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Apartir de las 20.15 la Filmoteca Rafael Azcona, bajo el epígrafe 'Halloween en la Filmoteca', trae a su pantalla uno de los títulos considerado una de las mejores expresiones visuales del terror, 'La semilla del diablo' (1966), obra mestra de Roman Polanski que adapta ... una novela del escritor Ira Levin. Un clásico revisitado en infinidad de ocasiones cuya visión no agota a pesar que sus incondicionales conocen los espantosos pormenores de la ficción como la siniestra intrahistoria que tiñó de tragedia a la producción.
Polanski, un exigente e inasequible al desaliento director polaco en el reino de Hollywood, contó con el salvaguarda del productor, Robert Evans, para acometer a su antojo una pieza de terror poco menos que revolucionaria. La demonización no era un tema atractivo y comercial.
Un libro estremecedor y el personal estilo de Roman Polanski, aparte de elementos estéticos e interpretativos, contribuyeron a forjar una pieza de género fantástico con vitola de ejercicio supremo.
Un edificio tétrico y amenazador, un matrimonio joven con perspectivas profesionales y planes familiares, unos vecinos entrometidos y siniestros, una secta compuesta con gentes de postín adoradores de belzebú y una escena de pesadilla con una extraña criatura yaciendo con Rosemary (Mia Farrow) convirtieron 'La semilla del diablo' en una obra perfecta.
Un país agrietado por la insatisfacción política y sacudido por la agitación social se estremecía más si cabe cuando su industria del entretenimiento y arte cinematográfico abogaba, en medio de la crisis y la crispación, por un argumento violento sobre personas de posición que montaban akelarres caseros e inducían a la violación de su protagonista. Nunca unos simpáticos ancianos, Minnie (Ruth Gordon) y Roman Castevet (Sidney Blackmer), con su naturalidad cordial, generaron tanta inquietud. Y Mia Farrow tanto desamparo y fragilidad.
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