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Pues ya está aquí la primera edición de La Rioja Festival 'Raíces', ese empeño personal e ilusionado de nuestro gran guitarrista Pablo Sáinz-Villegas, lanzado ... en cuerpo y alma a remover y vitalizar las estancadas aguas musicales de nuestra región.
La idea es intensa y creativa, especialmente por la multiplicidad de escenarios por toda La Rioja y por la cantidad de actividades complementarias a los conciertos en forma de experiencias, masterclasses, encuentros, charlas educativas, etc. Se ha puesto mucha imaginación e ilusión en cada actividad. Los banderines de enganche, por supuesto, son los dos conciertos grandes de apertura y cierre en Riojafórum con los nombres estelares de Pablo y Ainhoa Arteta, a los que hay que añadir la excelente pianista Judith Jáuregui, la soprano emergente Serena Sáenz o el tenor Pablo García López, todos ellos jóvenes pero pisando tablas en importantes escenarios, además de un montón más de interesantes músicos de las más variadas especialidades. Por este lado no hay problema, porque la selección de intérpretes es seria, cualificada, variada y original. ¿Es una oferta que enamora?, pues eso lo iremos viendo a lo largo de la intensa semana.
Aterriza el festival en una época deprimente para la música clásica en La Rioja. El sistema educativo español parece un modelo diseñado para eliminar todo atisbo de cultura clásica en las nuevas generaciones y muy especialmente la gran música. ¿Saben ustedes cuántos colegios e institutos de La Rioja tienen un coro, un grupo de teatro clásico, un cinefórum o un aula de artes plásticas? No se molesten, les sobra con los dedos de una mano. Y luego está la idiosincrasia del arquetipo riojano, que no concibe la cultura sin apellido lúdico: cultura gastronómica, enológica, popular... todo menos clásica. En esto hay palpables diferencias con otras comunidades bien cercanas, como Navarra o el País Vasco, donde se respiran otras inquietudes culturales. Desde mi pequeño observatorio como crítico musical de este diario vengo denunciando repetidamente la abulia e indiferencia del riojano hacia la actividad musical programada en nuestros escenarios. Un acontecimiento como el reciente concierto de Grigori Sokolov, uno de los mejores pianistas del mundo, un artista de culto que en cualquier parte agota las entradas en horas, pasó casi desapercibido y trasladado a la sala de cámara para que no resultase bochornosa la falta de público. O el todavía más reciente concierto de la Orquesta de Euskadi, una orquesta espléndida en estos momentos con un bellísimo programa, en el que casi había más músicos en el escenario que público en la sala.
Quizá no sean las mejores fechas, con los finales de curso al rojo vivo, con la ausencia del turismo veraniego y la situación económica tan delicada, pero había que intentarlo. Desde los tiempos del lanzamiento de Cultural Rioja con la Fundación Juan March, promoviendo una intensa actividad concertística en Logroño como siembra de futuro, o desde la inauguración de Riojafórum con una programación musical de categoría interplanetaria, no ha habido aquí otra iniciativa más potente que este debutante festival de música, al que deseo, a pesar de mis temores y escepticismo, el mejor de los resultados. Y eso sólo lo podemos conseguir nosotros, los riojanos, participando con interés y ganas. ¡Ánimo y a ello!
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