Adiós a la inocencia

Una pieza de cámara resuelta con apenas un pequeño puñado de intérpretes, en tres localizaciones y con un tema latente acerca de la valiente decisión de una mujer madura de saborear los placeres del sexo tras una convivencia marital frustrante en este terreno.

El eje picante de la función lo ofrece Emma Thopson. La curtida actriz encarna a la viuda Nancy Stokes, una profesora de ética jubilada. Una atribulada mujer que se ha dado cuenta de que tiene un prurito en su cuerpo insatisfecho y nunca ha tenido un orgasmo. Para remediar su insatisfacción contrata a un trabajador sexual, Leo Grande (Daryl McCormack), un joven apuesto, amable y complaciente con el que mantendrá experiencias terapéuticas.

Dos personajes acotados en una habitación de hotel. Nancy, sacudida por un vendaval de emociones que litigan por dar un paso al frente o por la retirada avergonzada. Leo, un proveedor de servicios con una seguridad aplastante y una pauta de actuación profesional y delicada. La mujer, pese a su ansiedad, es cauta y tiene que sortear badenes contradictorios. Emma Thompson, epicentro del relato, muestra su mejor repertorio y luce con garra sexy. Acostumbrada a Shakespeare y a otros papeles rugosos, su Nancy es de los más difíciles. Se desnuda y enseña el cuerpo. La inglesa tiene casta y grita ¡aquí estoy!

La película es justicia poética para Thompson y un aviso para navegantes: el sexo es vida.