Secciones
Servicios
Destacamos
Miguel Lorenci
Miércoles, 31 de mayo 2017, 01:00
La vida creativa de Lee Lozano duró apenas doce años. Y los pasó al filo de la navaja. Paradigma de la provocación, de la incorrección política, del arte más contestatario, crítico y radical, Lozano (New Jersey, 1930 - Dallas, 1999) viajó entre 1960 y 1972 de ... un extremo a otro. De la figuración obscena cargada de obsesiones fálicas y crítica social de su primeras pinturas, al drástico minimalismo de las últimas. Un fulgurante e insólito y viaje plástico en el que hubo sexo, drogas y rebelión. El rock lo dejaría para después, cuando abandonó el planeta del arte con la misma radicalidad con la que lo abordó. Se movió fugazmente por la escena musical de Nueva York un años antes de convertirse en un fantasma del que no se supo nada hasta su muerte, a causa del cáncer cervical, en 1999.
Casi dos décadas después, el Museo Reina Sofía rescata a esta olvidada y rupturista creadora con la muestra 'Forzar la máquina', su primera retrospectiva en España y un extenso repaso de su radical obra. Una exposición muy del gusto del director del museo, Manuel Borja-Villel, que comparte con Teresa Velázquez el comisariado y la admiración por su arte «obsceno, ácido, critico y libre». También por la rebeldía que le condujo a renegar de casi todo. Rara como la calentura, retiró la palabra a las mujeres durante un mes, se declaró en huelga general, abominó de la familia, de las instituciones y de arte mismo. Y, por supuesto, del mercado en el que ahora cotiza al alza.
Han necesitado cuatro años para reunir 150 obras entre pinturas y dibujos de series muy diferentes que van desde 1960 hasta 1972. Un recorrido que se inicia con sus atormentadas pinturas de los años sesenta en Chicago y Nueva York. Muy influenciadas por el psicoanálisis y Marcuse, Lozano vuelca en ellas sus pulsiones sexuales y sus obsesiones. Pinta penes que surgen del cañón de un revólver, que se confunden con llaves inglesas, martillos o tuberías, vaginas que son enchufes y culos donde se encajan bombillas.
Puñetazos
Indaga en la cosificación de los cuerpos en unas pinturas que son puñetazos directos al espectador. Combinan la decidida pincelada de los expresionistas abstractos con un sarcasmo y un agresividad que prefiguran la explosión del punk. Una suerte de «salvaje» disertación plástica sobre el sexo 'electromecanico' que evidencia su gusto por lo grotesco, lo abyecto y lo obsceno. O como dice Borja-Villel, un «juego con la máquina y el eros en el que busca fusionar su arte con su vida».
Pero Lozano abandona pronto la provocadora figuración, dando un inopinado giro hacia la abstracción. Los falos se convierten en difusas formas orgánicas y objetos industriales sobredimensionados en telas de gran formato y una paleta que limita a los grises, negros y blancos.
Es una etapa de paso que deriva en un minimalismo sin concesiones en el que apela a la espiritualidad y a lo conceptual. Lozano cierra así su vida creativa pintado grandes superficies. Su último desafío es la serie 'Ondas', once pinturas verticales de gran formato, cada una de un solo color, y que elaboraba drogada, rastrillando capas de pintura sobre la tela y poniendo a prueba su resistencia a los psicotrópicos y su capacidad alucinatoria. Capaz de pintar 52 horas seguidas fumando marihuana también lo era de mantenerse limpia para experimentar otra percepción de su obra.
Por primera vez la serie 'Ondas' se exponen en una suerte de capilla, con las paredes negras y luces bajas, como quería su autora cuando la presentó en el Whitney Museum de Nueva York en 1970 y marcó el cénit de su carrera ante de huir hacia la nada.
Lozano es «una creadora insuficientemente conocida e injustamente olvidada» reitera Borja-Vllel. El director de Reina Sofía la sitúa en esa tradición de los escapistas del mundo y sus servidumbres «como Rimbaud, Oteiza y sobre todo Duchamp, tanto por su interés por la máquina y el deseo como por su evolución hacia el desencanto y el abandono del arte». A menudo al límite de la pornografía, provocadora siempre, asegura Borja-Villel que su obra se sustenta en tres pilares: «la sexualidad polimorfa, el interés por la ciencia y la energía y la fusión del arte con su vida».
«Es una artista díscola que en solo en doce años abordó proyectos trascendentales», resume Teresa Velázquez la trayectoria de una creadora con formación científica y filosófica pero «rebelde, individualista, ácida e incapaz de separar política y arte».
Lozano documentó acciones cotidianas y pensamientos en unos cuadernos que también forman parte de la exposición y que evidencian como arte y vida eran para ella lo mismo. Produjo una serie conceptual y performativa, 'Piezas', una sucesión de textos manuscritos con instrucciones autoimpuestas que conducen a 'Dropout Piece', (Pieza de la deserción), su último trabajo antes de esfumarse del mundo del arte.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.