. Hace años, mientras esperaba mi tren en la sala de espera de una estación vi a un señor que entró con una maleta enorme. Hubo un momento en que quiso ir al lavabo. Había dos: uno grande, cerrado por obras; y otro tan pequeño que no cabían la maleta y él. De esa escena nació el inicio de 'El abuelo…'.

- Lo del fin del mundo es más que una situación rara…

- Cierto. Pero la idea de fabricar una bomba atómica es lo más absurdo de la Historia, junto al 'apartheid'. Y ambas cosas existen. Ese es el mundo al que nos enfrentamos.

- Usted defiende que nos tomamos demasiado en serio. Eso es muy coherente con alguien que hace humor en sus libros.

- Desde luego que nos tomamos muy en serio. Fíjese en Trump. Tiene 78 años y dice que él nunca se ha equivocado. Es evidente que se toma así, muy en serio. Y hay acontecimientos trágicos, como lo sucedido estos meses en Israel y Palestina… En uno de mis libros citaba a Amos Oz, que creía que muchos conflictos complejos se podrían resolver con más sentido del humor.

Visión trágica

- Su última novela traducida tiene, ya en su título, a una pitonisa y un idiota. Y el idiota resulta por momentos el más lúcido.

- Podría decirse que sí. Yo voy haciendo mi colección de personajes, como le decía. Conozco gente que tiene un talento enorme para algunas cosas pero no podría situar Copenhague en un mapa. Hay que escuchar a todos. Johan es un genio de la cocina pero no tiene ni idea de un montón de cosas.

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- Ese personaje parece casi un homenaje al de Dostoievski.

- Juego con el personaje de Dostoievski, claro. Pero hay diferencias. El suyo tenía más remordimientos por lo que hacía. El mío es más como Winnie the Pooh.

Narrar lo visto

«Quiero ser un observador neutral porque, además, el mundo no es blanco o negro»

- El mundo es una porquería pese al humor, por usar sus propias palabras. Pero lo salva la buena gente que hay.

- Una vez dije que cuando se ve cómo crecen los partidos extremistas resulta fácil perder la esperanza. Pero no es así, aunque yo tengo una visión muy trágica con cosas como el cambio climático. Si algunos territorios quedan sumergidos habrá mucha gente que acabará ayudando a los afectados. Y eso porque la mayoría tiene buen corazón. La pandemia nos alejó a unos de otros, pero luego nos ayudamos todos. Sin olvidar otra cosa positiva de esa pandemia: la gente volvió a leer.

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- Suele llamar la atención sobre el hecho de que le gustaría que los lectores valoraran su compromiso político. ¿Cree que lo hacen?

- Mi primera novela fue casi una descripción de un siglo terrible: el XX. Tenía la ambición de entretener y poder enseñar lo sucedido para que pudieran examinarse errores del pasado y de esa forma no repetirlos. La novela vendió 14 o 15 millones de ejemplares y me parece que el mundo no ha mejorado mucho, así que el efecto fue muy pequeño. Pero tengo un amigo de la adolescencia que ahora es catedrático de Historia y suele decirme que sí aprendemos de los errores. Me da un dato: en los primeros 50 años del siglo XX en Europa murieron unos 50 millones de personas en guerras. En los segundos 50 años, solo unos 150.000. Por eso soy tan fan de la UE pese a sus carencias. Estoy investigando cosas para mi próximo libro y he encontrado que en el siglo XVII en varios tratados se firmó una paz perpetua. No sucedió, claro. Quizá una UE en esa época habría evitado varias tragedias posteriores.

- ¿La literatura de humor debe ser aún más sutil para compensar los mensajes de brocha gorda que imperan en las redes sociales?

- Creo que sí. Además, en mis libros los acontecimientos históricos que incluyo los narro desde el centro. No quiero que sean un panfleto ni tomo parte por un bando. Quiero ser un observador neutral, porque además el mundo no es blanco o negro. Suelo decir de broma que el mundo tiene 50 sombras de Gray.

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- Pero abundan los retratos en blanco y negro. En ese sentido, ¿le preocupa el ascenso de la extrema derecha?

- Sí, mucho. Hice una entrevista con un periódico alemán hace unos días y me quedé con la idea de que los alemanes tienen dificultades para entender el papel que yo veo que asume su país en Europa. Quizá sea un asunto de falta de autoestima. Uno solo ve el auge del extremismo en el lugar que conoce. Ve el árbol, pero no el bosque. Y Alemania es quien mantiene unida a la UE. Dicho eso, debemos recordar que la extrema derecha aún es minoría. Y creo que no irá demasiado lejos. Si no acaba, al menos se reducirá su peso. En Suecia ya ha comenzado a descender en votos.

