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Seguramente, en los últimos días hayan recibido en su teléfono fotografías retocadas replicando el estilo de dibujo del anime japonés o el del estudio Ghibli fundado por Hayao Miyazaki, responsable de obras maestras de la animación como El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke. No solo particulares, sino que también instituciones, medios de comunicación y empresas se sumaron rápido a la moda. Es (demasiado) fácil de hacer. Subes una fotografía a la aplicación de Inteligencia Artificial (IA), tecleas la instrucción y listo, ya tienes tu imagen 'retocada'. Un ejercicio curioso, divertido, de apariencia inocente. Sin embargo, esa colorida fachada esconde una trastienda más oscura que muchos desde hace tiempo están denunciando, ya que las IA generativas aprovechan el trabajo de artistas para imitar y replicar, con límites éticos o legales cuanto menos difusos. Ymientras, empresas tecnológicas como OpenAI (ChatGPT) imponen tarifas y suman beneficios.
Miyazaki ha sido la última víctima de la popularización de estas herramientas generativas de imágenes pero nadie está libre de ser copiado. Las IA se nutren de toda la información que está en la red. «Dibujábamos mucho antes de aprender a hablar o escribir, nos viene innato. A ello han ido los sistemas artificiales, a robarnos esa conexión con nosotros mismos», reflexiona la dibujante riojana Antonia Santolaya: «La IAmoldea gustos, despersonaliza la creación. Se vende como una herramienta más pero es una herramienta que roba el trabajo de los demás. Y es que estamos en un mundo en el que todos vamos absorbiendo lo que nos ofrece el algoritmo, es un consumo que no eliges, te elige a tí».
Por una parte, los artistas riojanos consultados aluden a las problemáticas éticas y morales que surgen de la utilización de la IA. «No es la tecnología en sí, es el uso que se hace de ella», resume Sara Ramírez desde el punto de vista de una artista multidisciplinar que explora constantemente las nuevas posibilidades digitales. «Como usuarios deberíamos tener también responsabilidades», estima.
«La IA ataca los principios básicos del autor y la legitimidad de su obra», señala por su parte el dibujante Manuel Romero, añadiendo que «cuando la creatividad se sustituye por la mecánica y el algoritmo, pierde toda su esencia, su capacidad de provocar. Se convierte en un producto barato y, por lo tanto, rentable». «Da muchas posibilidades y velocidad, pero para ir a dónde. No sabes muy bien qué pensar...», se cuestiona David Lapeña sobre el sentido de la IA.
Los límites éticos se discuten a raíz de la ausencia de barreras legales, algo que preocupa a los artistas. «Lo principal es que es una usurpación de los derechos de autor. A nivel nacional está empezando a moverse algo para proteger a los dibujantes, pero a nivel mundial es una locura, no hay posibilidad de ningún tipo de legislación», expone Pedro Espinosa. «Me parece un robo a los ilustradores», subraya Raquel Marín, que opina que «cogen nuestros trabajos sin pedir permisos de autor y se convierte en nuestra competencia desleal». «Es una situación triste, le ponemos dedicación y pasión a nuestra obra, deberíamos estar mejor cubiertos», añade Naiara Arrieta.
Pese a todas estas cuestiones que los profesionales ponen sobre la mesa, la utilización de IA generativas se ha extendido de forma imparable, influyendo además en una normatividad estética y en un arte automatizado y desinformado. «Un autor le pone a su obra corazón y cabeza, es emocional, es cálida. La IA solo es capaz de copiar, de utilizarnos», comenta Pedro Espinosa. «Me genera conflicto porque por una parte es fascinante pero por otra ves trabajos horribles, de mal gusto y sin personalidad, hay muchas cosas que la máquinano tiene en cuenta», apunta David Lapeña, que menciona, a modo de ejemplo el cartel de la última feria taurina de San Mateo, realizado con el reconocible y evidente sello de una Inteligencia Artificial.
Sobre algo más profundo habla Antonia Santolaya al recordar «ver una película de animación de los noventa con mi sobrino y darme cuenta que el dibujo te lleva a emocionarte. Viendo después otra película más actual y artificial no nos pasaba, no empatizábamos».
Pero incluso más allá de conflictos éticos, legales o estéticos, el 'boom' de las IA generativas ha repercutido laboralmente casi en la totalidad de dibujantes e ilustradores. «Entiendo que es parte del progreso, es muy difícil luchar contra algo tan grande, quedará en manos de la moral de clientes y empresas. En el caso de los primeros, creo que como ilustradores, dibujantes y artistas, mucha gente seguirá apoyando ese alma que lleva implícito nuestro trabajo. La moral de las empresas estará más determinada por el aspecto económico», comenta por su parte Naiara Arrieta, que habla de la «obligación de buscar nuevos formatos y nuevos medios para distribuir nuestros dibujos».
«Afecta como afectó la revolución industrial, en la que las máquinas dejaron sin trabajo a los artesanos, aunque en este caso parece algo elevado a la enésima potencia», aporta David Lapeña. «Todos los que nos dedicamos a esto estamos notando el uso generalizado de la IA, que está reduciendo considerablemente nuestro trabajo. No la he usado ni espero usar nunca», indica por su parte Manuel Romero. «Es algo que genera incertidumbre. ¿Qué pasará en el futuro si las editoriales y periódicos aumentan el uso de la IA?¿Nos quedaremos sin trabajo?», se plantea Raquel Marín.
Sara Ramírez menciona cómo «hemos creado una simbiosis con la tecnología que nos beneficiaba como un escaparate gratuito y ahora nos está pasando una factura que no esperábamos, pero en cierto modo imaginábamos». Confía, pese a todo en que «esto nos empuje a sacar la vista de las pantallas y enfocarnos en lo real, lo natural y lo manual». Un mensaje similar al que lanza para concluir Manuel Romero:«Espero que el mercado se sature pronto de este tipo de imágenes y se vuelva a valorar lo hecho con sentimientos y sensibilidad, lo hecho por humanos».
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