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«Creo que es a Lorenzo a quien debo estar vivo hoy», escribió Primo Levi en 'Si esto es un hombre', su estremecedor libro sobre el Holocausto. Pero ¿quién era ese Lorenzo? La respuesta está en el título del libro que acaba de publicar en ... España (Crítica) el historiador italiano Carlo Greppi. Lorenzo Perrone es 'El hombre que salvó a Primo Levi'.
«Perrone es como un Oskar Schindler a escala. Schindler era un empresario que tenía los medios y los contactos para salvar a miles de judíos. Perrone, no, pero hizo cuanto estuvo en su mano para salvar a quien tenía más cerca», dice Greppi (Turín, 1982).
Cuando se encontraron en Auschwitz en 1944, no podían ser más diferentes. Perrone, 39 años, había nacido en un pueblo, Fossano, era albañil, casi no sabía leer ni escribir y estaba en Auschwitz como parte del contingente de trabajadores que la Italia de Mussolini proporcionaba a Hitler. Levi, 24 años, era un judío de buena familia turinesa que había estudiado Química y que había sido reclutado en condiciones de esclavitud en la fábrica que tenía en el complejo de Auschwitz I. G. Farben, el conglomerado que producía el veneno usado por los nazis en las cámaras de gas, el Zyklon B.
Un día de junio, a Levi le ordenaron unirse a un grupo de albañiles que levantaban un muro. Allí escuchó a uno de ellos hablar en su mismo dialecto, el piamontés. Los obreros como Perrone tenían unas condiciones laborales casi idílicas (sueldo, domingos libres y vacaciones anuales) comparadas con las de Levi, pero bajo una orden: no hablar nunca con los prisioneros.
Perrone, sin miedo, arriesgó su vida y a los dos días le entregó a Levi una tartera con sopa y pan. Tan solo le dijo que se le devolviera por la tarde y así, durante seis meses, el preso 174.517 pudo aguantar gracias al alimento de más y a la ropa que también le proporcionaba su amigo. Pero sobre todo, sobrevivió gracias a la esperanza en el ser humano que le devolvió Perrone.
Cuando terminó la guerra, los italianos volvieron a su país y Levi fue recibido por su familia y sus amigos turineses con una gran fiesta. «Pero apenas dos días después de llegar a casa, y pese a todo lo que había sufrido, sintió la necesidad de emprender viaje a Fossano para visitar a Perrone», recuerda Greppi.
La amistad entre el albañil y el pensador ya nunca se rompió. Primo Levi puso a sus hijos los nombres de Lisa y Renzo, en homenaje a su salvador, y a la madre de Lorenzo la llamaba 'mamma', como si fuera la suya. Pero la vida del albañil ya estaba quebrada. «Levi intelectualizó el Holocausto, Perrone intentó superarlo bebiendo. Se autodestruyó», afirma el historiador.
En 1952, con solo 45 años, Perrone murió, aunque su recuerdo quedará para siempre, ya que en 1998 fue nombrado Justo entre las Naciones, el título que reciben los no judíos que ayudaron a los hebreos en el Holocausto. En 1987, con 67 años, Levi cayó por el hueco de la escalera de su casa, una muerte (probablemente un suicidio para no sufrir más por el horror de Auschwitz) sobre la que aún pesa la sombra del misterio.
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