- En su novela aparecen como personajes Obama y Ban Ki-moon y salen bien parados. ¿No le apetece introducir en otros textos a gente como Trump que darían más juego?

- En la que estoy escribiendo me voy a un pasado más lejano y hay un encuentro con Voltaire, un hombre lleno de conflictos al que le suceden cosas. Así que no va a ser factible meter ahí a Trump. Habrá que esperar dos o tres años para que lo sea.

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Literatura de hoy

- Su protagonista, el idiota, es un extraordinario cocinero. Y su novela incluye la enumeración del contenido de menús propios de restaurantes de lujo. ¿De dónde ha sacado todo eso?

- Le voy a contar un secreto. Mi mujer tiene un gimnasio en Estocolmo y uno de sus clientes es un excampeón del mundo de la cocina. Cuando terminé el manuscrito de esta novela le pedí a mi esposa que revisara esos menús que me había inventado y fue ella quien me propuso consultar con ese cliente. Ya ve, fue una gran autoridad quien vino a ayudarme. Todo eso lo ha elaborado un campeón.

Credibilidads

«Hay que dudar de lo que vemos en internet, pero no sé qué pasaría si dudáramos de todo»

- También habla del secreto bancario y de la facilidad con la que se mueven los capitales entre países sin apenas control. ¿Se asesoró igualmente?

- He tenido la ventaja de situar la acción en 2011. Sé que lo que cuento era relevante en ese momento, pero ahora ya no se puede hacer. De esa forma, al contarlo no contribuyo a hacer peor el mundo de lo que ya es.

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- Cuando vendió su productora de TV y supo que ya no necesitaba trabajar para vivir decidió que sería escritor al menos para poder presentarse así ante otras personas y no pasar por rentista. Dados sus éxitos, su nueva profesión es más que una tarjeta de presentación.

- Sí. Pero me he dado cuenta de que en Suecia ahora lo que se dice sobre mí en mayor medida es que estoy vivo. A raíz de esa falsa noticia sobre mi muerte colocada en la web pirateada, lo que hicieron algunos medios fue reproducirla primero y luego tratar de verificarla. La retiraron enseguida, pero sigue siendo de lo más leído y comentado.

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- Según he leído, lo decía su abuelo: no merece la pena escuchar a quien solo cuenta la verdad.

- (Se ríe). En el periódico en el que trabajé antes de tener la productora solíamos decir en broma que nunca hay que verificar una buena historia para evitar que te la desmonten. Mi abuelo siempre me inspiró. En realidad, no puedo enfadarme con el diario y la TV que dieron la falsa noticia. La primera reacción a algo así no suele ser pensar que han hackeado la página de la editorial. Hay que dudar de lo que vemos en internet pero no sé qué pasaría si dudáramos de todo. Por eso no estoy seguro de si internet es lo mejor de la Historia, o lo peor.

Radicalidad

«Uno solo ve el extremismo en el lugar que conoce»

- Ahora que vive en Estocolmo pasará muchas veces por la placita en la que se levanta la Academia sueca. ¿Le produce alguna sensación especial?

- No me causa ningún problema. He llegado a muchísimos lectores y estoy haciendo un buen trabajo. Yo antes, cuando me preguntaban, solía decir que mi novela favorita era 'La insoportable levedad del ser' de Milan Kundera, que leí cuando tenía 23 años. Un compañero me dijo que no la releyera para no decepcionarme. No le hice caso y volví a ella hace poco. Me llamó la atención la densidad de algunos párrafos. Y me paré a pensar sobre qué sucede con la versión en audiolibro.

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- ¿En qué sentido?

- Al leer ciertas frases sobre la ligereza de la vida, se genera un impacto que te hace pensar. Y llega un momento en que la lectura va dos páginas por delante y tú sigues dando vueltas a esa reflexión. Mi forma de escribir se adapta mejor a una fórmula como esa del audiolibro. Es evidente que la calidad de un texto no se mide por el número de lectores. No sería justo que fuera así. Usted sabe el escándalo que hubo hace años en la Academia. Tengo mis ideas sobre quienes están ahí, pero no tengo nada que objetar sobre el premio Nobel que otorgan.

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