Secciones
Servicios
Destacamos
Tras su rotundo éxito con la novela 'Patria' (2016), Fernando Aramburu decidió aplazar cinco años la edición de una siguiente entrega narrativa, 'Los vencejos', y que esta no tuviera nada que ver con la violencia terrorista ni con el País Vasco. Ahora, tras un silencio ... de año y medio, Aramburu vuelve a abordar el tema de ETA, pero desde una perspectiva totalmente ajena al crudo realismo de 'Patria' y en una clave paródica cuyo humor nos remite a textos como 'Ávidas pretensiones' (2014) o 'Fuegos con limón', la obra con la que debutó en el género novelístico en 1996.
Los protagonistas de 'Hijos de la fábula' son Asier y Joseba, dos veinteañeros que provienen de dos pueblos vecinos de Gipuzkoa y que han ingresado en ETA, o se hallan en el trance de hacerlo. Esa es la primera y esperpéntica duda que les asalta en el mismo inicio del libro. «Somos de ETA, ¿sí o no?». Ambos han pasado seis meses en esa fase iniciática y, de vivir escondidos dentro de una furgoneta, la 'organización' los ha trasladado a una granja de la localidad occitana de Albi, donde un matrimonio sin hijos les presta para alojarse un insalubre zaguán. De los jóvenes acogidos por esa fea pareja, Asier es el que lleva la voz cantante, y el que se arroga una cierta autoridad sobre Joseba, que ha dejado a su novia, Karmele, esperando un hijo, y que sueña con pasear a este a la vez que convertirse en un 'héroe nacional'. Ninguno habla francés, carecen de experiencia en el uso de las armas y de armas, lo que les lleva a una situación exasperante en espera de unas órdenes que no llegan nunca.
Es en esa situación cuando les llega el comunicado de octubre de 2011 en el que ETA anunciaba el cese definitivo de los atentados, que ellos desoyen, y donde el libro alcanza los tintes más paródicos y chuscos. Ambos comen mal, se aburren y se dedican a entrenarse con un martillo o con una escoba a falta de armamento real.
El arriesgado reto de 'Hijos de la fábula' es el de conseguir hacer humor con un escenario, un tema y un material narrativo realistas. Para ello lo más fácil habría sido utilizar un humor contenido por la ironía en lugar de una hiperbolización de los tintes grotescos que llegan a la caricatura, como es el caso. La novela cobra ciertos visos de credibilidad cuando los etarras se embarcan en la rocambolesca aventura de hacerse con unas armas. Pero no es hasta el último tramo cuando adquiere unas logradas calidades de verosimilitud y de descarnado realismo. A ese hallazgo del desenlace en los destinos dispares de ambos jóvenes se añade el del estilo literario en el que Aramburu sabe salpicar la narración en una tercera persona omnisciente con ágiles y expresivos diálogos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.