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DARÍO MENOR
Domingo, 17 de noviembre 2019, 12:27
«Yo estoy pensando en poner minas antipersona en el campo a ver si los malditos jabalíes dejan de una vez de comerse mi ... plantación. Así seguro que no vuelven». Con la cabeza cubierta por una gorra de Coldiretti, la principal asociación de agricultores y ganaderos de Italia, uno de los productores de la región sureña de Molise se asoma un momento tras la espalda de otro compañero que habla con la prensa para soltar su bomba. Aunque sus risas y la del resto del grupo hacen pensar que se trata de una broma, la frase refleja bien la desesperación que sienten miles de trabajadores del sector primario italiano debido a los daños cada vez más cuantiosos y frecuentes que la explosión demográfica de los jabalíes está provocando en el campo. Harta del escaso interés de las autoridades regionales y nacionales ante las enormes pérdidas económicas y personales ligados a este problema, Coldiretti organizó una manifestación el pasado 7 de noviembre frente a la Cámara de los Diputados en Roma. Participaron en la protesta varios miles de agricultores, ganaderos y pastores que llevaban carteles en los que podía leerse 'Cerrado por animales salvajes' o 'El jabalí nos gusta, pero solo con la polenta'. Este último lema hacía referencia al plato típico del norte del país en el que la carne del ungulado se combina con harina de maíz.
«Yo este año habré perdido alrededor del 75% de la cosecha», dice indignado Antonio Donofrio, agricultor del Molise. «Desde hace unos diez años cada vez sufrimos más destrozos. A los jabalíes les encanta el girasol y también se comen con gusto las legumbres. He tratado de alejarlos, pero le han perdido el miedo al hombre. A veces bajan del monte en grupos muy numerosos, de hasta 30 ejemplares, por lo que si se te meten en el campo, despídete de la cosecha. Lo devastan todo. Son más numerosos y grandes que nunca». A su lado, Antonio Verrati, otro agricultor del Molise, ofrece un relato de pérdidas similar. Ambos también coinciden en denunciar que los jabalíes que arrasan sus campos son de talla mayor a los que se veían antes. «Se trata de una raza diferente a la que habitaba en Italia hasta hace unas décadas. Los que vemos ahora son gigantes, de incluso 250 kilogramos y con unos colmillos enormes», asegura Verrati.
Los agricultores y ganaderos de otras regiones de Italia central consideran igualmente que se enfrentan a una especie nueva. Piero, que cría caballos en los Abruzos, sostiene que proceden del Este de Europa. «Los soltaron algunos cazadores para conseguir mayores trofeos hace años y ahora no hay quien los controle. Son más grandes y tienen muchas más crías que los animales con los que estábamos acostumbrados a convivir. Las hembras incluso paren veces dos veces al año y en cada ocasión tienen 7 u 8 jabatos». Estas descripciones invitan a pensar que el país se encuentra invadido por el 'sus scrofa attila', una subespecie con algunas diferencias respecto al jabalí común existente en Italia o España y que tiene su origen en las montañas de los Cárpatos y de Asia Menor. A estas regiones acuden en su búsqueda algunos cazadores occidentales, que llegan a cobrarse piezas de 300 kilogramos. En nuestro país un macho adulto no suele superar los 100 kilogramos de peso.
«Con los jabalíes hay mucha leyenda. Es como con los lobos, que como cada vez hay más, encuentras ganaderos que te dicen que han introducido ejemplares de Siberia. Cuando la gente no está debidamente informada y se tiene que enfrentar a un conflicto, crea su propia explicación», asegura Paolo Ciucci, profesor de zoología de la Universidad la Sapienza de Roma. «Puede haber algún caso en que jabalíes procedentes de Hungría eran soltados en Italia, pero lo que vemos cuando estudiamos la información genética es que tiene orígenes muy diversos. Pero no podemos hablar de una raza nueva». El experto fija la raíz del problema en los años 70 del siglo pasado, cuando los cazadores, alarmados ante el escaso número de piezas, liberaron ejemplares procedentes de otras regiones europeas o de centros de cría donde incluso se les cruzaba con cerdos. Hoy esta práctica está prohibida.
El abandono del medio rural y las condiciones climáticas más favorables debido al calentamiento global, con inviernos más suaves, serían según Ciucci los dos factores que explican el crecimiento exponencial en el número de estos ungulados en las últimas décadas en toda la zona de los Apeninos. «Ha estallado la bomba jabalí. Hablamos de animales muy prolíficos frente a los que falta una estrategia de gestión nacional. Cada región va por su cuenta, lo que no resulta eficaz para el control de la población total en el país. Puedes resolver un año la situación en Toscana, por ejemplo, pero si en la vecina Umbria no se hace lo mismo, al año siguiente estás igual. Existe un problema político de base». Los agricultores piden una intervención de las autoridades o, al menos, que les dejen utilizar armas de fuego durante todo el año en sus fincas para evitar que los animales arrasen con sus plantaciones.
La proliferación de estos ungulados tiene otra peligrosa consecuencia: el aumento en el número de accidentes de tráfico. Según los datos de Coldiretti, en lo que llevamos de año han muerto 13 personas debido a la fauna salvaje, en su gran mayoría jabalíes. En todo 2018 fueron 11 los fallecidos. El calcula que el número de incidentes graves con muertos o heridos por culpa de los animales en carreteras secundarias aumentó un 80% entre 2010 y 2018.
250 kilos llegan a pesar algunos de estos animales, según los agricultores, que aseguran que han llegado a Italia ejemplares provenientes de Europa oriental, el 'sus scrofa attila', una subespecie mucho más grande. Los expertos descartan una migración masiva.
10.000 accidentes de tráfico se producen cada año en Italia debido a la irrupción en carreteras y autovías de fauna salvaje, en su mayoría jabalíes. 13 personas han muerto en lo que llevamos de 2019 por esta causa, dos más que todas las víctimas del pasado año
2 millones de jabalíes aproximadamente viven hoy en Italia, una población que se ha duplicado con creces en los últimos años. Son las estimaciones de Coldiretti, la principal asociación de agricultores del país.
Hasta el 75% de las cosechas en las zonas de gran concentración de estos ungulados llegan a perderse, denuncian los agricultores, que piden a las instituciones que intervengan y amplíen los períodos en que pueden cazarse. Ahora sólo está permitido de mitad de octubre a mitad de enero.
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