El escritor y editor vallisoletano Adolfo García Ortega. Javier Etxezarreta / EFE

Adolfo García Ortega: «La luz de los heterodoxos está condenada a brillar»

Con su libro 'La luz que cae' el escritor invita a recuperar el asombro ante el mundo, en la estela del hereje sintoísta Hiroshi Kindaichi / «Toda herejía siempre es una propuesta individual para comprender el mundo»

Sábado, 19 de junio 2021, 18:53

A caballo entre el ensayo y la novela, 'La luz que cae' (Galaxia Gutenberg) es fruto de la «revelación» que Adolfo García Ortega (Valladolid, 63 años) tuvo al contemplar por primera vez el monte Fuji. Su nuevo e insólito libro rescata el pensamiento del olvidado, ... y quizá solo imaginario, Hiroshi Kindaichi, un hereje sintoísta del siglo XVIII que nos invita a ver el mundo con el asombro de la primera vez. Una capacidad «iluminadora» que todos tenemos y que el autor quiere que recuperemos convirtiendo las ideas de Kindaichi y su hallazgo en ficción. El lector no tendrá fácil saber qué es real y qué no en esta osada historia.

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-¿Cómo fue la 'revelación' que originó el libro?

-En un viaje a Japón en 2018, ante la majestuosidad y la grandeza del milenario monte Fuji, un volcán con un poder de atracción indescifrable, se congeló el tiempo. Me sobrecogió y sentí una singular relación de reconocimiento mutuo: era como si al pronunciar su nombre, el monte Fuji pronunciara el mío. El asombro que me produjo fue la revelación que desarrollo en el libro.

-¿Son los heterodoxos, como Hiroshi Kindaichi, quienes hacen avanzar el mundo?

-Ofrecen vías alternativas a las verdades controladoras. Su luz, está condenada a brillar mucho tiempo después de su muerte. En su rango de desviación está su poder de seducción, porque toda herejía siempre es una propuesta individual para comprender el mundo y formar parte de él en sintonía. Kindaichi está rodeado de lagunas misteriosas, es hereje por excelencia e individualista, pero en su 'Tratado de sintoísmo herético' fija ideas aplicables hoy. Habla a su tiempo y al nuestro. Su herejía contra el sintoísmo ortodoxo genera una teoría vitalista basada en una suerte de politeísmo sin dioses, una religión no religiosa con la que yo combato todas las religiones.

-¿Estaba sepultado en la nebulosa de la historia o es ficción?

-No importa si Kindaichi existió o no. Importan sus ideas. La novela dice que lo conocemos porque en 1810 un comerciante holandés lo protegió y trajo su ideario a Europa. Esa es la peripecia de libro, entre la aventura de Kindaichi, la mía y mis referentes culturales. Se relacionan Rimbaud, Verlaine, Cernuda, Ozu y Kurosawa. Filosofía, ciencia, zoología, botánica, leyendas, Hiroshima, las pinturas de Hokusai, Basho, Barthes, el cómic manga, el papel, la comida, la bebida y los rituales japoneses. Todo presidido por una idea de felicidad vital.

-La filosofía asombrada de Kindaichi está muy próxima, dice, a los filósofos ilustrados.

-Sin sospecharlo, tenía bastantes nexos con las luces de los pensadores europeos del XVIII. Por eso, su mundo será una caja de sorpresas para los lectores. Darán con ideas y propuestas útiles para su vida y su mejora personal. Hay toda una teoría de la felicidad, de la relación con el mundo natural. Siempre desde la base del asombro ante las cosas, los seres, los hechos, y la naturaleza.

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-¿Cuál es su mensaje esencial?

-Sus ideas son una aportación luminosa a la experiencia vital, al modo de tratarse uno a sí mismo y de descubrir y percibir mediante una energía nueva: la de la capacidad de asombro. El asombro -que une lo que es asombroso con quien es asombrado- permite admirar, respetar y dar un rango de autoridad a seres, personas, cosas, fenómenos naturales, antepasados... El asombro como respuesta introspectiva nos lleva a los 'kami', esas cosas o seres que admiramos porque nos asombran en grado sumo y desde una intención honesta. La relación con los 'kami' es personal, intransferible, única, y no se puede entender más que en esa reciprocidad.

-Escribir un libro sobre la iluminación en plena pandemia, ¿ha sido iluminador?

-La pandemia nos ha trastocado en lo más sustancial: la vida, la muerte, las relaciones y el espacio del yo. Ha causado dolor, pesadumbre, desconcierto, crisis personales y ansiedad. Muchos se habrán refugiado en sus creencias. Otros hemos escrito libros que buscan aportar luz en la oscuridad. En las teorías y propuestas heréticas e Kindaichi hay una propuesta de renacer, de reconstruir, de elevarse por encima de esa incertidumbre. Creo que es un libro pertinente. Propone que nos reencontremos con nosotros mismos y con la naturaleza, que nos reconstruyamos. Hay en sus ideas una vía serena y hedonista, que busca ahondar en uno mismo y en la capacidad de reconocer el entorno.

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-¿Qué le seduce de Japón?

-Es una cultura, un país y un universo único. Su atracción, muy temprana en mi vida, nació con las películas de Ozu, Mizoguchi o Kurosawa. Se consolidó con la traducción de 'El imperio de los signos' de Barthes y se arraigó en la figura de Kenzaburo Oé, escritor a quien traté y admiro. Amo la liviandad, la sutileza que es Japón, de su papelería a su comida, una de las experiencias más deslumbrantes. Y su fusión de la naturaleza con la vida, que llega a extremos asombrosos.

-¿Cambiará este libro al lector?

-Con las ideas de Kindaichi, y su aventura tendrá un marco para una reconstrucción personal que le permita comprender experiencias insólitas en armonía con el mundo. Es una confesión en forma de relato plural; como un rompecabezas que implica una reflexión sobre la vida. Me sorprende la recepción tan entusiasta de los lectores, la corriente de 'kindaichistas' que se está creando.

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