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Hace un siglo no cubrirse la cabeza con un sombrero era un signo de rebeldía. Y a él se aferraron un puñado de mujeres, intelectuales y artistas en su mayoría, para simbolizar su afán de libertad e independencia. Abanderadas por la pintora Maruja Mallo, no ... tardaron en bautizarlas como 'Las sinsombrero'. Un heterogéneo grupo cuya sepultada y maltrecha memoria rescata ahora una exposición homónima en cartel hasta el 15 de enero en Centro Fernán Gómez de Madrid. Demuestra como la historia oficial de la Edad de Plata de la cultura española marginó a un grupo de talentosas mujeres que contribuyeron a su brillo de forma decisiva.
Su rebelión partió de un gesto tan nimio como revolucionario. Su negativa a llevar sombrero, el complemento obligado para damas y damiselas de los años veinte y treinta del siglo XX. Fue de la díscola Maruja Mallo quien junto a Margarita Manso y sus amigos Lorca y Dalí y se liberó de la prenda que «congestionaba» sus ideas en lo que hoy llamaríamos una performance. «Nos apedrearon y llamaron maricones por no llevar sombrero» rememoró la artista gallega de aquel acto «rebelde y narcisista» escenificado en plena Puerta del Sol.
Con más de 400 piezas entre pinturas, esculturas, fotos, documentos y objetos originales pertenecientes a muchas de las escritoras, pintoras, dramaturgas, pensadoras y editoras más relevantes de su época, y comisariada por Tània Balló (Barcelona, 1977), la exposición reivindica el legado de unas mujeres cuya aportación fue crucial para la Generación del 27 y que fueron parte activa en acontecimientos sociopolíticos.
«Ellas y su obra son una fuente testimonial importantísima que nos permite conocer de primera mano los avatares de aquel tiempo, no solo desde la perspectiva artística e intelectual, sino también desde la mirada femenina que pocas veces ha sido valorada», señala la comisaria. «Con la recuperación de democracia, a la genealogía femenina no se le otorgó la categoría de sujeto histórico. Perdimos así la oportunidad de entender un tiempo en el que ellas fueron y son absolutamente protagonistas», lamenta Balló. Su exposición «que quiere sumarse a la lucha por revertir el relato oficial sobre nuestra historia cultural y social». «Sin ellas, la historia no está completa», apostilla.
Aquella inquietas y capaces mujeres «están en los retratos de grupo de la Generación del 27, pero se les ignora en los pies de foto», lamenta Balló, autora del ensayo 'Las sinsombrero' (Espasa) y de documental homónimo realizado junto a Serrana Torres y Manuel-Jiménez Núñez.
Tras una intensa tarea de investigación ha reunido más de 400 piezas relacionadas con figuras tan relevantes como las pintoras Maruja Mallo y Ángeles Santos; la pensadora María Zambrano; las escritoras Rosa Chacel, María Teresa León, Carmen Conde y Ernestina de Champourcín, o la editora Concha Méndez. También de otras menos conocidas como Margarita Manos, Marga Gil Roësset, Delhy Tejero, Rosario de Velasco, Ruth Velázquez, Norah Borges, Pitti Bartolozzi, Manuela Ballester, Marisa Roësset, Rosario Suárez de Castiello, Victorina Durán, casi todas ausentes también de las antologías, estudios, biografías y memorias sobre el grupo del 27.
Se agruparon en torno al Liceo Club Femenino fundado en 1929 por Concha Méndez. Con 115 socias y María de Maeztu en la presidencia, fue la primera asociación feminista española, a imagen de Lyceum Club que la sufragista Cosntance Smedley alumbró 1903. En el Liceo se juntaban con las mujeres de la llamada generación del 14. «Discutían pero compartían el fondo, que era lo importante, aunque no la forma. Pero ambas generaciones acabaron en el exilio y ninguneadas por su sexo», según Balló.
Todas quedaron en un vergonzante segundo plano, atrapadas en los pliegues de una historia escrita por varones y decididamente antifemenina. Sus relaciones a menudo fueron la base de proyectos colaborativos en el campo de la creación. La amistad ente ellas tomó, además, un carácter reivindicativo y de resistencia, conscientes de que su condición de mujeres obstaculizaba el reconocimiento que su producción artística y literaria merecían.
La muestra visibiliza así a unas mujeres «libres y transgresoras, apasionadas y apasionantes» constreñidas en una España en la que el «esencialismo biológico» sentenciaba la desigualdad entre sexos y afirmaba la nula capacidad intelectual del débil género femenino «científicamente», según destaca Balló.
