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Jonás Sainz
Lunes, 30 de enero 2017, 22:20
La cuestión es saber dónde colocar la cámara, España hará el resto. Era el consejo del cineasta Basilio Martín Patino. El fotógrafo y maestro de fotógrafos Jesús Rocandio siempre trata de transmitir a sus alumnos esa aprendida del autor de 'Canciones para después de ... una guerra'. Observar, saber mirar y dejar que las cosas ocurran; la imagen hablará por sí sola. Emplear «el verdadero lenguaje de la cámara» es lo que plantea la exposición que cuelga en la Casa de la Imagen, plasmar en ese idioma un paisaje exterior e interior de la ciudad a través de fotografías de edificios y retratos de personas que viven en ellos. Se diría que en 'Habitantes' los once autores coordinados por Rocandio se han limitado a colocar la cámara y el resto lo ha hecho Logroño.
'Habitantes' (fotografía)
Autores
Javier Antón, Sonia Bernatallada, Eduardo Díaz, Elena Fernández, Ignacio García-Lomas, Miguel Marín, Alicia Morón, Olivier Oberlin, Luis Pérez Villa, Marta Turiso y Angélica Ugarte
Coordinador Jesús Rocandio
Casa de la Imagen, hasta el 7 de marzo (
de 18 a 20.30 h., de lunes a viernes)
'Habitantes' es en realidad el resultado del trabajo colectivo que completa los tres años de formación del máster de fotografía de Cámara Oscura. Javier Antón, Sonia Bernatallada, Eduardo Díaz, Elena Fernández, Ignacio García-Lomas, Miguel Marín, Alicia Morón, Olivier Oberlin, Luis Pérez Villa, Marta Turiso, Angélica Ugarte son los autores de esta colección formada por catorce pares de fotografías, 14 edificios y sus correspondientes 14 habitantes o familias. En realidad han hecho mucho más que colocar la cámara y disparar.
En primer lugar, hay un profundo trabajo previo para «conceptualizar la imagen», en tiempos en los que para tomar una foto parece bastar con accionar la pantalla acoplada al extremo del brazo llamado mano. Aquí las fotos se hacen antes con la cabeza. Además de la inspiración de Martín Patino, en la filosofía del proyecto están presentes dos grandes maestros, alemanes ambos, pero de épocas diferentes; lo que les une principalmente es el dominio de ese lenguaje de la cámara. Uno es August Sander (1876-1964), fotógrafo censurado por los nazis, que retrataba a sus contemporáneos tal como eran: fuertes o débiles, ricos o pobres, hermosos o feos, buenos o malos... componiendo así un amplio paisaje de aquella sociedad. Eran sus 'Hombres del siglo XX'.
El otro es Andreas Gursky (1955), uno de los autores más exitosos y caros de la fotografía contemporánea, pero, ante todo, otro maestro capaz de expresar a través de la cámara una imagen de la realidad de apariencia desprendida y objetiva pero con una dimensión muy analítica. «Nosotros hemos querido hacer algo en esa línea -explica Rocandio- pero fijándonos en el sitio en el que vivimos, en nuestra ciudad».
Había que salir entonces a las calles de Logroño, a su paisaje urbano, a sus edificios; pero también en ellos, mirar a través de sus ventanas y observar a sus gentes de puertas para adentro. Así se fraguó la idea de retratar con la misma mirada las viviendas y sus habitantes, fachadas y salones familiares. Exterior noche, planos frontales, casi alzados arquitectónicos, simetría, evitar perspectivas... Y lo mismo en el interior, luz homogénea, plano general, naturalidad...
Los edificios, elegidos aleatoriamente, fueron fotografiados con una cámara de alta resolución digital, las personas en cambio con una cámara analógica de 6x9 centímetros con negativo en color. De esta manera el material empleado hace una separación de textura y color entre edificios y personas. También las reproducciones expuestas están diferenciadas: los edificios cuelgan clavados sobre la pared en formatos variables, de 3,40 m. de alto la copia más grande hasta 1,20 las más pequeñas. Los retratos de los habitantes están enmarcados, simbólicamente recogidos como en su propia casa, en madera verde a 50x60 centímetros.
Obviamente cabe observar la innegable relación entre continente y contenido; somos también el lugar donde vivimos. Y puede dibujarse a través de este pequeño muestreo visual, fotocartesiano y casi demoscópico, un cierto paisaje de la anatomía urbana de Logroño o de su arquitectura social. Hay algo del objetivismo de Sander y del hipercapitalismo de Gursky. Pero lo más inquietante es ver luz en casa, colarse a través de una ventana indiscreta y terminar viendo reflejados así, con los ojos de Martín Patino, a los logroñeses. España haciendo el resto.
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