Pensadora, escritora, precursora del feminismo, antiesclavista, licenciada en Derecho, cronista de guerra, activista social y gran valedora de la modernización de la educación y el sistema penitenciario, la gallega Concepción Arenal fue más apreciada fuera que aquí. Figura clave para el pensamiento ético, a dos siglos de su nacimiento es una desconocida para el gran público español. Un injusto olvido que quieren paliar la Biblioteca Nacional de España (BNE) y Acción Cultural Española (ACE) con la primera gran exposición dedicada a una pensadora crucial.
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Con calles dedicadas en toda España, su nombre resulta familiar. Hay quien sabe que vistió con pantalones, levita y sombrero para poder acceder a la facultad de Derecho en 1842, pero pocos sabrían precisar que Concepción Arenal Ponte (Ferrol, 1820 - Vigo, 1893) fue la pensadora más importante del siglo XIX y clave en la forja de una conciencia nacional liberal. «Esta exposición quiere trascender la anécdota de los pantalones y mostrar en profundidad la riqueza de su pensamiento», dice Anna Caballé, biógrafa de Arenal y comisaria, junto a Cristina Peñamarín, de la muestra que hasta el 4 de abril reivindica en la BNE el legado de la pensadora.
«Ángel Valbuena Prat dijo que había centenarios de viento, que pasan sin más; de hielo, que generan indiferencia, y de fuego, que despiertan una llama en las conciencias. Con esta muestra queremos contribuir a que el bicentenario de Arenal sea de fuego», ilustra su biógrafa. «Somos especialistas en olvidar a nuestros grandes personajes y Arenal no está en los libros de texto ni genera consenso académico», lamenta Caballé, que reivindicó a Arenal con 'La caminante y su sombra', obra ganadora del Premio Nacional de Historia en 2019. «Desarrolló un sólido pensamiento filosófico y contribuyó a la reforma de las instituciones y a la modernización de España», recuerda Caballé. «Su imprescindible pensamiento ético se construye sobre la teoría del dolor: cree que el ser humano avanza superando las dificultades y con esfuerzo. Así que tiene todo el sentido que su bicentenario se celebre en un año tan 'arenaliano' como este, cuando afrontamos grandes dificultades».
Subtitulada 'La pasión humanista', la muestra destaca «el afán de Arenal por conocer, comprender y contribuir a mejorar el mundo», apunta la catedrática Peñamarín. Conocida por su dedicación a la caridad, «Arenal fue mucho más allá en su obra». Acuñó la frase «odia el delito y compadece al delincuente» y «fue pionera en la defensa de la dignidad de los presos, luchando sin tregua por mejorar sus condiciones de vida y su reinserción. Y lo hizo en una lucha solitaria y silenciada frente a las fuerzas reaccionarias».
Su prioridad era «despertar a la sociedad civil y convertirla en una herramienta decisiva para marcar el rumbo de la nación y en su apoyo a los desfavorecidos, luchando contra una desigualdad social que ofrecía entonces extremos desoladores», señala la catedrática.
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La exposición contiene más de 120 piezas, muchas inéditas, entre manuscritos, fotos, correspondencia o primeras ediciones. Con dos hilos narrativos, en una primera sala se muestran los datos biográficos que forjaron el carácter de Arenal, vinculados a momentos relevantes del convulso siglo XIX y a los lugares en los que vivió, pensó escribió y amó, como Ferrol, Armaño, Madrid, Potes, Coruña o Gijón. La segunda sala muestra los grandes temas que ocuparon a Arenal, como la esclavitud, los derechos de las mujeres y los reos.
Retrata a «una mujer de vocación filosófica y con gran necesidad de aportar su grano de arena a la reforma de España», según Caballé. Adelantada a su tiempo, Arenal contribuyó al feminismo con ensayos como 'La mujer del porvenir' y 'La mujer de su casa', que reivindicaban idénticos derechos para hombres y mujeres.
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Hija de un militar liberal, fue una niña curiosa y devoradora de libros. Superdotada, rompió un tabú y acudió a la universidad, vedada entonces a la mujer, disfrazada de hombre, con pelo corto, levita, capa y sombrero de copa. Descubierta su identidad, el rector la autorizó, tras examinarla, a asistir a las clases de Derecho que cursó entre 1842 y 1845. Cuando el término feminista no se había acuñado, luchó contra el prejuicio de la presunta inferioridad intelectual femenina y denunció la discriminación educativa y laboral de niñas y mujeres: que se pudiera ser reina y jefe del Estado, pero no funcionaria de cierto grado, o que la Iglesia venerara a mártires y santas pero negara el sacerdocio femenino.
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