'Las sinsombrero' aborda también la participación de estas mujeres en la Guerra Civil. Muchas crearon contenidos propagandísticos y testimoniales. Trabajos que dieron la vuelta al mundo, como los de sus compañeros, «si bien muchas veces su autoría no fue considerada o incluso fue ocultada tras identidades masculinas durante años». «Esto nos arrebató la posibilidad de tomar conciencia de una mirada en clave de género sobre la guerra y sus consecuencias», lamenta la comisaria.
La dictadura silenció tras la guerra a muchos de los forjadores de la Edad de Plata. Pero para las mujeres ese silencio se convirtió en ignominiosa ignorancia. Los intelectuales exiliados regresaron a España y se reivindicaron ante las nuevas generaciones, pero la España de la Transición reescribió de nuevo la historia en clave masculina. Laminó el pasado y el legado de aquellas mujeres que participaron sin complejos en la vida intelectual y artística española del primer tercio del siglo XX con obras que rezumaban independencia y libertad, tan protagonistas como los varones del pasado que se reivindicaba y desterradas como ellos.
Volvieron a casa «pero, al parecer, la Historia no las esperaba. Ellos volvieron del exilio como héroes, ellas se encontraron con el más profundo de los olvidos. No eran nadie», lamenta Tània Balló, productora y cineasta que fraguó su primera aproximación a 'Las sinsombrero' para «recuperar, divulgar y perpetuar» su legado
La exposición demuestra que, como en otras disciplinas artísticas, las mujeres contribuyeron a la renovación teatral de su época. Un puñado de dramaturgas, actrices, empresarias, escenógrafas, figurinistas abrieron nuevas posibilidades artísticas y aportaron nuevas temáticas. El teatro fue una disciplina explorada por muchas de estas autoras que pusieron en el centro el desarrollo y la caracterización de los personajes femeninos.
Margarita Manso (1908-1960) . Pintora. Hija de modista, ingresó con quince años en Bellas Artes. Se travistió de hombre para entrar al monasterio de Silos. Fue, según Dalí, la única mujer que mantuvo un encuentro sexual con García Lorca, quien le dedicó el poema 'Muerto de amor'. Libérrna y sin fronteras, murió en el exilio.
Marga Gil Roësset (1908-1932 ) . Escultora precoz, apadrinada por Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez. Enamorada del poeta y futuro premio Nobel, en 1932 destruyó casi toda su obra y se suicidó. Un día antas entregó a Juan Ramón su diario íntimo.
Concha Méndez (1898-1986) . Poeta y editora. De familia adinerada, fue novia de Luis Buñuel y amiga de Alberti, Lorca y Maruja Mallo. Viajera solitaria por el mundo, se casó en 1933 con Manuel Altolaguirre, con quien realizó una encomiable labor editorial dando voz a su generación en Cuba, México y España.
Maruja Mallo (1902-1995) . Pintora y transgresora en todos los ámbitos, Ortega y Gasset la invitó a exponer en solitario en 1928. Influenciada por el surrealismo, trató a Magritte, Picasso, Ernst, Miró o De Chirico. Republicana de pro, se exilió en Argentina y EE. UU. Regresó en 1965 sin ser nunca tan reconocida como su obra.
María Zambrano (1904-1991) . Escritora precoz, filósofa y ensayista malagueña, fue alumna de Zurbiri, destacada discípula de Ortega y una del las cimas del pensamiento español en el siglo XX. Republicana, tras un largo exilio, a su regreso sería reconocida con los premios Príncipe de Asturias en 1981 y la primara ganadora del Cervantes en 1988.
María Teresa León (1903-1988) . Escritora, ensayista y dramaturga, fue eclipsada por su esposo, Rafael Alberti. Incansable luchadora antifascista, activista socia y salvadora de «Las meninas» y otros tesoros del Prado en la Guerra Civil, fue la memoria de la generación del exilio. De vuelta a España en 1997, el alzhéimer la consumió.
Ernestina de Champourcín (1905-1999) . Nacida en un aristocrática familia vitoriana fue una poeta precoz. Políglota y enfermera en la Guerra Civil, se exilió a Francia con su marido, Juan José Domechina. Regresó en 1973, al final de su vida ingresó en el Opus Dei no dejó de publicar hasta su muerte. Fue candidata al premio Príncipe de Asturias y se la tachó de autora religiosa.
Rosa Chacel (1898-1998) . Vallisoletana, abandonó Bellas Artes para ser la novelista más brillante de su generación. Amiga de Ortega y comprometida con la República, se exilió a Francia y Brasil. Regresó a España en los ochenta y aspiró a un Premio Cervantes, que se le negó.
Josefina de la Torre (1907-2002). Escritora, cantante, concertista, actriz brillante y poeta canaria, Gerardo Diego incluyó sus versos en su antología de 1934. En el exilio interior tras la guerra, publicó durante la dictadura un solo poemario y novelas bajo seudónimo.
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