El Prado saca a la luz su portentosa colección de estuches

«Son contenedores de lujo para piezas de lujo. Tienen todas alma de madera forrada de tafilete, con el interior tapizado de terciopelo, seda o lana roja. No sabemos quiénes las elaboraron, ya que ningún estuche está firmado, pero todas salieron de las manos y los talleres de unos artesanos de una calidad extraordinaria, la mayoría franceses», explica Leticia Azcue, jefa del Área de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Museo del Prado sobre la muestra 'El otro Tesoro. Los estuches del Delfín', de la que es comisaría.

Muchos de los estuches tienen en la parte inferior un sello, pero se desconoce si tiene que ver con sus antiguos propietarios o con los artesanos que los manufacturaron. «El más común es el de una mosca. Pero también hay gallos, florones, y una figura alada», añade Azcue. Explica que tampoco se conoce en detalle la procedencia de las piezas que guardaban «muchas compradas en almonedas y sin que sepamos cómo llegaron a manos del rey».

Es la primera vez que se muestra al público esta extraordinaria colección de portentosos contenedores, elaborados entre los siglos XVI y XVIII y cuyo gran valor radica en su singularidad. «Además de proteger la obra, el estuche permitía identificarla, ya que la mayoría de ellos tienen la forma de la pieza que contienen», dice la comisaria. «Queremos mostrar la riqueza y variedad de esta colección, la mejor del mundo en su género, por extraordinario número y calidad de los estuches», agrega Azcue.

El grueso de los estuches se exhiben en una espectacular vitrina circular, pero la sala acoge otras dos vitrinas con varios estuches abiertos ante la pieza que protegen, lo que permite apreciar los detalles de su diseño. Algunos están boca abajo «para descubrir lo que nunca se ha visto y la decoración que aparece en la base con motivos como pequeños delfines y la flor de Lis –símbolo del Gran Delfín– que podrían dar pistas sobar las piezas y los coleccionistas», dice la comisaria.

«Esta colección es el 'otro Tesoro del Delfín'», reitera Azcue, que destaca el valor histórico y artístico y la singularidad de unos estuches que permitían trasladarla las obras que encerraban con seguridad y facilitaban su recuento en los guardajoyas palaciegos. Tanto ella como el director adjunto del Prado, Andrés Úbeda, quieren que la muestra despierte la curiosidad de los visitantes «y que suban las dos plantas que les separa de la sala donde se encuentra el 'Tesoro del Delfín'», el inigualable conjunto de joyas y objetos que perteneció a Luis Borbón (Delfín de Francia) y que llegó parcialmente a España como herencia a Felipe V. Entonces se componía de 169 piezas de los siglos XVI y XVII: jarras vasos, platos, cofres o juegos de café confeccionadas con materiales tan noble como ágata, lapislázuli, jaspe, jade o cristal de roca, y decorados a menudo con diamantes, rubíes o turquesas.

En la Guerra de la Independencia las tropas napoleónicas robaron el conjunto y lo llevaron a a París sin sus estuches, lo que hizo que varias piezas sufrieran desperfectos que hoy se pueden apreciar. En el traslado se perdieron 11 piezas.