El único rey electo por votación nominal de las Cortes quiso agradecer su afecto al Duque de la Victoria, quien pese a las múltiples propuestas para que ciñera la corona rechazó tal honor y prefirió quedarse en La Rioja
En el siglo XIX, la pequeña y recién creada provincia de Logroño atesoró un protagonismo político crucial en la historia de España, pues aunque fue creada en 1822 y consolidada administrativamente en 1833 y sus territorios no eran en absoluto extensos, la categoría de sus ciudadanos y un ramillete de personajes ilustres la colocaron en el centro del país.
Desde la I Guerra Carlista (1833-1840), con Espartero como el gran pacificador, hasta los albores del siglo XX con Práxedes Mateo Sagasta, por séptima vez jefe del Gobierno, La Rioja aportó otros políticos y militares de postín, como Domingo Dulce, Martín Zurbano, Amós Salvador, Manuel de Orovio, escritores como Bretón de los Herreros, científicos como Mariano de la Paz Graells.
Logroño se convirtió, con permiso de Madrid, en la marmita donde se cocinaban muchos de los guisos, de ahí que no fuera extraño que la capital recibiera a Alfonso XII (dos veces), la exregente María Cristina, Prim o el mencionado Amadeo de Saboya, visita en la que nos vamos a extender.
La denominada Gloriosa Revolución de 1868 La Revolución de 1868 y la huida de Isabel II derivó en una convocatoria de Cortes Constituyentes, cuya nueva Carta Magna establecía como forma de gobierno la monarquía constitucional. La dificultad era hallar un rey idóneo y que aceptase el trono. De hecho a Espartero le fue ofrecido el cargo, como el gran pacificador de España, pero lo rechazó.
Espartero, ocho votos
Así, el 16 de noviembre de 1870 los diputados votaron: 191 a favor de Amadeo de Saboya, 60 por la República federal, 27 por el duque de Montpensier, 8 por el anciano Espartero, 2 por la República unitaria, 2 por Alfonso de Borbón, 1 por una República indefinida y 1 por la duquesa de Montpensier.
Nada más desembarcar en España, se encontró Amadeo I con que Juan Prim, su principal avalista, había sido asesinado en la calle del Turco de Madrid.
Huérfano y en un país dividido y desconocido para él, fue Amadeo la diana de todas las críticas, por eso quiso acercarse a hombres de prestigio como Baldomero Espartero, desde hace décadas retirado entre Logroño y La Fombera.
Como explica el historiador riojano Francisco Bermejo: «El joven rey Amadeo I y el anciano general Espartero se abrazaron por primera vez en el andén de la estación del ferrocarril de Logroño a las cinco de la tarde del día 29 de septiembre de 1871 y convivieron al unísono durante veintisiete horas. Conocemos hasta el más mínimo detalle de la visita, porque la conciencia histórica de los poderes municipales de aquellos días, la dejaron descrita, como decían, en «el libro sagrado donde se conserva incólume la Historia de los pueblos», es decir, en el Libro de Actas del Ayuntamiento, uno de los enlace que hemos incluido en 'Para saber más'.
Velada en el Liceo logroñés
Tras el apoteósico recibimiento, Amadeo I, Espartero, el alcalde y el capitán general del Distrito accedieron a un coche tirado por caballos que transitó, ante la expectación y el júbilo popular, por el muro de las Delicias (Miguel Villanueva), el del Carmen, la calle del Mercado (Portales) y la plazuela de San Agustín, frente al palacio de los duques de la Victoria (Museo de La Rioja), cubierto todo el trayecto por fuerzas militares y voluntarios de la libertad»
«El Rey prácticamente estuvo secuestrado en la residencia de Espartero, en la que incluso se celebraron las recepciones oficiales», incide Francisco Bermejo, y ese primer día solo salió «de diez a doce de la noche, para presenciar una función en el Liceo Artístico Literario (actual albergue de peregrinos de Ruavieja, 32) dando gusto a la 'sociedad elegante'».
A lo largo de la segunda jornada, aún tuvo tiempo Amadeo de entregar sus donativos en las Casas de Beneficencia, presidir el desfile de las fuerzas militares de la guarnición y los voluntarios de Logroño, Haro, Nájera, Santo Domingo y Ezcaray, así como de inaugurar el Hospital Provincial.
Ya por la tarde, después de almorzar asistió a una corrida de toros celebrada en plaza levantada en lo que es el actual cruce de Duques de la Victoria y avenida de Colón, que en el año 1914 sería pasto de las llamas.
«Dios os llene de felicidades»
Las únicas palabras públicas pronunciadas por el Amadeo I en Logroño son recogidas por el acta municipal: «Dios os llene de felicidades», exclamó cuando el tren real arrancaba hacia Madrid. Eran las ocho de la tarde-noche.
El escritor Miguel Ángel Almodóvar cuenta que «el 11 de febrero de 1873 le comunicaron al rey Amadeo I su «despido», mientras esperaba su comida en el restaurante del Café de Fornos; de inmediato, anuló el pedido, pidió una grappa, recogió a su familia y renunció al trono»
Discurso de José Olózaga
El discurso de despedida, que fue leído por su esposa María Victoria dal Pozzo, salió de la pluma del riojano José de Olózaga –hermano de Salustiano–, presidente del Consejo de Estado y gran amigo del rey. Tras el regreso a Italia de Amadeo de Saboya, José Olózaga dejaría la vida política política.
'Acta de recepción de Su Majestad el rey don Amadeo I en esta Muy Noble y Muy Leal ciudad de Logroño (1871), disponible en:
http://bibliotecavirtual.larioja.org/bvrioja/es/consulta/registro.do?control=CCPB000714477-6
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