En 30 años Donna Leon (Nueva Jersey, 79 años) ha publicado 31 novelas protagonizadas por su veneciano comisario Guido Brunetti. La última es 'Dad y se os dará' (Seix-Barral), en la que la escritora norteamericana, afincada en Suiza tras huir de Venecia, desenmascara los ... manejos ocultos bajo la fachada humanista y solidaria de algunas fundaciones y ONG. Una Venecia desierta en plena pandemia es el insólito escenario de la historia en la que unos codiciosos desaprensivos se lucran con acciones presuntamente benéficas. «No hablo de la pandemia pero sí de quienes se enriquecieron con ella», advierte la autora.
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«Vivimos en una cultura que adora el dinero. Lo veneramos, pero el dinero no te hace necesariamente feliz», asegura la escritora. Sabe que hay mucha gente «dispuesta a hacer cualquier cosa por lucrarse», pero se cuida de no meter en el mismo saco a todas la organizaciones benéficas. «No creo que haya podredumbre generalizada tras las doradas fachadas de las ONG, pero desconocemos cómo funcionan», dice. «Me dicen que la FAO consume el 90% de sus fondos en sueldos y burocracia, y solo el 10% en ayudas reales y proyectos concretos», pone como ejemplo.
«Siempre hay alguien malvado dispuesto a aprovecharse de la vulnerabilidad de los demás», dice sin destripar la novela. «Aquí, en la muy civilizada Suiza, se abusa de los ancianos y a algunos les despluman gentes que se hacen pasar por miembros de organizaciones solidarias. Les convencen para que les dejen todos sus bienes en sus testamentos», explica Leon en videoconferencia desde su domicilio helvético.
«Ver cómo se abusa de los más débiles me enfurece. Me subleva, ya sea por el 'bullying' en el colegio o las estafas a los ancianos. La desigualdad me sulfura», dice Leon, que tiene muy claro «que no hace falta matar para ser una malísima persona».
Con 'Muerte en La Fenice' (1992) comenzó la saga de Brunetti. Lleva pues tres décadas desmenuzando y escribiendo sobre la maldad humana, pero asegura que eso no hace que la comprenda mejor. «No sé si entiendo mejor la vileza hoy que entonces, porque no sé si se puede entender la maldad y la atrocidad. De hecho, creo que estoy más confusa», reconoce. «A medida que nos hacemos mayores, si tenemos suerte, nos sentimos más indulgentes y creemos entender mejor a los demás, pero el mal me sigue confundiendo», insiste. «El coste de la vileza es brutal para el malvado y para la víctima. Puedo entender que se robe, pero no el ensañamiento con el otro».
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Le interesan más las tragedias griegas que las series de las plataformas. «Estoy muy apartada de la vida moderna. No tengo 'smartphone', ni Tick Tock, ni Facebook, ni Instagram. Se bien lo que son, pero no los uso. Sin móvil puedes vivir en el siglo pasado y desconozco muchas cosas de la vida contemporánea. Tampoco tengo Netflix, pero sé qué ofrece y prefiero las tragedias griegas a las series». Explica risueña que su matrimonio de facto con Brunetti es feliz. «Me gusta y creo que yo le gustaría a él», confiesa.
La de Leon y Brunetti es así una pareja sólida y con futuro. No en vano, tiene casi terminada la novela número 32 de la serie y pensada la 33. «No le encuentro ninguna tacha a Brunetti. Seguirá siendo como es». Y eso que es consciente de que su comisario «tenía muchos prejuicios hacia los italianos del sur y era un poco racista». «Ahora se lo han dicho y lo reconoce».
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Leon, que no publicaba en Italia para salvaguardar su anonimato, vivió muchos años en Venecia. Pero abandonó la ciudad de los canales harta de los estragos del turismo de masas. «Recibe tres millones de turistas y sus 50.000 habitantes están sobrepasados; tienen todas las de perder. En Venecia no es fácil encontrar un zapatero, es casi imposible comprar un botón o una aguja. Los comercios que mantienen una ciudad viva se van muriendo. eso sí. Pero si necesitas ropa interior te fastidias».No se atreve a decir que el turismo haya asesinado a la Serenísima, «pero casi». «Venecia y Viena tienen la población más longeva de toda Europa con muchos habitantes de 80 y 90 años. No sé si el turismo ha matado a Venecia, pero la ha transformado hasta hacerla irreconcible, como ha pasado en Barcelona con las Ramblas», plantea.
Cumplirá ochenta años en septiembre y confiesa que el secreto para no faltar jamás a su cita anual con Brunetti y el lector es escribir con ganas y tesón. «La respuesta es fácil. Si se observa que el manuscrito de cada uno de mis libro se acerca a las 365 páginas, se comprende que mi trabajo es escribir más o menos 365 páginas al año. Tampoco es que me mate, pero estoy muy ocupada. Además, en una semana puedo escribir 60 o 70 páginas», precisa. «Esto no es como deshuesar pollos en una fábrica. Me lo paso estupendamente. Disfruto mucho, así que no me mortifico. Ese es el verdadero secreto», concluye.
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