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Lo siento, nunca salgo de casa sin mis prejuicios. Si no le gustan, no tengo otros. Y aunque me lavé las orejas a fondo con agua y jabón para estar abierto de oído en su concierto de este domingo, la propuesta de Fuerza nueva, empezando ... por su nombre y algunas de las fuentes de inspiración de parte de su producción musical, me molestan profundamente. Provocar es agitador, de acuerdo, pero confundir es hacer el juego a la confusión. Y jugar, aunque sea con música, a que todo es la misma mierda y que les den por el saco parece lo contrario a lo que se dice pretender. Parece más rendición, con pose de malote, que auténtica contestación. La respuesta pueril de quien prefiere poner distancia a evidenciar lo que quizás encierra: equidistancia. Tibieza. Lo siento si no me lo tomo con el debido humor.
Sin medias tintas, Fuerza nueva me parece musicalmente una copia -muy respetable- del 'Omega' de Morente y Lagartija Nick, aquella mítica conexión (de 1996) entre flamenco y rock. Pero donde ellos se atrevieron con Lorca y Leonard Cohen, FN lo hace reinterpretando, por una parte un repertorio popular digno y, por otra, algunos cánticos o himnos políticos, como el de la Legión o el de España, con una cuestionable intención transgresora. Su directo, de sonido potente e impecable, eso sí, resulta secundario cuando buscas epatar. Epatemos pues.
Con nombre y apellidos: Francisco Contreras 'Niño de Elche' y Juan Ramón Rodríguez 'Jota', líder de Los Planetas, ilicitano y granadino respectivamente, encabezan este proyecto de cierto éxito bautizado con nombre de partido ultraderechista y versiones de temas con connotaciones que no deberían tratarse tan a la ligera. Sobre el escenario: Niño de Elche (voz), Jota (guitarra y voz), Florent (guitarra), Esteban (teclados, Hammond y guitarra), Julián (bajo y coros), y un gran Eric (batería también de aquel 'Omega'); acompañados por las proyecciones del cineasta Ander Duque. Llenaron el Riojafórum de la pandemia, por descontado.
Ellos mismos se explican así -porque si no lo explicasen sería aún más ambiguo, por no decir apologético-: «Fuerza nueva es, nada más y nada menos, la suma de las sobradamente conocidas y perfectamente reconocibles propuestas artísticas de Niño de Elche y Los Planetas, unidas por causa de lo que nos separa, del totalitarismo a la exaltación nacional católica; y por la inclinación de uno y otros al inconformismo y la transgresión, a la misa flamenca y al rock mesiánico, a molestar incluso (o sobre todo) a sus más devotos feligreses. Todo eso es Fuerza nueva, nada le falta».
Esta gente que se disfraza con camisa negra de falangista y capirote de nazareno -¿o es del Klu Klux Klan?- bromea bastante en serio: «La música popular siempre es plural, comunitaria y hasta la más elitista es capaz de hacer comunidad, precisamente la que une a quienes escuchan un mismo disco». O un mismo concierto. En eso estoy de acuerdo.
Pero más allá de los incondicionales de Los Planetas, que adorarán todo cuanto hagan, también hay quien ve Fuerza nueva como una versión de Laibach, un colectivo esloveno que utiliza iconografía fascista para cuestionar el autoritarismo globalizado. ¿Amistades peligrosas? Y en cuanto a su propuesta musical, no resiste la comparación con el 'Omega' de Morente y Lagartija, porque sería sangrante para la memoria del cantaor, el último de los grandes renovadores del flamenco, y la otra gran banda granadina.
El concierto de este domingo se ciñó casi estrictamente a su disco homónimo, que fueron presentando desde 2019 sin desaprovechar fechas señaladas del más rancio calendario franquista, desde 18 de julio al 20N. Quien tenga edad y memoria para esas efemérides que recuerde qué significaban.
Después de una intro con mezcla de NO-DO e himno anarquista '¡A las barricadas!', arrancaron con 'Santo Dios', revisión post-rock del himno de Andalucía. Yo le llamo post-rock desde que Ramón Trecet me descubrió a Explosions in the Sky, pero se le puede llamar indie-rock porque admite casi cualquier mezcla; nada nuevo bajo el sol que esas guitarras etéreas en repetitivos crescendos de octavas, volumen y distorsión hipnotizantes.
Luego 'Los campanilleros', cante popular andaluz que la Niña de la Puebla convirtió en hit y Jarcha, si esto posible, en canción protesta; 'Mariana'; 'La cruz', inspirada en 'La saeta' de Machado popularizada por Serrat; y 'La canción de los gitanos', adaptación del 'Gelem Gelem' del pueblo calé. Hasta aquí, todo era más folclórico que político.
Llegó entonces 'Canción para los obreros de Seat', reinterpretación del himno de Cataluña, 'Els Segadors'. Y después de la morentiana 'Tendrá que haber un camino', 'El novio de la muerte'. ¿De verdad, Jota, era necesario? Debe de serlo, porque curiosamente fue el tema más grabado móvil en ristre desde el público y el más aplaudido. Al menos nadie alzó la mano ni gritó 'muera la inteligencia'. Pero yo creo que la inteligencia muere un poco con banalizaciones así.
'Santo Domingo' con su apoteósico final, casi igual que todos los demás pero más efectista, anticipó el único bis, 'El romance de Juan de Osuna'. Finalmente no se atrevieron con 'Una, glande y libre' ni con 'Sol', su última joya patria. Afortunadamente.
Claro que me dirán: no has entendido nada. Y llevarán razón.
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