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Justo Rodriguez

Adiós a la gran estrella del Echaurren

Ezcaray vivió ayer una multitudinaria y emotiva manifestación de duelo en la despedida a la cocinera Marisa Sánchez

JAVIER ALBO

Martes, 21 de agosto 2018, 08:20

Ezcaray. No cabe ninguna duda de que Marisa Sánchez fue una mujer que dejó muy buen sabor de boca en todo el mundo, probaran o no sus platos. Sus despedida ayer en el Ezcaray de sus amores fue una rotunda prueba de ello, con la ... villa sumida en la tristeza y el epicentro del pesar localizado en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, donde recibió una emotiva y multitudinaria despedida. Fue un adiós a la cocinera y a la persona, enorme en ambas. Pero más allá de los fogones, de sus célebres croquetas, de sus premios y reconocimientos, en la localidad de la que apenas salió todos subrayan su grandeza humana.

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«Era muy buena persona y muy trabajadora», coinciden en señalar Tere Sierra y Sonia Herbas en una peluquería de la plaza de la Verdura. «Una extraordinaria mujer y una heroína en su trabajo», añade la última. No muy lejos de allí, sentada en un banco junto a la fuente, Victoria Núñez asegura que «aquí en Ezcaray no va a encontrar una persona que diga una cosa mala de ella, porque era una mujer muy buena, agradable y muy comprensiva con todo el mundo». A su lado, Sara Algárate asiente con la cabeza. «Lo tenía todo, porque era admirable, de lo más agradable y cariñosa, además de muy trabajadora». José Ignacio Barrasa, de Bilbao, solo la conoció una vez que fue a cenar al Echaurren. «Salió a hablar con nosotros y me llevé una gran impresión, por su amabilidad y simpatía», recuerda.

Justo Rodriguez

Su amor por Ezcaray es lo que destaca de ella Ricardo Aransay, que la conoció bien. «Llenó de amor todo lo que hacía, los fogones, su familia y también a Ezcaray. Era muy pelaire, como le gustaba decir a ella. Ha sido una embajadora de su pueblo, dentro de su pueblo. Una mujer con carácter, mucho y buen humor y sencillez», indica el ezcarayense, quien también subraya de ella su generosidad. «Siempre ha estado muy vinculada a las asociaciones, a las cofradías, dentro de lo que ella podía hacer, que era ser generosa. No ha sido una persona que haya participado mucho en las cosas porque su trabajo no se lo permitía, pero si podía aportar algo, siempre estaba ahí. 'Lo que necesitéis, cuenta conmigo', decía mucho», recuerda.

La casa de los padres de Ignacio Castroviejo estaba frente al Echaurren, lo que se traduce para él en muchos recuerdos, llenos de detalles por parte de Marisa. «Era una mujer llena de cariño hacia la gente, que hablaba con todo el mundo y se preocupaba por todos, y que ha puesto el nombre de Ezcaray en todo el mundo, principalmente a través de su labor en la cocina del Echaurren. Una mujer llena de humanidad», resume el exmaestro.

Yolanda González, amiga de su familia de toda la vida, encarna la emoción que ayer recorría Ezcaray por sus cuatro costados. Le cuesta hablar. «Era una bella persona en todos los sentidos, muy entrañable siempre. Una mujer que ha querido mucho al pueblo y encantadora, que se portaba bien con todo el mundo y colaboraba en todo lo que podía».

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Era, y lo va a seguir siendo, la principal estrella del Echaurren.

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